Cuando uno decide trabajar en una empresa, lo hace con el
consentimiento tácito o expreso de tener que asumir las decisiones que se toman
en esa empresa, su política y sus estrategias. Hay quien decidió en su día ser
funcionario y al parecer, sin que nadie lo advirtiera, accedieron al puesto con
reservas mentales acerca de si obedecerían ciertas normas o algunas leyes, si
éstas, no encajaban con su propia filosofía y su visión política. Pues la cosa
es sencilla: dimite. Pírate.
Esto ya no es como aquellos primeros años en los que algunos médicos y farmacéuticos, se negaban a prescribir y despachar, respectivamente, anticonceptivos,
alegando problemas de conciencia. Oiga usted. Usted tiene una profesión en la
que ha jurado atender a todos los necesitados, no sólo a aquellos que sean de
su corriente ideológica.
Pues con los maestros, sucede lo mismo. El que no esté de
acuerdo con la decisión del Ministerio o de su Consejería de Educación, que se
calle y que dimita. Aquí, no hemos venido para cumplir exclusivamente con
aquellas leyes, normas y medidas que nos satisfacen porque encajan con nuestros
ideales políticos. Aquí hemos venido a trabajar. Se puede hacer huelga porque
no te pagan, te pagan tarde, te hacen trabajar demasiado o te echan de manera
injusta. Para lo demás, a currar!.