Fue hace ya más de 2 años que las noticias de suicidios de adolescentes llegaban a los medios de comunicación para darnos un aldabonazo. Ha pasado el tiempo y no parece que las autoridades hayan avanzado nada en la prevención de esta tragedia.
Al parecer, las escuelas e institutos de Cataluña prefieren poner mucho más interés y medios en detectar si los niños hablan castellano en el recreo y se siguen poniendo de perfil a la hora de responsabilizarse de los posibles casos de acoso con consecuencias desastrosas.
A continuación, el escrito que publiqué en nov de 2020.
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Acabo de leer una noticia: un joven de 17 años se ha suicidado porque sufría acoso escolar por su orientación sexual. Su crimen: ser gay.
Esto del acoso escolar parece un
invento moderno. De hecho, no entiendo la manía de usar el término inglés “bullying”
cuando aquí de toda la vida, ha sido “dar por saco” o como dicen en Cataluña
“empreñar”. Pero de moderno, nada de nada.
Los niños – esas criaturitas
adorables que son los seres más crueles de la Creación – se han mofado desde
que el tiempo es tiempo, de los otros niños cojos, sordos, con gafas – gafotas,
cuatro ojos…- de todos aquellos que tuvieran una tara física o psíquica, de los
que tenían frenillo, aspecto aniñado, y de quienes no eran niños, también. La
naturaleza del ser humano es así. La Naturaleza es así: hay que eliminar al
débil, al diferente. Somos una especie social y cada uno debe ocupar su puesto
dentro del grupo … o ser expulsado.
Desgraciadamente no es el único
caso de suicidio que hemos conocido en España. El año pasado sin ir más lejos,
otro joven de 16 años, se suicidó por el acoso que sufría por culpa de un
compañero. Indagando en el INE, he conseguido acceder a los datos de 2017 y
2018. Allí se ofrece la fría cifra de 273 suicidios en jóvenes comprendidos
entre los 15 y los 29 años (2017) y 268 (2018). Es decir, en dos años, más de
500 jóvenes han decidido que no podían más y se han quitado la vida. A pesar de
la contundencia de los datos y de la tragedia que suponen, jamás se dan
noticias en los telediarios, ni programas de concienciación o de apoyo al
acosado. No existe ningún ministerio específico, como el de la Mujer.
El teléfono contra la violencia
de género aparece en pantalla cada vez que se da una noticia: 016. Existe un
teléfono contra el acoso escolar que nadie conoce porque nunca sale en
pantalla, porque nunca se da ninguna noticia, salvo cuando se suicida la
víctima…y no siempre. El teléfono es muy sencillo de recordar: 900 018 018.
Como se puede apreciar, el esfuerzo de la Administración, es parejo.
La única diferencia que existe
actualmente con respecto al acoso de antaño es que, ahora, ya no se sufre
solamente en la escuela, el instituto, las novatadas de la universidad o las de
la mili. Ahora te persiguen en las redes sociales y el número de acosadores se
multiplica hasta el infinito. Y eso es un factor determinante a la hora de
agravar la situación.
El acosador se ampara en la
impersonalidad de la red, en el anonimato de su alias, en la lejanía de estar
parapetado tras su pantalla de su móvil o de su Tablet o PC. Lo que está al
otro lado no es un ser humano, es sólo un objeto, un nombre, una foto, otro
alias, al que es divertido acosar, mientras al líder se le agasaja y se le
premia.
Si por alguna razón caes en la
tentación de hacerte una foto “subidita de tono” y se la envías a alguien,
tienes bastantes posibilidades de convertirte en alguien más famoso o famosa
que Olvido Hormigos. Y lo peor es que una foto o un vídeo, es como el lema de
un anuncio promocionando la compra de diamantes: ES PARA SIEMPRE.
Curiosa costumbre esta, la de
fotografiarse en pelotas o haciendo guarrerías, y posteriormente darle vidilla
al asunto enviando por el hiperespacio esas imágenes. A veces, ni siquiera es
necesario que se lo envíes a nadie. De repente, un hacker, entra en tu móvil –
sobre todo si eres una actriz de Hollywood – te roba las fotos – o eso dices –
y las hace circular por internet.
Aunque el problema real es que no
necesitas hacerte ninguna foto cuando el depredador de turno ha fijado su atención
en ti. Basta con que seas negro, suramericano, bizco, tener las tetas grandes,
o pequeñas, ser gordo, o demasiado alto, como en el caso de Iñaki
Zubizarreta, quien recientemente ha publicado un libro ([1]) sobre su personal calvario.
Es decir, una vez más, se persigue al diferente que, además, muestra alguna
debilidad, o que su extremada sensibilidad se percibe como una debilidad.
Pero para que
haya acoso no basta con que exista un acosador. El acosador necesita de su
público, de su corte, de los que le animan, apoyan y le ríen las gracias. Y en
este contexto, tan culpables del delito es uno, como todos los que participan
en él, aunque sea de manera pasiva.
