Los Podemitas, están tan exultantes y
enfebrecidos, como las tropas aliadas que entraron en la Guarida del Lobo en la
Segunda Guerra Mundial. Han accedido al sancta sanctórum del poder, al lugar
donde reside la casta. Están en el mismo Olimpo. Casi, casi, se les escapa eso
de “…las fuerzas bolivarianas han alcanzado sus últimos objetivos parlamentarios…”.
Es evidente que están tan pagados de sí mismos, tan ufanos y orgullosos de lo
que han conseguido, que no son conscientes de que allí se va a trabajar por los
que están fuera y que entrar, sólo es un medio, no un fin en sí mismo. Es más, se trabaja por el bien
incluso, de los que no te han votado. Pero claro, habiendo empezado en la
Puerta del Sol hace unos años y terminar ahí, a uno hace que se le suba el
pavo. Sobre todo cuando le importa un bledo el resto de españoles. Por eso,
porque les importa un bledo, los protagonistas tienen que ser ellos. Por eso,
se permiten el lujo de dimitir para el puesto que han sido elegidos en Bruselas,
traicionando a sus votantes que han sido utilizados para sus particulares
fines, y se trasladan a casita, a Madrid, que se vive más calentito y se está
más cerca de donde se cocina todo. Y porque aquí, cuando hacen ruido, siempre
hay alguien dispuesto a servir de altavoz y de cla, mientras que en Bruselas,
les tildarían de exaltados, raros, extravagantes y leninistas. O sea, lo que
son.
No sé si fue en la película Maverick, cuando
en un momento dado aparece un indio cabalgando de espaldas sobre su caballo. La
estampa, llamativa de por sí, es explicada por el supuesto jefe de la tribu: “Está
enfadado y muestra así su disconformidad”. Y eso es exactamente lo que esta
panda de sucios zarrapastrosos, extremistas, adoradores de Stalin y Pol Pot, que
comparten entre todos una única neurona, se ha dedicado a hacer en el Congreso
durante la jornada inaugural y el juramento o promesa de acatamiento a la
Constitución: hacer el indio.
Como nenes malcriados y consentidos, cuando hay visita en casa, se han
dedicado a llamar la atención de todas las formas imaginables - al menos, para
su escasa imaginación -, mientras sus mayores, se dedicaban a hacer algo por
aquellos que les han llevado hasta allí. La utilización de fórmulas, cuanto
menos pintorescas, de prometer respetar la Constitución, es sólo una de ellas.
La bulla, el circo y el esperpento a las puertas del Congreso, con banda de
música incluida; la demagógica exhibición de bicicletas para acudir al Palacio,
que les van a durar lo mismo que a la Carmena, o sea, un día (ya verás como
luego van en metro); los vaqueros, las zapatillas y las rastas, que nos auguran
un verano de chanclas, pantalones piratas y camisas hawaianas. Y lo mejor de
todo, el uso político de un bebé, con nada incluida, que tenía como supuesto
objetivo llamar la atención de las madres que trabajan y tienen hijos, cuando
en el propio Congreso ya existe una guardería. Pues sepan ustedes, señores
diputados de PODEMOS y demás, que en el Congreso han trabajado señoras madres
que tenían no 1 bebé, si no 6, 7. Y además, era Ministra. Y en este caso me
refiero a Isabel Tocino, por poner un ejemplo.
En esta amalgama de partidos - cada uno de su
padre y su madre -, lo que realmente prevalece por encima de todo, es el selfi
político. O sea, el culto a la personalidad individual, tan del gusto de
dirigentes marxistas como Stalin, Mao, Fidel, Maduro o el de Corea del Norte. A
éstos, les importa un bledo si sus ideas tienen sentido, son aplicables o
reportan algún beneficio a los demás. Ellos están ahí para aplicar su ideario
marxista, a sangre y fuego si fuere menester, como lo han hecho sus amigos en
Venezuela, siguiendo sus consejos y por los que han cobrado su buen dinerito. Y
cuando el pueblo se revela y vota en las urnas y vence, se utilizan los medios
que haga falta para contrarrestar esa pérdida.
Son autócratas, sólo se necesitan a ellos
mismos. Están en posesión de la verdad absoluta y tan sólo usarán a otros partidos,
para pactar lo que les convenga, en función de sus exclusivos intereses. La
política del preservativo.
Me temo que a no mucho tardar, el hemiciclo
va a tener que ser desinfectado. No encaja bien esa imagen de querer limpiar la
política con ese aspecto de piojosos malolientes con el que nos regalan sus señorías. Habrá
que ver cuánto tarda algún fotógrafo avispado en pillar in fraganti a algún
diputado podemita, fumando un canuto en algún tugurio de la zona de Huertas,
esnifando coca en algún macro botellón en un parque público con los colegas del
barrio, conduciendo bajo los efectos de las drogas o el alcohol o ambos, o
fornicando en la vía pública con la choni de turno.