Las compañías eléctricas son como los del
Ministerio de Hacienda, el Ayuntamiento o los médicos forenses: jamás te dan
una buena noticia. Día tras día y año tras año, cada vez que saltan a la
palestra de las páginas de las noticias, es para aguarnos la fiesta. Y además,
sus enrevesados criterios por los cuales nos chupan la sangre, los esconden
detrás de unas ininteligibles facturas, dignas de un Máster en la U. Rey Juan
Carlos.
En este caso, voy a hablar de las prácticas
de ENDESA, pero bien podría valer cualquiera, porque en el fondo, igual que las
petroleras, constituyen casi una mafia.
La situación es la siguiente: vivienda
vacacional en la costa de Cádiz. O sea, que sólo está habitada de junio a
septiembre y no el 100% de todo ese tiempo. Sin embargo, desde hace algunos
años, el recibo de la luz ha venido sufriendo un aumento paulatino sin una
razón que lo justifique.
De entrada, los 80 vecinos de la
urbanización, disponen de un contador moderno. El único que sigue siendo de los
tiempos de Maricastaña es el nuestro. Y nadie sabe dar una explicación. De
hecho, no hay ningún teléfono de asistencia para que puedan informarte.
El caso es que, aparte de lo del contador,
cuando repasas las facturas de los últimos años, te das cuenta que hay un
factor por el que te están clavando - literalmente - unos 40 euros por el
morro. El concepto dice lo siguiente: “por no disponer de ICP”. ¿Y qué es el
ICP? Es el interruptor de control de potencia. Es decir, el aparato que viene a
sustituir a los antiguos “plomos” que saltaban cuando se pretendía consumir más
potencia de la contratada. Aunque lo más curioso es que dicho importe, varía de
un mes a otro y no hay dos iguales. Pues bien, a ese misterioso importe
fluctuante, hay que añadirle el IVA y hasta el momento presente, el importe acumulado
de lo facturado, asciende a más de 1.200€.
Pero es que hay más. Una cosa es tener el
contador de la luz, de los tiempos de Herodes el Grande y otra es que hace casi
dos años, que no va nadie a leerlo. Y claro cuando te pones a echar números y
certificas que incluso en invierno, te están metiendo unas clavadas por un
consumo que no se está produciendo, es cuando decides ponerte el cuchillo entre
los dientes y vas en busca del primer oficinista de ENDESA que te cruces.
Lo normal en casos así, sería acudir a la
oficina que ENDESA tuviera en el municipio. Sería lo normal, pero en este caso,
ENDESA ha decidido cerrar dicha oficina. Y entonces comienzas por internet la
búsqueda de la más cercana, a ser posible, en la propia provincia de Cádiz.
Después de dedicar un buen rato a dicha tarea, consigues descubrir que tienes
dos oficinas a tu disposición: una en el Puerto de Santa María y otra en Jerez.
Eso sí, por más que has insistido, no consigues obtener ningún teléfono de la
oficina de el Puerto.
Como tu GPS está tan obsoleto como el contador
de la luz, tienes que echar mano de las últimas tecnologías de las que dispones,
porque no es capaz de saber dónde narices está la dirección que le has puesto.
Tu teléfono móvil, una App y tu pantalla de navegación de tu coche, te
resuelven el problema. Ya has encontrado la dirección que buscabas. ¡Y una mierda!
Cuando tu GPS ultra moderno extra luxury king
size, te dice eso de “ha llegado a su destino”, lo que tienes a tu alrededor no
es una oficina de ENDESA, sino una urbanización de chalets, en mitad de ninguna
parte y ni rastro de los cabrones de la luz. Así es que, dado que ya no te
queda otra alternativa, le vuelves a introducir a tu GPS la dirección de Jerez.
Y rapidito que cierran a las 19.30 y ya son casi las 18.30.
Evitando con sumo cuidado las direcciones
prohibidas -desconocidas para el obsoleto GPS-, llegas a Jerez, a una encrucijada
de callejuelas, donde está prohibida la circulación de vehículos, a excepción
de los propios vecinos. Con la hora de cierre de la oficina amenazando con que
el viajecito sea en balde, tienes la enorme suerte de poder aparcar el coche en
zona azul. A partir de ahí, y habiendo sido generoso con el tiempo de
aparcamiento, decides preguntar dónde está la maldita oficina de ENDESA. Se van
a enterar!
