Mientras día sí y día también los medios nos asedian con informaciones acerca de sobres llenos de billetes de dudosa procedencia y destinados a oscuros personajes; mientras algunos hacen ostentación indecente de su capacidad económica viajando a lejanos lugares con secretas intenciones o adquiriendo bienes de lujo a costa de los contribuyentes; mientras un minúsculo grupo de la sociedad, a los que alimentamos todos los demás, alardean de su supuesta supremacía sobre el resto y nos intentan convencer que “España va bien”, que “España va como un cohete”; mientras todo esto y mucho más sucede ante nuestros ojos, Cáritas publica un informe titulado: “Sobre exclusión y desarrollo social en España”. Un informe en el que con datos concretos y de forma descarnada, muestran una España que, bajo esta apariencia de sociedad progresista, en realidad, estamos viviendo en el filo de una navaja, de un abismo del que resultaría difícil salir. Algo impensable en la Europa del siglo xxi.
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Este informe, a pesar de su
importancia y su calado, ha pasado de puntillas por los telediarios, sin más
atención que la que recibe una noticia más, más o menos impactante, pero sin
entrar en demasiados detalles. Se han mostrado mucho más proclives a hurgar en
la pena de las víctimas de la DANA, algo que no hicieron con las del COVID, tal
vez, porque éstas eran más de 120.000. Y, sin embargo, del informe de Cáritas
se desprenden muchos datos que vienen a confirmar algunas situaciones que nos
resultan incomprensibles hoy en día.
Uno de esos problemas con los que
nos enfrentamos cada día, es el de la escasez de la vivienda.
Algunos simplistas pretenden
justificar el problema argumentando que se debe, casi en exclusiva, a la
especulación inmobiliaria, la codicia de los propietarios y el escaso salario
que se percibe por el trabajo. Y, aunque tienen parte de razón, en realidad, el
problema es mucho, mucho más complejo y debería ser atacado desde diversos
frentes. No basta con que la ministra de turno ponga un teléfono.
Uno de esos aspectos que forman
parte de la ecuación de este problema, se pone de manifiesto en el informe de
Cáritas cuando dice (sic) “La transición migratoria ha transformado España
de país emisor a receptor de 8,8 millones de inmigrantes.”
Es evidente que en España no
permanecen esos 9 millones de inmigrantes, pero en opinión de Narciso
Michavila, fundador de la empresa de demoscopia GAD3, en los últimos años,
entre 2 y 3 millones de inmigrantes, han pasado a formar parte de nuestra
sociedad, de forma estable. Y todas esas personas necesitan una casa donde
vivir. Y a pesar de las fatuas y repetidamente incumplidas promesas del
Presidente, en España no se construye lo suficiente, ni lo suficientemente
rápido.
El suelo pertenece a los
ayuntamientos; el papeleo tarda entre 5 y 10 años en tramitarse; todo el
planeta quiere vivir en España, lo que aumenta de forma desproporcionada la
demanda y pone en serios apuros a los nativos, que ven cómo sus sueldos son
incomparablemente más bajos que los extranjeros.
Además, y por si esto no fuera
suficiente, en España hay más de 1 millón de viviendas vacías, no por la
codicia de sus propietarios, sino por la inseguridad legal ante los okupas; una
actividad en cierta forma auspiciada, promovida o simplemente tolerada por el
gobierno, lo que, sin duda, trae como consecuencia que, si un propietario no
tiene la certeza de que, si su inquilino no abona lo convenido, debe abandonar
la vivienda, aquel decida no poner su vivienda en el mercado.
Y esto nos lleva a tratar otro
asunto que se menciona en el informe: la precariedad laboral.
“La precariedad laboral se ha
normalizado en el mercado laboral, afectando a millones de trabajadores. La
inestabilidad laboral se convierte en la norma, configurando una sociedad donde
esta situación determina la salud mental y contribuye a la fragmentación
social”.
Alrededor del 70% de los
contratos laborales en España son temporales. Y en muchos casos, el hecho de
disfrutar de un empleo no supone que tengas acceso a una vivienda, ni siquiera
en alquiler. Tienes que ser pluriempleado.
“El pluriempleo se dispara un
30% con Sánchez: 582.400 personas tienen más de un trabajo” (Miguel Puga 19/2/2025).
El pluriempleo se ha convertido
para muchos trabajadores en una estrategia de subsistencia para poder
hacer frente a los gastos básicos, incluyendo el alquiler o la hipoteca.
Ahondando en el problema laboral,
España registra una de las tasas de paro juvenil más altas de la
Unión Europea, superando ampliamente la media comunitaria. Mientras que la
media de la UE se sitúa aproximadamente en torno al 14-15% en 2025,
la tasa española ronda el 24%.
Según Cáritas, en España hay más
de 4 millones de personas en riesgo de exclusión severa.
“La clase media española se
está deteriorando, llevando a muchas personas a los estratos más bajos y disparando
la exclusión social severa un 52% desde el año 2007. En total, en
España viven 4,3 millones de personas en la exclusión severa, de los cuales, un
tercio (1,4 millones) son menores de edad. «No fallan las personas, está
fallando el sistema» (J.
Jorrín/R.
Ugalde 05/11/2025)
“La pobreza en España se ha vuelto
más crónica y multidimensional, golpeando con fuerza a la infancia y alcanzando
a sectores de las clases medias trabajadoras, lo que exige respuestas urgentes,
integrales y sostenidas en el tiempo”.
Más adelante, el Informe
continúa:
“El crecimiento económico
coexiste con una privación material creciente que se extiende a las clases
medias trabajadoras, lo que evidencia que tener trabajo no es una garantía suficiente
frente a las carencias materiales”.
Evidentemente, esta situación
económica tan precaria tiene unas consecuencias directas en el tipo y calidad de
alimentación de las personas. En este sentido en el informe se apunta:
” La EINSFOESSA 2024 mide por
primera vez la inseguridad alimentaria en España mediante la escala FIES,
revelando que el 11,6% de los hogares la padece. De acuerdo con la FAO, la FIES
es una escala que, a partir de las respuestas de las personas sobre su acceso a
comida adecuada, clasifica la inseguridad alimentaria en tres niveles
crecientes: leve, moderada y grave. Pues bien, un 4,5% sufre inseguridad leve (baja
calidad alimentaria), un 5,7% moderada (reducción de cantidad, saltarse
comidas) y un 1,4% grave (días sin comer por falta de recursos).”
Es inadmisible de todo punto que,
en España, actualmente, haya personas que padecen hambre y malnutrición.
Podría continuar con el extenso
informe que ocupa más de 700 páginas, pero he preferido resaltar sólo algunos
aspectos que me han parecido más llamativos, por su crudeza.
Y se supone que debemos dar
gracias porque tenemos un gobierno progresista.