Hay diferentes
tipos de acoso, pero antes, deberíamos definir cómo identificar el acoso, cómo
se define, cuándo comienza.
El DRAE define
“acosar” como: “Perseguir, sin darle tregua ni reposo, a un animal o a
una persona. Apremiar de forma insistente a alguien con molestias o
requerimientos.”
Y sin abandonar el Diccionario de
la Lengua, veamos cómo define el término “acoso”:
acoso escolar
En centros de enseñanza, acoso que uno o varios alumnos ejercen sobre otro con el fin de
denigrarlo y vejarlo ante los demás.
acoso laboral
Práctica ejercida en el ámbito del
trabajo y consistente en someter a un empleado a presión psicológica para
provocar su marginación.
acoso sicológico.
Práctica ejercida en las relaciones
personales, consistente en dispensar un trato vejatorio y descalificador a una
persona con el fin de desestabilizarla psíquicamente.
acoso sexual
Acoso que tiene por objeto obtener los favores sexuales de
una persona cuando quien lo realiza abusa de su posición de superioridad sobre
quien lo sufre.
De estas acepciones ([2]) podemos considerar
al acoso como una conducta de naturaleza ofensiva y perturbadora
en la que la persona acosada experimenta sentimientos de angustia y malestar.
Por lo tanto, las dos características principales que
debemos tener en cuenta a la hora de juzgar una conducta como acoso son:
- Repetición: las conductas llevadas a cabo por el acosador
deben de haber sido llevadas a cabo más de una vez o pueden ser
susceptibles de ocurrir más veces.
- Desequilibrio: la persona acosadora utiliza su poder (físico,
psicológico, social, etc.) para ejercer un control o perpetrar una serie
de conductas perjudiciales a la persona acosada.
Por lo que se
refiere al acoso escolar, ha quedado claro qué papel desempeñan los distintos
protagonistas. Por un lado, el acosador y su grupo y por otro, el acosado. Pero
me gustaría incidir en la enorme responsabilidad de los centros educativos en
la detección, denuncia, seguimiento y erradicación de este tipo de conductas.
Es claro que
una escuela o instituto no es una comisaría de policía y que los profesores, es
obvio, no pueden controlar a cientos o miles de alumnos que a diario asisten a
sus clases, pero no solamente me niego a creer en la imposibilidad de mantener
este status quo de los centros, sino que les acuso directamente de mantener unas
posturas extremadamente contemplativas ante un problema como éste, hasta el
punto que en casi todos los casos que se han conocido por los medios de
comunicación, los que han tenido que abandonar el centro, son los acosados y no
los acosadores.
Citando a la
misma fuente de antes (2) parece bastante fácil detectar cuándo se produce
un acoso laboral. Según estas fuentes las consecuencias de este maltrato
pueden ser tanto físicas como psicológicas. Dentro de las cuales se incluyen:
- Temor de
asistir a la escuela.
- Ansiedad
y nerviosismo.
- Depresión.
- Aislamiento.
- Suicidio.
¿En qué están
pensando los padres de estas criaturas que no son conscientes de los cambios
que están sufriendo sus hijos? ¿No se dan cuenta de su comportamiento? Es su
responsabilidad directa detectar este tipo de circunstancias a través de la
actitud de sus hijos.
Si los centros
educativos deben cumplir un papel fundamental en la formación de los principios
y las bases de unos seres humanos, se está enviando un mensaje erróneo cuando
los que tienen que abandonar el centro son las víctimas y no los verdugos. Si
el Ministerio de Educación adoptara medidas disciplinarias más drásticas y tras
una exhaustiva investigación policial, PREVIA DENUNCIA DEL PROPIO CENTRO O DE
LOS PADRES DE LA VÍCTIMA, se determinara la expulsión inmediata del centro de
los delincuentes, las familias del resto, se sentirían apoyadas y protegidas
por el sistema, al tiempo que serviría de ejemplo para el resto de posibles
delincuentes y así probablemente, se erradicaría el acoso. Sin embargo, ya
conocemos cuál suele ser la respuesta de dichos centros: Yo no sabía nada…no
teníamos constancia…eso no depende de mí…yo mandé una carta a la dirección de
zona…etc. o sea: balones fuera y ¡oh,
señor, aparta de mí este cáliz!
Si tras la
investigación policial y la detección de los acosadores, la víctima llegara al
suicidio, los padres del acosador y el centro educativo, deberían afrontar
responsabilidades penales. Lo que no es admisible es que la muerte de un hijo
por culpa de una panda de gilipollas, salga gratis a los gilipollas. Es más, en
casos así, yo soy de la opinión de expulsarles del sistema educativo. Que
ningún centro PÚBLICO, aceptara que dichos individuos estudiasen en su centro.
Hemos actuado
con total firmeza para erradicar la violencia en el fútbol. Se han terminado
las aficiones que entraban gratis en los campos para animar a sus respectivos
equipos y también para amedrentar a los seguidores rivales. Se puede hacer.
