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sábado, marzo 09, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Una inmobiliaria de andar por casa.

Cuando uno piensa en la cantidad de problemas que tuvieron que resolver los de la NASA para hacer todo lo que hicieron, se da cuenta de que la necesidad exprime las neuronas más que una centrifugadora.

Sisebuto Zabala llevaba ya unas cuantas experiencias frustradas a la hora de encontrar un trabajo que le proporcionara unos ingresos más o menos estables. Lo había intentado todo y todo había terminado en el mismo sitio. Pero las ideas seguían surgiendo. La última que se le había ocurrido era montar una inmobiliaria desde casa.

Recordó que hacía muchos años atrás, conoció a una persona que, de la noche a la mañana, se quedó sin empleo. Esta persona se hizo con una guía de empresas de software en EE.UU. y se dedicó a contactar con las que estimó conveniente, para convencerlas de establecer una sucursal en España y que él fuera el responsable. Y lo consiguió. Sólo necesitó una guía y un teléfono.

Reflexionando sobre su situación, Sisebuto llegó a una conclusión similar: en realidad, para establecerse como intermediario en el sector inmobiliario sólo necesitaba un teléfono y mucha personalidad, un cóctel que proporcionaba la necesidad. Y dicho y hecho.

Pero aparte de arrojo, al menos necesitaba dar una imagen, como mínimo, decente. Necesitaría una página web, unas tarjetas de visita, un logotipo con el que encabezar los documentos que fuera a utilizar. ¿Y presupuesto para todo eso? CERO, patatero.

Entonces se dedicó a navegar por internet y descubrió un sitio donde te podías descargar logos gratis. Y también descubrió un software con el que poder diseñar una web, también gratis. Para publicar las ofertas era fundamental. Y también descubrió una web donde se podía publicar anuncios para extranjeros gratis. Y finalmente, por unos pocos euros, podías obtener unas doscientas tarjetas de visita, con tu propio logo impreso y te regalaban un sello de caucho para imprimir donde quisieras.

Ya sólo se trataba de conseguir clientes. Para ello, usó dos sistemas. Uno fue leer en internet las viviendas que se alquilaban o se vendían por parte de particulares. No tenía sentido si las ofertas eran de inmobiliarias. Contactar con todos ellos no fue difícil y preguntar si estarían dispuestos a colaborar con una agencia, tampoco. Pero no todos aceptaron.

El otro sistema fue ir con el coche y fijarse en los carteles que hubiera en las casas y tomar nota a mano de los teléfonos. Y repetir el proceso de contactar y preguntar si colaborarían.

El negocio eran las casas para vacaciones, para estancias cortas, pero Sisebuto no hacía ascos a nada y si alguien ponía su casa en venta, a por él que iba.

El trato comercial no lo había perdido nunca. Su aspecto serio y formal, tampoco. En este caso dar una imagen de adulto en vez de la de un pipiolo, corría a su favor. Hablaba inglés por si fuera necesario. Y con su carpeta, sus tarjetas de visitas y sus documentos con el logo, daba una buena imagen. Lo demás era lo de siempre: tesón y paciencia. Pero, aunque ambas cosas las tenía de sobra lo que seguía faltando era el dinero, el fruto de tanto esfuerzo y dedicación.

Un día recibió una invitación muy interesante. Por alguna razón, los de IDEALISTA iban a organizar un evento hablando sobre ciertos aspectos del sector inmobiliario. La invitación a participar era totalmente gratuita y por supuesto asistió. Y resultó muy interesante.

En esa reunión fue donde aprendió que por mucha necesidad que haya de cualquier producto, su visibilidad es primordial para que se venda, pero en el caso de una vivienda, la imagen lo es todo. La gente compra o alquila por lo que ve. Y aprendió ciertos trucos sobre las fotografías, sobre cómo hacer para que tus anuncios aparezcan en los primeros lugares de búsqueda y, sobre todo, qué es lo que no hay que hacer a la hora de fotografiar una vivienda.