Sudando por cada pelo una gota y más cabreado
que una mona, consigues entrar en la dichosa oficina, escondida en una zona peatonal
del centro. Al entrar, a tu derecha, hay una serie de puestos de trabajo, numerados
y vacíos. Tan sólo está ocupado uno de ellos por una señorita. Frente a ella, a
tu izquierda, hay una máquina expendedora de tickets de turno, clasificados por
conceptos, lo cual, la verdad, resulta estúpido, pues sólo hay una persona para
atender al público, sea cual fuere el motivo. Éste, el público, está al fondo
de la sala, cómodamente instalado en sus asientos y disfrutando del aire acondicionado.
El problema es que hay tanta gente, que
no hay sitio para sentarse todos. Tú llevas en una mano, una bolsa con toda la
documentación y en la otra, todas las armas disponibles para asesinar al primer
incauto que intente vacilarte con las facturas.
El ritmo de atención es lento. Sólo hay una
chica. Ya son las 18.30 y empiezas a preguntarte hasta qué hora vas a estar
allí, aguantando que te toque el turno. Pronto lo vas a descubrir.
Una señora, harta de esperar su turno,
finalmente se levanta y se encamina hacia la salida. Al pasar por delante de la
señorita, mantiene con ella una conversación muy ilustradora. La señora se
queja amargamente, de la lentitud en atender al público y de que sólo hubiera
una persona a tal efecto. La señorita, manteniendo el tono de cordialidad de la
señora, le informa que en todas las oficinas de ENDESA, sucede exactamente lo
mismo: que sólo hay una persona atendiendo al público y además proporciona dos
datos esclarecedores: “Yo, no soy de ENDESA. Yo soy de una empresa
subcontratada por ENDESA, exactamente igual que todas las demás personas que
usted va a encontrar en cualquiera de las oficinas”. Y el segundo dato, resulta
aún más revelador: “además, le digo una cosa: a las 19.30 se apagan los
ordenadores”.
Tú, que has echado la tarde viajando por las
autopistas de Cádiz, sediento de venganza y de sangre, de repente te han
chafado el plan. Porque, primero, parece claro que a las 19.30, cuando “se
apaguen los ordenadores”, vas a estar todavía pendiente de que te toque el
turno, porque los que tienes delante, no se van a ir, porque están para
gestionar el bono social. Y segundo, ¿de qué sirve intentar asesinar a la rubia
que está atendiendo, si es una subcontratada y tu problema le resbala por la
pechera? Si lo máximo que va a hacer por ti es rellenar un formulario y tú te
vas a ir por donde has venido, con el rabo entre las piernas, cabreado y sin venganza.
Así es que después de una breve consulta con tu parienta, llegas a la
conclusión de que es mejor dejar vivir a la rubia, que bastante tiene con tener
que estar una bochornosa tarde de verano en Jerez, currando hasta las 19.30, y
lo más seguro que con una mierda de contrato temporal, para cubrir la baja de
algún empleado de primera que por las mañanas no trabaja y por las tardes, no
va. Así decides poner la denuncia directamente en una organización de
consumidores, especializada en el tema.
ENDESA, en su día y sin consultar a Dios ni
al diablo, cambió los antiguos contadores de toda la urbanización, menos uno:
el tuyo. Como consecuencia, tampoco instaló el maldito ICP o delimitador de
potencia, por lo que además, te está clavando más de 40€ mensuales + IVA, por
supuesto. Y para terminar de redondear el abuso, como eres el único que tiene
un contador del año de la peste bubónica, hace casi dos años que no acude
ningún ser humano a leer el consumo, por lo que ENDESA - los hijos de su
augusta progenitora- han decidido que te van a cobrar cada mes - incluidos los
de todo el invierno - lo que les salga de su santos cojopios.
Y esta, señoras y señores, es la triste
historia de un usuario de una compañía como ENDESA, que suministra electricidad
a una pequeña población de la costa gaditana.