Cuando uno piensa en la cantidad de problemas que tuvieron que resolver los de la NASA para hacer todo lo que hicieron, se da cuenta de que la necesidad exprime las neuronas más que una centrifugadora.
Sisebuto
Zabala llevaba ya unas cuantas experiencias frustradas a la hora de encontrar
un trabajo que le proporcionara unos ingresos más o menos estables. Lo había
intentado todo y todo había terminado en el mismo sitio. Pero las ideas seguían
surgiendo. La última que se le había ocurrido era montar una inmobiliaria desde
casa.
Recordó
que hacía muchos años atrás, conoció a una persona que, de la noche a la
mañana, se quedó sin empleo. Esta persona se hizo con una guía de empresas de
software en EE.UU. y se dedicó a contactar con las que estimó conveniente, para
convencerlas de establecer una sucursal en España y que él fuera el
responsable. Y lo consiguió. Sólo necesitó una guía y un teléfono.
Reflexionando
sobre su situación, Sisebuto llegó a una conclusión similar: en realidad, para
establecerse como intermediario en el sector inmobiliario sólo necesitaba un
teléfono y mucha personalidad, un cóctel que proporcionaba la necesidad. Y
dicho y hecho.
Pero
aparte de arrojo, al menos necesitaba dar una imagen, como mínimo, decente.
Necesitaría una página web, unas tarjetas de visita, un logotipo con el que
encabezar los documentos que fuera a utilizar. ¿Y presupuesto para todo eso?
CERO, patatero.
Entonces
se dedicó a navegar por internet y descubrió un sitio donde te podías descargar
logos gratis. Y también descubrió un software con el que poder diseñar una web,
también gratis. Para publicar las ofertas era fundamental. Y también descubrió
una web donde se podía publicar anuncios para extranjeros gratis. Y finalmente,
por unos pocos euros, podías obtener unas doscientas tarjetas de visita, con tu
propio logo impreso y te regalaban un sello de caucho para imprimir donde quisieras.
Ya
sólo se trataba de conseguir clientes. Para ello, usó dos sistemas. Uno fue
leer en internet las viviendas que se alquilaban o se vendían por parte de
particulares. No tenía sentido si las ofertas eran de inmobiliarias. Contactar
con todos ellos no fue difícil y preguntar si estarían dispuestos a colaborar
con una agencia, tampoco. Pero no todos aceptaron.
El
otro sistema fue ir con el coche y fijarse en los carteles que hubiera en las
casas y tomar nota a mano de los teléfonos. Y repetir el proceso de contactar y
preguntar si colaborarían.
El
negocio eran las casas para vacaciones, para estancias cortas, pero Sisebuto no
hacía ascos a nada y si alguien ponía su casa en venta, a por él que iba.
El
trato comercial no lo había perdido nunca. Su aspecto serio y formal, tampoco. En
este caso dar una imagen de adulto en vez de la de un pipiolo, corría a su
favor. Hablaba inglés por si fuera necesario. Y con su carpeta, sus tarjetas de
visitas y sus documentos con el logo, daba una buena imagen. Lo demás era lo de
siempre: tesón y paciencia. Pero, aunque ambas cosas las tenía de sobra lo que
seguía faltando era el dinero, el fruto de tanto esfuerzo y dedicación.
Un
día recibió una invitación muy interesante. Por alguna razón, los de IDEALISTA
iban a organizar un evento hablando sobre ciertos aspectos del sector
inmobiliario. La invitación a participar era totalmente gratuita y por supuesto
asistió. Y resultó muy interesante.
En
esa reunión fue donde aprendió que por mucha necesidad que haya de cualquier
producto, su visibilidad es primordial para que se venda, pero en el caso de
una vivienda, la imagen lo es todo. La gente compra o alquila por lo que ve.
Y aprendió ciertos trucos sobre las fotografías, sobre cómo hacer para que tus
anuncios aparezcan en los primeros lugares de búsqueda y, sobre todo, qué es lo
que no hay que hacer a la hora de fotografiar una vivienda.
Pero
a pesar de todo eso, el negocio seguía sin funcionar. Las webs en las que había
incluido sus anuncios gratuitos, no podían competir con plataformas
especializadas como IDEALISTA, por lo que, en realidad, era como si no
existieran. Era necesario dar un ligero empujón al negocio, pero a partir de
ese punto siempre se topaba con el mismo problema: dinero.
Entonces
surgió algo que le vino como anillo al dedo. En las páginas de ofertas de
empleo – que nunca había dejado de visitar – apareció una de una nueva
inmobiliaria. La novedad era que esta agencia era 100% online, no tenía negocio
puerta a calle.
