Mostrando entradas con la etiqueta selfi. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta selfi. Mostrar todas las entradas

viernes, mayo 02, 2025

Mi vida por un selfi.

En los últimos 15 años más de 500 personas han perdido la vida por hacerse una foto en lugares demasiado arriesgados.



De vez en cuando los medios de comunicación nos sorprenden con noticias que, a mí, personalmente, me dejan estupefacto, incrédulo. Jóvenes que se suben a rascacielos, se encaraman a una barandilla para hacerse una foto y terminan abajo, muertos. Otro que decide bajar una montaña en bicicleta a toda velocidad para grabarlo en vídeo, y termina dándose un trompazo de padre y muy señor mío y con la mitad de los huesos rotos. Una joven de 26 años que se arrima a la escollera para hacerse una foto y termina cayendo entre las piedras, al mar y rescatada medio muerta por los servicios de emergencia, que, de paso, también se estaban jugando la vida.

Los hay que prefieren escalar edificios sin más herramientas que sus manos. Otros deciden tirarse en paracaídas a un agujero profundo y oscuro, en el que su escasa anchura, lo convierte en algo extremadamente peligroso. Otros deciden volar con un traje especial a modo de ardilla voladora, y llevan sobre su casco una cámara que lo va grabando todo. Y en ocasiones, el sujeto calcula mal y se estampa contra una montaña.

Y todo eso, ¿para qué? ¿Para ser famoso en Instagram o en Youtube? ¿Para reclamar atención y conseguir más visitas a mi canal personal, donde lo único que hago son estupideces? ¿Tan imprescindible se hace la necesidad de ser invadido por un tsunami de adrenalina?

Parece evidente que la percepción del riesgo, en cuanto a actividades lúdicas, - no laborales-, brilla por su ausencia. Da la impresión de que se creen inmortales, que nada les puede suceder.

“Estudios en psicología sobre la adopción de comportamientos seguros o peligrosos concluyen que las actitudes y las creencias son factores determinantes en la adopción de un comportamiento, donde una percepción adecuada de los riesgos puede conducir a la adopción de comportamientos seguros (Kouabenan, 2006). “

En este sentido, existe un muy interesante estudio llevado a cabo por la doctora “Stajnolovic, Milena (2015). Percepción social de riesgo: una mirada general y aplicación a la comunicación de salud. Revista de Comunicación y Salud. Vol. 5 pp. 96-107.”  

De este estudio voy a extraer unas líneas que creo que ilustran muy bien el estado mental de estos individuos.

“La falta de la percepción de riesgo se considera una de las formas de resistencia a los mensajes persuasivos más frecuentes entre los receptores, especialmente cuando se trata de comportamientos adictivos.  Esta tendencia se basa típicamente en la creencia de que uno es único e invulnerable ante las consecuencias negativas de cierto comportamiento (falta de percepción individual de probabilidad de daño, o percepción de invulnerabilidad). Esto le lleva consecuentemente a la resistencia al mensaje persuasivo porque el individuo supone que este no se refiere a él/ella (Moyer-Gusé y Nabi, 2010).  La invulnerabilidad percibida representa un “sesgo optimista” independiente del nivel de conocimiento e información sobre una cuestión de salud del que individuo dispone. Debido a la invulnerabilidad percibida, los individuos se involucran en comportamientos de riesgo, a pesar de amplio conocimiento que tienen sobre las consecuencias nocivas que estos conllevan (a modo de ejemplo, practican el comportamiento sexual de riesgo, abusan de sustancias lícitas e ilícitas, etc.). Asimismo, los individuos pueden considerar que las consecuencias de una conducta no recomendada no son tan severas como para renunciar a ella, en comparación con el placer o los beneficios que conlleva (percepción de ausencia de severidad).”

A la conclusión de que esos individuos se sienten invulnerables, ya habíamos llegado todos de modo intuitivo. Lo que no sabíamos bien era si se trataba de algún virus contagioso o de la incomprensible decisión de miles de seres humanos alienados.

Hace unos días, en uno de esos macro botellones, la periodista preguntaba a unos jóvenes y una de ellas pretendía justificar estas ansias de salir y divertirse, argumentando que, como consecuencia de la pandemia, los jóvenes son los que más han sufrido psicológicamente al estar encerrados en casa. Según esta teoría, a todos los demás no nos ha podido afectar porque ya somos mayores y no tenemos esas necesidades. No necesitamos salir a la calle, ni hablar con amigos, ni que nos dé el sol, ni tomarnos una tapa en un bar, ni nada de eso, ni abrazar a las personas que queremos.

Habida cuenta de que los mensajes que se envían a la sociedad, es evidente, que a todos estos les resbala por el impermeable, ¿qué solución habría que adoptar? Pues si las recomendaciones no surten efecto y queremos atajar las consecuencias, sólo resta la mano dura. ¿Daría resultado? No creo. A no ser que del macro botellón fueran directamente internados en un campo de concentración y pasaran la cuarentena allí.

Yo, siempre que aparece una noticia de este tipo, de alguien que se sube a algún sitio para hacerse un selfi y termina muerto, sostengo una sentencia: “la Naturaleza es sabia y elimina a los más débiles”.