Pero a pesar de todo eso, el negocio seguía sin funcionar. Las webs en las que había incluido sus anuncios gratuitos, no podían competir con plataformas especializadas como IDEALISTA, por lo que, en realidad, era como si no existieran. Era necesario dar un ligero empujón al negocio, pero a partir de ese punto siempre se topaba con el mismo problema: dinero.

Entonces surgió algo que le vino como anillo al dedo. En las páginas de ofertas de empleo – que nunca había dejado de visitar – apareció una de una nueva inmobiliaria. La novedad era que esta agencia era 100% online, no tenía negocio puerta a calle.

La agencia, en realidad, era una franquicia inmobiliaria, una idea que a Sisebuto le gustó. Se puso en contacto con ellos, hablaron por teléfono y llegaron a un acuerdo de colaboración, sin verse las caras. Tan solo firmando el contrato con las condiciones y usando el email.

Con este sistema la agencia le proporcionaba: un correo corporativo, un teléfono de atención al cliente atendido por la esposa del dueño, unas tarjetas de visita con el logo de la compañía y una página web oficial en donde se incluirían las propiedades de todos los agentes. Además, también le proporcionaron docenas de documentos y plantillas ya redactados y susceptibles de ser adaptados a cada necesidad. En definitiva, el apoyo de infraestructura que necesitaba para proporcionar una imagen de seriedad.

Con la dedicación y el entusiasmo que siempre ponía en cualquier trabajo, pronto consiguió que la mitad de las propiedades anunciadas en la web de la agencia, habían sido captadas por él. Él conseguía a los posibles clientes, los visitaba, realizaba el reportaje fotográfico con su cámara de fotos – no con el móvil – rellenaba las fichas con los datos y enviaba la documentación por email a la oficina.

Contactó con clientes particulares y también con promotoras. En algunas ocasiones para formalizar los distintos acuerdos, se necesitaba la firma del propietario de la agencia de la franquicia y gracias a eso, tuvo el apoyo necesario que, de haberlo intentado por su cuenta, hubiera sido inviable. En estos casos, las promotoras le incluyeron en su lista de distribución de viviendas por toda la provincia, proporcionándole toda la información necesaria como planos, precios, superficies, condiciones, fechas, etc. Era un canal de venta importante.

En algún caso, sugirió que, debido a la importancia de la promoción, podría ser interesante imprimir unos folletos publicitarios con el fin de colocarlos en lugares estratégicos. La propuesta tuvo buena acogida y la oficina le proporcionó una buena cantidad de flyers que fue colocando aquí y allá.

Tras más de un año dedicado a estos temas, los escasos éxitos obtenidos – que los tuvo - no eran suficientes ni siquiera como para justificar el gran esfuerzo que Sisebuto aplicó. Y el coste en gasolina de los obligados traslados, era otro inconveniente. Pero lo que obligó a Sisebuto a tomar la drástica decisión de dar por terminada esta relación, fueron algunos detalles que consideró muy importantes.

El primero fue toda una sorpresa desagradable.

Sisebuto tenía por costumbre entrar con frecuencia en la web de la franquicia y comprobar si se habían incluido sus viviendas captadas y si la información era correcta y si el contacto era el suyo, el adecuado. Pero un día descubrió que una de las propiedades que había captado, se presentaba en la web como que pertenecía a otro agente. Inmediatamente llamó para comunicar el error y que se eliminara al segundo agente. Eso dejaba bien a las claras que el control de la oficina era inexistente y obligaría a Sisebuto a tener que hacerlo él para asegurarse que no se repitiera otra vez. También, que la zona teóricamente asignada a Sisebuto en exclusiva, había sido invadida por otra persona. Algo preocupante.

El otro error, fue mucho más chusco.

Una amiga de Sisebuto puso su casa en venta y él pensó que sería una gran idea publicarla en la web de la agencia. Sin embargo, la sorpresa fue que de repente apareció la hermana de otro agente cuya área de influencia estaba a años luz de la vivienda en cuestión, diciendo que había una persona interesada en dicho piso. El problema era que, según el contrato firmado de colaboración con la agencia, en caso de llegarse a un acuerdo definitivo, la comisión debía ser repartida al 50%.