La
agencia, en realidad, era una franquicia inmobiliaria, una idea que a Sisebuto
le gustó. Se puso en contacto con ellos, hablaron por teléfono y llegaron a un
acuerdo de colaboración, sin verse las caras. Tan solo firmando el contrato con
las condiciones y usando el email.
Con
este sistema la agencia le proporcionaba: un correo corporativo, un teléfono de
atención al cliente atendido por la esposa del dueño, unas tarjetas de visita
con el logo de la compañía y una página web oficial en donde se incluirían las
propiedades de todos los agentes. Además, también le proporcionaron docenas de
documentos y plantillas ya redactados y susceptibles de ser adaptados a cada
necesidad. En definitiva, el apoyo de infraestructura que necesitaba para
proporcionar una imagen de seriedad.
Con
la dedicación y el entusiasmo que siempre ponía en cualquier trabajo, pronto
consiguió que la mitad de las propiedades anunciadas en la web de la agencia,
habían sido captadas por él. Él conseguía a los posibles clientes, los
visitaba, realizaba el reportaje fotográfico con su cámara de fotos – no con el
móvil – rellenaba las fichas con los datos y enviaba la documentación por email
a la oficina.
Contactó
con clientes particulares y también con promotoras. En algunas ocasiones para
formalizar los distintos acuerdos, se necesitaba la firma del propietario de la
agencia de la franquicia y gracias a eso, tuvo el apoyo necesario que, de
haberlo intentado por su cuenta, hubiera sido inviable. En estos casos, las
promotoras le incluyeron en su lista de distribución de viviendas por toda la
provincia, proporcionándole toda la información necesaria como planos, precios,
superficies, condiciones, fechas, etc. Era un canal de venta importante.
En
algún caso, sugirió que, debido a la importancia de la promoción, podría ser
interesante imprimir unos folletos publicitarios con el fin de colocarlos en
lugares estratégicos. La propuesta tuvo buena acogida y la oficina le
proporcionó una buena cantidad de flyers que fue colocando aquí y allá.
Tras
más de un año dedicado a estos temas, los escasos éxitos obtenidos – que los
tuvo - no eran suficientes ni siquiera como para justificar el gran esfuerzo
que Sisebuto aplicó. Y el coste en gasolina de los obligados traslados, era
otro inconveniente. Pero lo que obligó a Sisebuto a tomar la drástica decisión
de dar por terminada esta relación, fueron algunos detalles que consideró muy
importantes.
El
primero fue toda una sorpresa desagradable.
Sisebuto
tenía por costumbre entrar con frecuencia en la web de la franquicia y
comprobar si se habían incluido sus viviendas captadas y si la información era
correcta y si el contacto era el suyo, el adecuado. Pero un día descubrió que
una de las propiedades que había captado, se presentaba en la web como que
pertenecía a otro agente. Inmediatamente llamó para comunicar el error y que se
eliminara al segundo agente. Eso dejaba bien a las claras que el control de la
oficina era inexistente y obligaría a Sisebuto a tener que hacerlo él para
asegurarse que no se repitiera otra vez. También, que la zona teóricamente
asignada a Sisebuto en exclusiva, había sido invadida por otra persona. Algo
preocupante.
El
otro error, fue mucho más chusco.
Una
amiga de Sisebuto puso su casa en venta y él pensó que sería una gran idea
publicarla en la web de la agencia. Sin embargo, la sorpresa fue que de repente
apareció la hermana de otro agente cuya área de influencia estaba a años luz de
la vivienda en cuestión, diciendo que había una persona interesada en dicho
piso. El problema era que, según el contrato firmado de colaboración con la
agencia, en caso de llegarse a un acuerdo definitivo, la comisión debía ser
repartida al 50%.
Sisebuto
consideró que una cosa era repartir con otro agente, - aunque en realidad no
había hecho nada, porque la captación y el contacto eran de Sisebuto-, y otra
muy distinta, meter en la ecuación a una supuesta hermana de un supuesto
agente.
De
nuevo llamó a la oficina y dejó claro su malestar por lo rocambolesco de la
situación. Le pareció un timo destinado a burlarle el 50% de su comisión y fue
entonces cuando decidió que ya no seguiría trabajando con gente en la que no
podía confiar. Por supuesto, no se llevó a cabo ninguna operación porque la
única persona que podría contactar con la propietaria era el propio Sisebuto.
Había
otro dato importante. La agencia no anunciaba nada en IDEALISTA, a excepción de
los contratos con exclusividad, algo que ningún cliente aceptaba. Era otro
escollo a la hora de hacer visibles las viviendas.
Ahí
acabó su experiencia con esa agencia.