La Universidad, en general, debiera ser un
lugar de debate fundamental de ideas. Se entiende que de ideas diversas,
algunas contrarias, otras afines y otras al fin irreconciliables con las
primeras, pero siempre dentro de un ámbito tolerante. Cuando en la Universidad
unas ideas se imponen por la fuerza a todas las demás, pierde su esencia de
contraste, de debate de confrontación ideológica, para convertirse en una
máquina alienante y de imposición del mal llamado Pensamiento Único, cuando no
directamente, de persecución ideológica. Y eso es exactamente lo que sucedió en
la Facultad de Ciencias Políticas de Somosaguas en Madrid.
Todos saben que dicha Facultad es la cuna de
PODEMOS y de todos los movimientos circundantes que dieron lugar al partido.
Los Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa y
demás, coincidieron en sus aulas como ilustres profesores, al tiempo que
compaginaban su actividad docente con sus trabajos de asesoramiento al gobierno
bolivariano de Chávez y después de Maduro.
La camarilla terminó por adueñarse de la Universidad. No sólo de sus aulas donde
impartían sus enseñanzas, sino también de la sala de profesores, donde
debería ser un lugar de asueto, de esparcimiento, de diálogo y de descanso,
pero sin llegar a lo que se convirtió al final: en un fumadero de derivados del
opio, en un antro donde fundamentalmente, se jugaba a las cartas y que
normalmente no frecuentaría ninguna persona decente en su sano juicio.
Las tareas docentes y las relaciones cada vez
más estrechas con la camarilla de los correligionarios, daban juego para mucho.
Que si hoy organizamos una manifestación en contra de la guerra - da igual de
qué guerra se tratase, siempre que no fuera Venezuela, claro - o mañana invitamos
a Chávez a nuestro auditorio.
Mientras tanto, Monedero, presumía de sus
éxitos en Venezuela enviando SMS al móvil personal, a una de sus alumnas. Al
tiempo, Chávez, era recibido como un héroe en la Facultad de CCPP, en su viaje
oficial a España.
Fue en esta visita cuando una de las alumnas
de la Facultad, de nacionalidad Venezolana, tuvo un enfrentamiento directo con
ese supuesto social-demócrata llamado Juan Carlos Monedero. Ante la pregunta -
estúpida por demás - de qué le parecía Chávez y su gobierno, la venezolana,
exiliada en España por razones ideológicas, le dejó bien claro que no compartía
sus gustos. Ante semejante demostración de sinceridad extrema y sin haber dado
muestras de sentirse intimidada ni por la presencia del excelso líder
bolivariano ni por el insigne profesor Monedero, éste, no tuvo mejor ocurrencia
que comenzar una serie de insultos, entre los cuales el más suave fue “tú eres una hija de puta fascista”. Si
ya de por sí, este tipo de actitud dice poco - o mucho, según se mire - del
talante del que se pronuncia de esta forma, mucho menos es aceptable cuando se
trata de un profesor de una Universidad, en la que supuestamente se imparten
asignaturas tendentes a abrir las mentes, al razonamiento y al debate, y no una
única y exclusiva ideología como la marxista leninista.
A los pocos días, los suficientes como para
que no se pudiera establecer claramente una relación causa-efecto, la
estudiante venezolana fue expulsada de la Facultad.
Estos son los social demócratas que pretenden
ir dando lecciones de cualquier cosa que se les ocurra, pero sobre todo, de
demócratas. Mucho votar, mucha asamblea, mucho protocolo de asambleas, pero cuando
se trata de respetar - que no de compartir - las ideas de otros, “como una olla”,
que decía Rocío Jurado. ¿O no era así exactamente la canción?