Sisebuto consideró que una cosa era repartir con otro agente, - aunque en realidad no había hecho nada, porque la captación y el contacto eran de Sisebuto-, y otra muy distinta, meter en la ecuación a una supuesta hermana de un supuesto agente. 

De nuevo llamó a la oficina y dejó claro su malestar por lo rocambolesco de la situación. Le pareció un timo destinado a burlarle el 50% de su comisión y fue entonces cuando decidió que ya no seguiría trabajando con gente en la que no podía confiar. Por supuesto, no se llevó a cabo ninguna operación porque la única persona que podría contactar con la propietaria era el propio Sisebuto.

Había otro dato importante. La agencia no anunciaba nada en IDEALISTA, a excepción de los contratos con exclusividad, algo que ningún cliente aceptaba. Era otro escollo a la hora de hacer visibles las viviendas.

Ahí acabó su experiencia con esa agencia.

viernes, febrero 10, 2023

El turismo inmobiliario.

No voy a desentrañar ningún misterio si digo que el problema del alquiler en España no es un asunto nuevo y, por el momento, sin resolver. Las razones de esta situación son varias y como suele suceder con los grandes problemas, se van superponiendo unas a otras a lo largo del tiempo.

Personalmente, mantengo que una de las razones fundamentales del problema está en el hecho de que los sueldos no han crecido al mismo ritmo e intensidad que el resto de gastos comunes como la luz, el gas, los alimentos, los impuestos, etc. Esos gastos no sólo afectan a los inquilinos, también incluyen a los propietarios de viviendas, - que también son consumidores -, y por ello, mantener una vivienda para alquiler, se hace más difícil de mantener su rentabilidad.

A pesar de estas circunstancias y de otras varias, alquilar una vivienda tenía sus dificultades, pero siempre se resolvían. Entonces, ¿qué ha sucedido para que ahora el problema se haya agudizado hasta los niveles actuales? Pues la razón es bien sencilla. A los problemas antes mencionados se ha unido la intervención del gobierno comunista en un mercado libre, con la exclusiva intención como buen gobierno comunista que es, de alterar el estado de las cosas mediante la publicación de la llamada ley del alquiler, lo que – como era previsible – ha sido mucho más perjudicial que beneficioso, puesto que los propietarios, ante el riesgo evidente de tener un problema que antes no tenían, no ofrecen sus viviendas para un alquiler, que no saben si van a cobrar, que no conocen la solvencia del inquilino y que corren el riesgo de comerse al inquilino con patatas durante cinco años, hasta que, después de mucho tiempo, dinero, pleitos y dolores de cabeza, consiga expulsar al inquilino moroso de su vivienda. Durante todo ese tiempo, se ha tenido que buscar un abogado, sufrir los retrasos de la justicia, continuar pagando religiosamente sus impuestos y en ocasiones, los gastos de agua, luz, calefacción y demás del inquilino moroso. Después, cuando consiga expulsarle viene reformar la casa entera y restituir lo que haya podido dejar como herencia.

Este tipo de situaciones es lo que dibuja la mencionada ley que establece una serie de principios y de reglas que arrojan una inseguridad sobre el propietario de la vivienda, y en algunos casos, la realidad deviene en indefensión y frustración. Da la impresión de que el gobierno, este gobierno, se ha posicionado del lado de los okupas, de los insolventes, de los delincuentes, y ha dejado de la mano de Dios a los propietarios que se ven en ocasiones desatendidos o abandonados.

Alguno podrá argumentar que esta ley era necesaria para proteger los intereses de los inquilinos y proporcionar una vivienda digna, pero a dicho falso argumento me gustaría añadir que la mejor protección social de un gobierno es generar empleo y no paro. Cuando el ciudadano tiene empleo y correctamente remunerado, lo invierte en vivienda, en la compra de bienes de consumo y el dinero circula.

