Siempre es difícil empezar a comparar. Lo que sea, pero si además comparamos países, la cosa se complica más. Y si esos países son vecinos y con un nada desdeñable pasado de encontronazos y algunas cuentas pendientes, como España y Francia, más aún.
Enseguida surgirán las
comparaciones entre los quesos, los vinos, los champañas, las carnes, la
pastelería, la ropa, los diseñadores, los coches, los hoteles, las playas…y un
largo y aburrido etcétera. Todo eso es discutible y cada cual puede enzarzarse
en horas de estériles discusiones, pero yo hay dos cosas antes las cuales me
rindo. Una de ellas es La Marsellesa.
Aunque no sea mi himno no puedo
evitar que se me ponga la piel de gallina cuando en un campo de fútbol a
reventar de gente, todos, absolutamente todos, se ponen a cantar un himno, que
sólo de verlo y escucharlo por televisión se me ponen los pelos de punta. ¡Qué
envidia! Todo un campo, miles y miles de personas cantando junto con los
jugadores, el banquillo, las autoridades en el palco; todos juntos.
A pesar de las diferencias – que las
hay – entre los franceses de una región y los de otra, a pesar de los dialectos
que hablan, que hay varios, a pesar de todo, cuando escuchan su himno
participan activamente en la ceremonia mostrando su respeto.
Aquí, no. En España desde hace
tiempo se ha puesto de moda que algunos ansiosos de llamar la atención se
dediquen a silbar el himno español, faltando el respeto a todos los demás para
los que significa algo y sin importarles lo más mínimo su comportamiento. Lo
llaman libertad de expresión. Pero lo malo es que el himno no es lo único
contra lo que se lucha. En el paquete también están incluidos todos los
símbolos nacionales: la bandera, la Monarquía, el ejército…
Hablaba al principio de que había
dos cosas que envidio de los franceses. La segunda es esa unidad social que se
dispara en momentos puntuales, como cuando se trata de convocar una huelga
general. ¡Dios mío! ¡Eso son huelgas generales! Cuando en Francia alguien llama
a la huelga general, en verdad, se paraliza todo el país. Y no durante un día,
no. Las protestas duran semanas, a veces meses.
Me impresiona comprobar el nivel
de convocatoria de unos sindicatos franceses en contraposición con los
amancebados de CC.OO y UGT, que lo único que hacen es engordar sus arcas y sus
buches a costa del dinero de todos aquellos que jamás les hemos votado. Así las
cosas, jamás se les ocurrirá levantarse en contra de quien les está haciendo
ricos, o sea, el gobierno comunista de Sánchez.
Ahora mismo, en estos días,
estamos viendo en televisión unas manifestaciones multitudinarias, tanto en
París como en otras ciudades de Francia, porque el gobierno ha decidido por
decreto, aumentar la edad de jubilación desde los 62 hasta los 64. Las imágenes
que nos muestran los telediarios nos recuerdan las de aquellas semanas de
vandalismo descontrolado en Barcelona por la sentencia del golpe de estado del
1-O.
Mientras tanto, aquí, en España,
los sindicatos están encantados con que la edad de jubilación se encuentre ya
en los 67, que los años cotizados aumenten de los 25 hasta los 29 y permitiendo
eliminar los dos años peores, aunque a pesar de todo, intuimos que las
condiciones empeorarán en un futuro, todo lo cual, no parece que sea suficiente
para que los sindicatos organicen manifestaciones, protestas y muchos menos
huelgas generales, no vaya a ser que el gobierno se arrepienta de concederles
millones y millones para mantenerles con la boca cerrada y el culo pegado a la
mesa del restaurante, mientras el dinero les llega “titos Bernis” mediante.
Por eso, hay cosas que envidio de los franceses.