El número de teléfono que aparecía en la
pantalla, indicaba que la llamada venía de Francia. Sorprendido y algo
expectante, respondió con un simple “sí?”. La voz al otro lado del teléfono,
contestó en perfecto español pero con un marcadísimo acento árabe.
- Le llamaba por el anuncio del apartamento
que se alquila en Marbella.
- Sí. Dígame.
- ¿Está disponible para Semana
Santa?
También tiene guasa que un árabe pretenda
hacer vacaciones de Semana Santa, pensó él.
- Sí.
- El precio de mil euros es por
un mes, verdad? - preguntó el árabe.
- Pues no. El precio que aparece
es precisamente para la Semana Santa.
- Ah! - respondió algo sorprendida
la voz.
Y a partir de ahí comenzó a intentar contar
una historia que tuviera algo de coherencia, de consistencia, pero que con el
tiempo, cada vez tenía menos.
- Es que verá. Tengo unos clientes
franceses que estarían interesados en alquilar la vivienda.
- ¿Es usted una agencia?
- Bueno…no…es que, verá yo trabajo
en un hotel y estos señores son unos amigos.
- Perdone. No he entendido bien. ¿Me
dice que usted trabaja en un hotel?
- Sí.
- Y que estas personas que usted menciona,
¿no quieren hospedarse en el hotel y prefieren hacerlo en un apartamento?
- Bueno…sí. Es que son amigos
míos. Pero antes de nada, debo decir que mi comisión es el 20%.
- Pues ese 20%, se lo suma usted a
los mil euros. Los mil euros son para mí, netos.
- Bueno déjeme que lo hable con
mis amigos.
Durante un par de días, el teléfono francés enmudeció,
lo que fue interpretado como una renuncia a las condiciones o vaya usted a
saber a qué. El caso es que, al cabo de un tiempo, volvió a sonar, aunque esta
vez, el teléfono era español.
-¿Hola? Soy Mohamed, otra vez.
Hablamos el otro día por lo del apartamento en Marbella.
- Sí, dígame - dijo sorprendido él
por la resurrección del árabe justo en Semana Santa.
- He estado hablando con mis
amigos y estarían dispuestos a pagar 750 euros por la semana.
- Ya, pero es que hoy es lunes. La
Semana Santa empieza hoy.
- Bueno eso no es problema.
Pensando a toda velocidad, él volvió a
preguntar al moro.
- ¿Y cómo es que van a pagar por
algo que ni siquiera han visto ni visitado? Es más, ni siquiera usted ha estado
aquí para ver el apartamento.
- Bueno yo les he dicho que está
como en las fotos. ¿No es así?
- Sí. Está exactamente igual que
en las fotos.
- Vale. Entonces mis amigos,
vienen hoy. Aterrizan a eso de las 14.00. Pueden ir a visitar el piso a eso de
las 17.00.
Él, alucinaba cada vez más. Supuestamente,
había unos franceses - de origen árabe, por supuesto - que viajaban desde
Francia, aterrizaban en Málaga y sin disponer de alojamiento, se aventuraban a visitar un apartamento que no conocían y por
el que se habían comprometido a pagar 750 euros. Y todo eso en cuestión de
horas.
- ¿Y la comisión te la pagan tus
amigos? - preguntó él bastante mosqueado.
- No. De ahí hay que restar la
comisión.
- Déjame que lo piense y llámame
en una hora. Dices que ellos vienen a las 17.00 a ver el apartamento?
- Sí. Pues llámame a eso de las
16.00. Para entonces ya tendré una respuesta.
Había demasiados cabos sueltos en todo ese
embrollo. Un supuesto trabajador de un supuesto hotel, supuestamente de lujo, decía
tener unos supuestos amigos, los cuales en vez de alojarse en el supuesto hotel,
prefieren arriesgarse a alquilar un piso que no habían visto jamás y pagar por
él.
- A mí no me encaja nada - dijo él
a su esposa.
- La verdad, es que es todo muy
raro - dijo ella. Pero en todo caso, son 750 euros.
- Siempre que los tengan en
metálico, claro.
Antes del horario convenido, el árabe, volvió
a llamar para cerrar la operación.
- Bueno entonces, les digo a mis
amigos que vayan a esa dirección a las 17.00, no?
- ¿Y tú? ¿Es que no vas a venir? -
preguntó tremendamente sorprendido él.
- No. Es que no puedo porque a las
17.00 horas, salgo para París.
- ¿Cómo? ¿Qué ni siquiera vienes a
acompañar a tus amigos?
- Es que me es imposible. A esa
hora tengo que estar en el aeropuerto. Pero puedo mandar a un compañero del
Servicio de Mantenimiento del hotel para que les acompañe.
Él intentaba recopilar la información que
había ido recogiendo y procesarla.
En resumen se trataba de que unos
desconocidos, de los que no sabía sus nombres, cuántos eran, su procedencia, ni
ningún dato personal, se presentarían en su casa con la esperanza de que en ese
momento, le depositaran en la mano el importe del alquiler. Todo ello, mediante
la supuesta mediación de un desconocido, que ni siquiera había visitado el
piso. Y a todo eso había que añadir que en vez de 1.000 euros netos, le iban a
dar 750 y de ahí a descontar el 20% para el moro.
- Búscales a tus amigos otro
alojamiento. Y tú, no vuelvas a llamar.
Lo rocambolesco de la historia, hizo que él
se pasara varios días dándole vueltas a algo que no tenía ni pies ni cabeza.
Era kafkiano todo aquello. Siempre que se enfrentaba a algo que no encajaba,
suponía un reto a su lógica. Pero lo más preocupante fue la hipótesis que se le
ocurrió un par de días después y que podría explicar perfectamente la situación.
- Imagina - le dijo a su mujer -
que este individuo es un yijadista. Un menda cercano a AlQaeda. Mediante esta
martingala, estaría consiguiendo alojamiento a un posible comando terrorista,
al tiempo que nadie podría identificarle a él, ni a sus compinches. Nadie tiene
datos que les pudieran relacionar. Ni entre sí ni con el alquiler. No hay
contrato, no hay fotos, no hay transferencia de dinero.
- ¡Qué imaginación! Este es sólo
un buscavidas que sabe cómo funciona el sector, porque eso se nota.
- ¿Y la primera vez llama desde un
teléfono francés y después desde uno español? ¿Y sin ver el piso? ¿Y cómo
pensaba cobrar nuestra comisión? ¿Se iba a ir a Paris sin cobrar el 20%? ¿Y sin
acompañar a sus “amigos”? Te digo yo que aquí hay gato encerrado. Luego se
quejan. Esto sólo se le ocurre a un moro!