Ayer por la tarde tuvimos que ir al Corte Inglés para descambiar un par de cosas.
La primera sorpresa que nos llevamos fue al entrar en el parking. Estaba prácticamente vacío, tanto, que podías ir atravesando las plazas de aparcamiento haciendo eses como si hubieras bebido. Esa situación tan rara nos dio que pensar y decidimos que la gente estaría en su casa disfrutando del aire acondicionado, - aprovechando algún horario que permitiera encenderlo sin necesidad de tener que realizar favores sexuales para poder pagar el recibo de la luz-, o bien, en la playa. No tardaríamos mucho en entender la verdadera razón.
Tal y como ya habíamos aprendido de otras ocasiones, nos dirigimos directamente al mostrador de Atención al Cliente. Después de esperar un rato a que terminaran de atender a otro cliente, la única señorita que atendía, se dedicó a nosotros.
- Buenas. Que quería descambiar esto por otro de otras dimensiones.
- Pues para eso debe ir al mostrador que está allí- nos indicó con el dedo, señalando un espacio indeterminado en la otra esquina de la planta. Ahora estas operaciones se realizan allí.
Lo podían haber puesto uno al lado del otro, pero por algún extraño sortilegio, a algún genio pensante con tres másteres se le ha ocurrido colocar el puto mostrador en la otra esquina.
Una vez llegamos al sitio indicado, vemos que es un “Click & Collect”, una facilidad que no figura en la web oficial del centro.
- Buenas que me dicen que tengo que venir aquí para devolver esto. Por cierto, esto de “Click & Collect” no aparece como disponible en su web.
- Bueno es que estamos cambiando muchas cosas. Tal vez por eso…
A partir de ese momento, los tres empleados que había detrás de la mampara de plástico, más protegidos que el cajero de un banco, comienzan un interesante debate entre ellos.
- Es que este tipo de productos no tienen devolución. Por lo del COVID.
- Pues en la web tampoco dice nada sobre eso.
- Además, ¿esto lo ha comprado en Hipercor o en El Corte Inglés?
En fin, la surrealista conversación se desarrolló durante unos minutos. Que si eso no se podía descambiar, que si se había comprado en El Corte Inglés, ya habían cerrado las tres plantas de arriba y que no tenían el producto, pero que a lo mejor en Hipercor se habían bajado lo que había arriba…Total que con las mismas, nos mandan a la planta de arriba, al Hipercor a atención al cliente.
Una vez más, cuando sales de las escaleras que ascienden desde el garaje y la zona de Atención al Cliente, lo primero que te encuentras es un mostrador de atención a los extranjeros, que por supuesto, ya están desmantelando. Para Atención al cliente de Hipercor, en vez de ponerlo ahí, a la entrada, según llegas de las escaleras, decidieron que era mucho mejor ponerlo en el culo de la planta, justo al otro lado, al final de todo. Se ve que El Corte Inglés ha llegado a algún tipo de acuerdo con la ministra de Sanidad para hacer andar a los clientes y así, que hagan ejercicio.
Llegamos al mostrador de Atención al Cliente de Hipercor y la señorita, provista de su pistola lectora de códigos, dispara:
- Es que estos productos no se pueden cambiar. Por lo del COVID.
- Pero oiga, primero, cuando lo compré nadie me dijo nada y segundo, es que está sin abrir.
- Bueno yo les hago un pase para que puedan entrar y allí mis compañeros ya les atenderán.
Con el pase que nos libera de ser abatidos a tiros por algún guarda jurado oculto entre los trajes de bajo, las cremas solares y las chanclas de la playa, conseguimos adentrarnos en territorio enemigo.
Al llegar a la caja de la zona en cuestión, había tres señoritas en amigable charleta, dos de las cuales al vernos que nos acercábamos, salieron huyendo como cucarachas dejando a la tercera a los mandos del terminal.
- Buenas. Que quería cambiar esto por otro igual pero de otro tamaño.
- Es que este tipo de productos no se pueden cambiar.
Otra vez el mismo rollo.
- Además, para esto como lo han comprado en El Corte Inglés, se lo tienen que cambiar abajo, en el mostrador de Click & Collect…
- Señorita, venimos de allí. De hecho, estamos haciendo un Vía Crucis por todo el edificio y todavía nos quedan las plantas superiores. De allí nos han mandado a aquí y antes hemos pasado por la señorita de la entrada.
- Esperen un momentito, por favor, que necesito la autorización de un jefe.
Al cabo de unos minutos aparece un señor (hombre, por supuesto) que se limita a introducir un código en el terminal y una firma en un papel de control interno y se vuelve a sus quehaceres.
A pesar de lo cual, la operación no es factible y nos envían de nuevo abajo.
- Bueno, no se preocupen, yo los acompaño abajo. Es que nuestros terminales no tienen acceso a esos productos.
La señorita, muy amable, nos acompaña de vuelta al piso inferior, mientras yo empiezo a notar que me sube la tensión y que en breve es bastante probable que arranque la mampara de plástico de los enganches del techo y arremeta contra algún empleado.
De regreso al lugar del hipotético crimen, vuelve a reproducirse el intenso debate entre los empleados, ahora con uno más en acción: los tres del principio y la señorita que nos acompaña. Más tarde, otro de los jefes (hombre, por supuesto) que pasaba por allí, es consultado sobre la forma de proceder.
Finalmente, allí conseguimos que se nos devuelvan los importes de los dos productos. Pero todavía queda la factura del producto descambiado. Es decir, debemos regresar al punto original donde todo comenzó, para que sea allí donde nos proporcionen la factura.
Mientras terminan de atender a otro cliente, entablamos una conversación con la señorita que nos acompaña desde el anterior mostrador. Aparte de deshacerse en mil disculpas, nos informa que ese edificio, - cuatro plantas superiores y cinco de garajes-, lo están convirtiendo en un Outlet. Que las dos plantas superiores con todos los productos de caballeros, señoras, deportes, hogar, electrodomésticos y demás, las han cerrado; que sólo van a mantener el Hipercor y la planta inferior.
He ahí la explicación de porqué El Corte Inglés de Mijas, parecía un edificio semiabandonado.
Al menos, el 95% del personal, ha sido reubicado, tanto en el edificio de Málaga como en el de Marbella.
La experiencia fue de todo menos agradable.
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