Si no actuamos
con la suficiente firmeza haciendo que los jóvenes sean capaces de respetar al
diferente y si no castigamos a los acosadores, tarde o temprano la cosa acabará
en agresión. Y esa es otra de las malditas costumbres que tienen los
acosadores: niños de trece, catorce, quinces años, propinando una paliza a su
pobre víctima, que totalmente acobardada, es incapaz ni siquiera de denunciarlo
a sus propios padres y mucho menos a la policía o al centro. Y esto mismo lo
hemos visto estos días en tv. Una chica de catorce años, propinando patadas,
puñetazos y golpes por todo el cuerpo, a otra niña de su edad, mientras un
grupo lo gravaba en sus móviles sin hacer nada para evitarlo.
El matonismo
ha anidado en nuestro sistema educativo y me pregunto a qué se van a dedicar
esos agresores cuando afortunadamente salgan del sistema y tengan que
incorporarse a la universidad o al mundo laboral. ¿Cuál va a ser su siguiente
salto en el escalafón del delito? ¿Una violación en grupo a una pobre chica a
la que previamente han drogado? ¿Y grabarlo todo y subirlo a Instagram? ¿Es eso
lo que estamos fabricando en nuestras escuelas: matones, acosadores, cobardes,
víctimas y cómplices?
Lamentablemente
el Ministerio de Educación, está mucho más pendiente de aprobar a todos los
inútiles, antes que abordar un asunto tan escabroso como este.
Me pregunto si
al Ministerio de Igualdad le podrían interesar estos asuntos. Si están
interesados o interesadas en la igualdad de todos y todas, los y las
estudiantes; en su derecho a estudiar sin que ningún hijo o hija de puta les
amargue la vida y acaben suicidándose.
Me pregunto si
al ministro de Asuntos Sociales, está exclusivamente focalizado en las
Residencias de Mayores, y los centros educativos caen fuera de su ámbito
natural.
Me pregunto si
el ministro del Interior, podría estar interesado en los comportamientos de los
acosadores dentro de los centros educativos, de sus consecuencias, o si, como
parece ser, sólo le preocupan aquellos que se manifiestan en la calle contra el
gobierno y portando la bandera española en Núñez de Balboa.
Me pregunto si
en la próxima rueda de prensa del presidente del Gobierno, va a realizar algún
panegírico del último acosado suicidado y va a lamentar su muerte, del mismo
modo que lamenta el suicidio de un hijo de perra etarra en la cárcel.
Me pregunto si
al ministro de Justicia – el novio de la presidenta del Congreso – le podría
interesar modificar el Código Penal, - algo que parece que le preocupa mucho
porque tiene 200 años - para incluir la figura del acosador escolar con
resultado de muerte, o si sólo está interesado en suavizar el concepto de
sedición.
Resumiendo: ¿me
pregunto a quién coño le interesa este asunto además de a los padres, amigos y
familiares de las víctimas?
Hasta aquí, he
hablado del acoso escolar entre escolares. Pero ahora te voy a contar un caso
de un niño que sufrió acoso escolar por parte del propio centro escolar.
Llamativo, ¿no?
El niño era un
chico normal, salvo que hacía tres años que se había muerto su padre. No era
nada travieso, siempre tenía una excelente conducta, no era brillante en los
estudios. Vivía muy lejos del colegio de curas al que acudía. Su vida consistía
en salir de casa a las 07.00 de la mañana, pasarse una hora o más en dos
autobuses cruzando Madrid para llegar al colegio, y terminar el día a las 1as
19.00 o más, llegar a casa, y ponerse a hacer los deberes del día siguiente. No
había juegos, ni compañeros. El niño, de once años, viajaba solo de punta a
punta de Madrid.
Pero hubo un
cura que la tomó con el chaval. Por la razón que fuera. Y el chico comenzó a
viajar por el circuito antes descrito:
- Temor de
asistir a la escuela.
- Ansiedad
y nerviosismo.
- Depresión.
- Aislamiento.
Afortunadamente,
no llegó al suicidio. Se quedó “sólo” en un principio de úlcera de estómago.
Los dolores le hacían llorar en clase y algún cura mostraba su calidez humana y
le aconsejaba que se pusiera en la tripa el abrigo para darle algo de calor y
así aliviar el dolor.
Después de
varios meses sufriendo en silencio, acudió al médico. El médico le hizo tragar
una papilla que sabía a rayos, le recomendó una dieta suave y aconsejó que
dejara de ir al colegio durante tres meses.
El niño tenía
11 años.
Al regresar al
colegio, el trato cambió radicalmente. El niño parecía haberse vuelto
invisible. Pero eso era preferible a los dolores de estómago.
Al finalizar
el curso, por algún extraño sortilegio, aprobó. Como hacía siempre. Ya fuera
por un complejo de culpa de los docentes, ya fuera por vete tú a saber qué, el
caso es que aprobó.
Por cierto,
era el mismo colegio en el que también daba clases otro cura, un tal Ángel
Gabilondo, hoy representante del PSOE en el Senado de Madrid.