Pero si tanto le preocupa al gobierno la situación del mercado de la vivienda en España y quiere tomar cartas en el asunto, lo único que debería hacer es construir viviendas asequibles para los más desfavorecidos. Si no saben cómo hacerlo sólo tienen que fijarse en lo que hacía Franco, que construía barrios enteros para la llamada gente obrera. Pero claro, este tipo de ideas pueden parecer demasiado revolucionarias a un gobierno cuyos ministros se pasan el día insultando a Juan Roig, a Amancio Ortega y a Patricia Botín. Así, con esta gentuza, va a ser difícil que podamos resolver ningún problema, ni el de la vivienda ni ninguno.

Así es que ahora tenemos un panorama en el que una inmensa mayoría de la población, gana un salario de miseria que no le alcanza para ser independiente y alquilar una vivienda, mientras el gobierno comunista persigue a los propietarios en vez de castigar a los okupas; insulta a los empresarios en vez de promover empleo; y prefiere expropiar viviendas privadas antes que construir con dinero público otras nuevas para los que las necesitan.

Y a todo este esperpento ahora tenemos una nueva amenaza que se cierne sobre el mercado inmobiliario: los buscadores de la residencia en la UE.

Ser ciudadano de la UE es un derecho que, probablemente, los que lo tenemos no somos conscientes de su auténtico valor. Es algo parecido a lo que antiguamente significaba ser ciudadano Romano. Nosotros es posible que no seamos conscientes, pero los que lo buscan lo tiene muy claro y actúan sibilinamente para conseguirlo.

El método es muy sencillo. Tú vienes a España como turista. Tienes tres meses de estancia legal antes de que tengas que abandonar el país. En ese tiempo tienes que desarrollar una actividad frenética para solicitar la tarjeta de residencia en España.

El procedimiento pasa por solicitar un NIE y a partir de ese momento tienes 45 días para proporcionar un domicilio real y comunicar un trabajo. A partir de estas premisas, se desata toda una serie de actividades que en algunos casos bordean la legalidad, porque uno de los requisitos más importantes es el de obtener un domicilio real.

Para conseguir el domicilio que te pueda servir de pantalla, lo único que necesitas es presentar un contrato de alquiler y para ello, hay gente que está dispuesta a abonar seis meses o todo un año por adelantado con el fin de tentar al propietario y conseguir ese contrato, que después presentará en la policía nacional.

Partiendo de esa estrategia, luego queda preguntarse de dónde va a sacar el inquilino el dinero para pagar 20.000 o 30.000 euros, más los gastos de agua y luz aparte. Y entonces, te puedes encontrar con que esos gastos los va a satisfacer una supuesta empresa en la que supuestamente trabaja el inquilino. O sea, hablando en plata: tráfico de personas, o de lo que sea, porque en caso de aceptar, el propietario convertiría su vivienda en una cabeza de puente de gente sin principios, ni escrúpulos, dispuestos a hacer lo que fuera necesario para conseguir la tarjeta de residencia en España. Y si además te conceden el estatus de Refugiado por ser ucraniano o ruso, huyendo de un país en guerra, mejor.

Si tienes la mala suerte de que en algún momento te la han colado y quieres desalojar al inquilino, la ley, - esa maravilla con la misma categoría legal de la del “sólo sí es sí”-, obliga al propietario a buscarle realojamiento, con lo que de entrada, el propietario se convierte en una mezcla entre siervo del otro y agencia inmobiliaria.

Así es que ahora, el propietario de una vivienda debe estar atento a lo que se escribe por internet e intentar descifrar las milongas que de vez en cuando le cuentan tanto las agencias inmobiliarias, como los propios interesados en alquilar su vivienda, relatando unas historias tan rocambolescas  y retorcidas que merecerían formar parte de un recopilatorio de Sherlock Holmes.

Y todo esto porque este gobierno, en vez de dedicarse a construir casas para los pobres, prefiere intervenir en el mercado, mientras todos ellos viven de gorra a nuestra costa, o debido a sus salarios escandalosos, tienen la opción de acceder a unas viviendas que, hasta hace cuatro años, sólo figuraban en su lista de sueños inalcanzables.