Que un deportista reciba elogios,
parabienes y premios, cuando gana algún título, no sólo parece lo más normal y
lógico sino también lo más justo. Es cierto que además de ganar, también
importa el cómo se gana. Pero en España, que siempre hemos sido muy especiales
para todo, tenemos dos clarísimos ejemplos de que ese principio de agasajar al
ganador, no siempre lo respetamos. O por decirlo mejor, a veces hasta premiamos
con nuestra admiración y respeto a algún deportista que no siempre gana. Por ejemplo,
Fernando Alonso y Rafa Nadal.
Fernando, hace 10 años que no
gana un mundial de F-1. Alguno pensará que eso hace de su carrera de
profesional un mediocre. La verdad es que hay muchos, muchos pilotos, que a lo
largo de su carrera no ganaron jamás el campeonato del mundo y bastantes, los que
ganaron una carrera o dos.
Y sin embargo, Fernando es
considerado hoy en día, uno de los mejores pilotos de la historia de la F-1, lo
cual, debe ser bastante insultante para alguien como Vettel – por ejemplo – que
se zampó 4 campeonatos del mundo consecutivos, subido en un avión. Fernando, es
el segundo piloto que más puntos ha conseguido a lo largo de su carrera, según
el sistema empleado a partir de 2010, sólo por detrás de Michael Schumacker.
Pero el paradigma del auténtico
deportista, ese perfil al que los antiguos griegos adoraban casi como a uno de
sus dioses, es Rafa Nadal.
Rafa no necesita ganar ningún
título para ganarse el respeto, el cariño y la admiración de propios y extraños.
De seguidores y de rivales. A Rafa, sólo le basta saltar a la pista y hacer lo
que sabe hacer, que es pelear más allá de lo que un ser humano normal y
corriente suele hacerlo. Él siempre obliga al contrario a dar un golpe más. Le
fuerza a luchar un paso más allá, a dar una carrera más. Le fuerza a que le
gane o se rinda. Nadal gana por fortaleza mental.
Ayer, Nishikori, estaba a dos
bolas del partido. Ganaba en el segundo set 5-2 y estaba 30 iguales y sacando
él. Le ganó Nadal el segundo set en el tie break. Y entonces fue cuando el
japonés, formado en Florida, desapareció de la pista durante 20 minutos, para
así romper la racha que tenía Rafa. Eso sí, con la anuencia y complacencia del
árbitro y de la supuesta organización de tan desastroso campeonato.
Probablemente, Nishikori estuvo pensando en el sepuku y fue en ese intervalo de tiempo en el que su equipo le
debió aconsejar continuar. Fue una victoria pírrica, premiada con pitos al
final del partido por un público entregado a Rafa, con la misma intensidad con
la que el día anterior apoyaron a su jugador local Belluci. Y esa es la
diferencia entre Rafa y la mayoría de los demás: las formas.
Ya lo dijo Rafa hace mucho
tiempo: “No sólo es importante ganar. También es muy importante el cómo se gana”.
Hay trofeos al máximo goleador de
la Liga (el Pichichi); al portero menos goleado (Zamora). También están los
Premios Princesa de Asturias, del que Rafa ya tiene uno, concedido en el 2008.
Pero habría que instaurar uno en el que específicamente se ensalcen los valores
de deportividad, lucha, entrega, responsabilidad y coraje. Es decir, aquellos
valores a los que Rafa representa como nadie la idiosincrasia del español.
Lo que ha hecho Rafa en estas
Olimpiadas, es de Toisón de oro. Acudió, porque se trataba de España, porque a
las anteriores de Londres, no pudo ir y muy posiblemente, éstas pueden ser las
últimas. Fue sin haber jugado un partido en dos meses. Fue lesionado y todavía
no sabemos si tendrá consecuencias para un futuro, como la tuvo aquella lesión
de Maceda, que le costó el final de su carrera. Y aún así, Rafa ha vuelto a dar
una lección, no sólo de pundonor, sino también de patriotismo, algo de lo que –
por cierto – deberían aprender algunos aunque no sean deportistas.
Salir ovacionado de la pista
después de haber perdido la medalla de bronce, indica que hay algo que va más
allá de tener buenos golpes y ganar un partido. Ganarse el respeto de un
público que no es el tuyo, después de haber eliminado a un brasileño el día
anterior, debe querer decir algo.
La figura de Rafa, debería ser
modelo de estudio en las escuelas y que sirviera de ejemplo a los niños. Y
desde luego, en Manacor deberían erigir una estatua sufragada con dinero
público, como en otros lugares se han levantado en honor de ciertos políticos,
militares o intelectuales ilustres. Sin duda, Rafa es la figura más señera de
esa localidad, que el propio Nadal ha puesto en el mapa.
Rafa Nadal, tiene el respeto, el
cariño y la admiración de todo el mundo, deportistas o no, incluido André
Agassi, que en una entrevista reciente, le ha calificado como el mejor tenista
de la historia.
Lo dijo el Rey al despedir a
nuestros deportistas: “Sois los mejores embajadores de España.” Y de todos
ellos, Rafa, el mejor.
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