Hacía bastante tiempo que en este blog no
escribía sobre política y desde luego, no ha sido por falta de oportunidades.
Ha sido una mezcla de hartazgo, de frustración y sobre todo, de ahorrarme berrinches
infructuosos; de ahorrarme luchas contra molinos de viento que parecen gigantes;
en definitiva, de luchas estériles. Pero todo tiene un límite y hoy vuelvo a la
carga de nuevo. ¿Por qué ese cambio? Pues porque ahora he traspasado la línea
que separa el pasotismo controlado en el que me encontraba y estoy en el
terreno de la indignación. Ahora soy un indignado, un término del que se
apropiaron casi en exclusiva, - aunque no por las mismas supuestas razones - aquellos que hace años, estaban acampados en
la Puerta del Sol de Madrid, en ese experimento social que se conoce como el
15-M y que más tarde devengó en el partido político que dirige con mano férrea Pablo
Iglesias y su churri. Hoy soy yo el indignado por el descaro, la desvergüenza,
la cara dura y la tomadura de pelo con el que el PSOE de Pedro Sánchez nos
trata a los españoles, con diferentes varas de medir sobre lo que es aceptable o no,
lo que es correcto o no.
Como decía Billy Wilder en su famosa película
“Con faldas y a lo loco”, en la última escena, “nadie es perfecto”. De acuerdo.
Pero hay defectos y defectos. Yo, personalmente, nunca he sido capaz de
superar, - ni siquiera soportar - a una persona mentirosa, intrigante,
deshonesta, incoherente o cínica. Será por aquello de que me educaron en un
colegio de curas y me debieron inculcar que eso de mentir está muy mal visto.
Todos, o al menos la mayoría de nosotros, asumimos
que, en mayor o menor medida, los políticos, en general, caen en uno o más de
esos calificativos antes mencionados. Soy lo bastante mayor como para dar por
hecho que cualquiera que se dedique a la política, antes o después, se va a
desdecir de lo que ha dicho previamente. Pero como decía antes, hay momentos y
momentos; hay promesas y promesas.
Ahora mismo, las hemerotecas y sobre todo
internet, están llenas de frases y de promesas pronunciadas por Pedro Sánchez y
que el tiempo ha demostrado que ha traicionado sin inmutarse lo más mínimo. Y
lo ha hecho con tal descaro, que se asemeja bastante a una burla sin
paliativos.
Calificar a Quim Torra como “el Le Pen
español” y pocos meses después pactar con su partido una moción de censura
contra Rajoy.
Prometer en diferentes medios de comunicación,
incluyendo televisiones, que “jamás pactaré con los populistas, porque el
populismo lleva a terminar como Venezuela” y posteriormente, buscar
desesperadamente el pacto con Pablo Iglesias.
Y todos recordamos la bochornosa actuación en
un debate televisado por TVE, en el que Pedro Sánchez insultó al hasta ese
momento presidente en funciones, Rajoy, llamándole indecente, como si él mismo,
fuera un ser superior, ética y moralmente.
Tras aquellas elecciones, la negativa a
permitir que el PP, que había sido el partido más votado, consiguiera formar
gobierno, aduciendo para ello que “había más millones de personas que NO le
habían votado” cuando él mismo, Pedro Sánchez, debería haber dimitido como
secretario general del PSOE al haber obtenido el peor resultado de la historia
del partido en democracia. Nos obligó a repetir elecciones, insistiendo una y
otra vez en la corrupción del PP, para que le votaran a él y cosechó un resultado aún peor que el
anterior, pero aún así, Pedro Sánchez se empeñó en intentar formar gobierno con
84 diputados. Hasta que finalmente, el propio PSOE le echó a patadas, con el
único fin de salvar lo que quedaba de imagen del partido. Mientras tanto, Rajoy
intentaba hacer un pacto de Estado entre PP-PSOE-C’s y por eso llamó al Dr.
Fraude 23 veces y 23 veces, el Dr. Fraude se negó a cogerle el teléfono.
Hoy, en cambio, ha mutado su parecer en
relación a quién debe gobernar España y hoy, dice, que debe ser la lista más
votada. Claro, siempre que la lista más votada sea la suya, porque ahora le
podríamos recordar su anterior posición de que “hay más gente que NO le ha
votado a Sánchez” que los que sí.
Después de que su partido le mandara a tomar
por saco y habiendo renunciado a su escaño de diputado, el PP consiguió formar
gobierno con la abstención del PSOE y el apoyo de otros partidos. Hasta 7
partidos pactaron los PGE, incluyendo el PNV, que 48 horas después de eso,
apoyó la moción de censura contra Rajoy.
Y ahora voy a hablar de la moción de censura.
La famosa moción que orquestó en solitario Pedro Sánchez con nocturnidad y
alevosía y que presentó en el Congreso ANTES de informar siquiera a su propio
partido. Esa moción de censura, se basó fundamentalmente, en una sentencia
judicial contra la financiación irregular del PP, bastante más suave y leve que
la que hemos sabido de los ERE y en la que uno de los jueces se extralimitó en
su voto particular, añadiendo unos párrafos que han sido duramente criticados
en estos días por parte de la Audiencia Nacional. Pero básicamente, la moción
de Pedro Sánchez se basaba en la (falsa) idea de que el PP era un partido de
corruptos (alguno había, sin duda, aunque ya no estaban en el partido) y el
PSOE un conjunto de vírgenes vestales. Y así fue cómo, un individuo que no
había acudido a las urnas, que no había sido votado por nadie, que no era ni
siquiera diputado y que había sido expulsado de su propio cargo en su propio
partido, se convirtió en Presidente del Gobierno.
