Celestino era un chico aparentemente normal. Nacido
en el seno de una familia normal y con acceso a una buena educación que sus
padres se pudieron permitir, no sin esfuerzos. Estudió, primero, en un afamado
Instituto en Madrid, y después, terminó los estudios de secundaria en un
colegio religioso de la capital.
Es a partir de ese momento cuando las
peculiaridades de su personalidad, comienzan a florecer, ya que, viviendo en
Madrid y sin ningún antecedente familiar que pudiera servir de referencia,
decidió estudiar para ser marino mercante. Nada criticable, pero un poco raro
sí que parece. Hombre, si viviera en una localidad costera, se entendería
mejor, pero viviendo a cuatrocientos kilómetros de la costa más cercana,
resulta algo chocante.
Pero la característica fundamental de su
personalidad, radica en su empeño por prestar su atención a chicas de
provincias, por un lado (tampoco criticable, por cierto), y por otro, desarrollar
una actividad de carácter endogámico, al emparejar a ciertas personas allegadas
y ligadas a él por diferentes lazos. A continuación, detallaré algunos ejemplos
prácticos que ilustrarán mejor que mis palabras.
La primera de las novias que tuvo,
era de Ponferrada y la conoció de vacaciones. La familia tenía una perfumería. Otra
de las novias que tuvo, era de Coria, provincia de Cáceres y tristemente famosa
por la expresión “el tonto de Coria”, que por cierto, su madre no tuvo reparo
alguno en utilizar para humillar a la pobre chica, que no había hecho nada. Y
finalmente - tanto va el cántaro a la
fuente- se casó con una chica de
Castuera, provincia de Badajoz.
Hombre, hay que tener en cuenta
que siempre se ha dicho que en Madrid hay de todo, incluso gente que ha nacido
en Madrid, pero lo cierto es que resulta cuanto menos, llamativa esa
insistencia en establecer relaciones sentimentales con chicas de provincias y
en general, bastante más jóvenes que él.
Pero no contento con esta
fijación freudiana por gentes nacidas lejos de la capital, su actividad
endogámica empezó a funcionar enseguida.
Celestino, tenía un compañero de
trabajo, - por cierto, de un pueblo de León- y comenzó a interceder entre él y la hermana
de la que posteriormente sería su esposa. Al final consiguió que ambos se casaran,
con lo que de compañero de trabajo, pasó a formar parte de la familia política
y convertirse en su cuñado.
Años después, y debido al éxito
de sus maniobras, repitió la operación, esta vez con dos empleados, de quienes
Celestino era el jefe en la empresa donde trabajaban. En esta ocasión, los
objetivos femeninos eran dos hermanas, y a su vez, primas hermanas del propio
Celestino, con lo que una vez más, dos compañeros de trabajo, por el arte de
casamentero de Celestino, se convirtieron en parte de la familia, al casarse
cada uno de ellos con cada una de las dos hermanas.
Y llegamos a rizar el rizo.
Tristemente, la esposa de
Celestino falleció. Y al cabo de unos pocos años, Celestino sorprendió a
propios y extraños anunciando un nuevo enlace, esta vez, con una prima hermana,
casi veinte años más joven que él, que a
su vez, era hermana de las otras dos que se habían casado con los compañeros de
trabajo de Celestino.
Para que luego digan que las series
y películas americanas son pura invención, sin visos de realidad.