Y fue en el discurso de investidura donde
comenzó a mentir…otra vez. Prometió que convocaría elecciones generales en el
menor plazo posible y cuando ya fue elegido presidente, se desdijo
inmediatamente y dijo que intentaría terminar la legislatura. Prometió que no
pactaría con los populistas. Y desde entonces, vamos de elección en elección,
mientras Pedro Sánchez se empeña en pactar con todos aquellos partidos que son
anti Constitución. Se reúne con partidos que exigen la desaparición de la
Guardia Civil de su territorio, la independencia de España y un sinfín de
aberraciones políticas más, en vez de reunirse con los partidos que respetan la
Constitución.
Porque no olvidemos que Pablo Iglesias, jamás
acude a los actos del 6 de diciembre en el Congreso y jamás critica ninguna
decisión de las que pueda tomar Maduro en Venezuela. Es más, corrió a hacerse
la foto con Tsipras, el griego, cuando consiguió desbancar al presidente de
entonces, con las promesas de no plegarse a las condiciones draconianas del
rescate económico al que fueron sometidos los griegos, por parte de la Tríada:
la UE, el FMI y Dragui.
También busca en Errejón un aliado para
formar gobierno. Un Errejón que, recordemos, justificaba el hambre de Venezuela
diciendo que “es que cada día comen más y por eso hay más demanda”.
Llegados a este punto, habría que recordar
las palabras de Felipe González en aquel famoso congreso socialista: “Hay que
ser socialistas antes que marxistas”.
Busca el apoyo del terrorista Otegui, que no
es ningún secreto, exige la República Independiente del País Vasco y aborrece
la Constitución.
Y busca sin tapujos los apoyos de los
partidos catalanes, independentistas o no, mientras su embajador en Cataluña,
Iceta, cada día dice una cosa distinta del día anterior.
Todo esto y mucho más, es lo que todos
sabemos porque lo hemos venido escuchando y viendo en TV. La superioridad moral
y ética del PSOE, de la izquierda en general, y de Pedro Sánchez en particular.
Es como la Virgen María pero en macho. La iniquidad del PP en su conjunto,
descalificando permanentemente a todo el partido sin distinción de si los
chorizos del PP (que eran unos cuantos) están o no en el partido, argumento que
ahora sí le sirve para justificar la sentencia de los ERE.
Y entonces conocemos la sentencia de los ERE.
La sentencia que se ha hecho esperar y que a pesar de todas las artimañas
dilatorias, obstruccionistas y manipuladoras del PSOE, por fin se ha conocido y
en ella, queda en una pésima posición el mismo partido que mantiene que ellos
son más puros y más castos que ninguno. La sentencia que deja al descubierto
que el PSOE de Andalucía, ha estado robando a los parados andaluces durante
decenios.
Y es ahora cuando una persona verdaderamente
decente, debería irse a su casa, renunciar por dignidad y hasta si me apuras,
abandonar la política. O sea, lo que ha hecho Albert Rivera, que aunque no es
mi favorito a la hora de votar, al menos tengo que reconocer que ha sido
consecuente, coherente y honesto, consigo mismo, con su partido y con sus
electores.
Pero es que Pedro Sánchez no sabe lo que es
la honestidad, la coherencia ni la decencia. Es un advenedizo sin principios ni
escrúpulos y por tanto, donde antes todo eran críticas a un partido corrupto,
ahora se convierten en penosos intentos de justificación alegando que “es que los
condenados ya no están en el partido y además, eso fue hace mucho”, como si lo
de la Gurtel (que lo inició el juez Baltasar Garzón, expulsado después de la carrera
judicial) fuera de anteayer o la Púnica fuera de la semana pasada. No se trata
de una cuestión de cuán antiguo es el delito. Se trata, de que ha habido un
delito y de su gravedad.
Y una vez más, hay que recordar una frase
memorable: “Los españoles no se merecen un gobierno que les mienta”, de Alfredo
Pérez Rubalcaba.
La postura de Pedro Sánchez - y del PSOE- en
la sentencia de los ERE, le inhabilita, como presidente del Gobierno. España no
puede tener a un presidente cuyo partido ha sido condenado 2 veces por corrupción en
democracia y que al mismo tiempo se ponga de perfil cuando al
que le toca es a él.
Que gobierne el PSOE porque ha sido la lista
más votada, me parece lo correcto, pero no puede ser Pedro Sánchez quien lidere
ese gobierno, rodeado de lameculos de tercera división, marxistas, independentistas
y filo terroristas.
Y por favor, tenemos una reforma urgente en
nuestras leyes. Si queremos luchar de verdad contra la corrupción en la
política, no es suficiente con la inhabilitación para cargo público. Eso es una
burla a los ciudadanos y una desigualdad de criterios en relación a otros
individuos que habiendo robado menos, han estado en la cárcel, incluso en dos
ocasiones, y al juez que lo encarceló, también le expulsaron de la carrera
judicial, simplemente porque el condenado, no debería haber entrado nunca en prisión. Y después, terminó suicidándose.
Deberíamos
tener unas normas claras y comunes para que todos los que roban, - al margen de si son
políticos o sólo banqueros-, paguen con dinero y con cárcel. Sólo así estaremos
en disposición de tener un sistema menos corrupto.
Y ya para terminar, lo haré con otra frase
que también todos recordarán: “Sr. Sánchez, para ser presidente del gobierno,
es necesario ser decente. Y usted no lo es”.
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