Fue a comienzos de 2020 cuando inicié mi colaboración en Masticadores. Más tarde, ese mismo año, Juan, el artífice de todo este tinglado, me propuso -para mi sorpresa- convertirme en uno de los editores, algo que siempre agradeceré por su confianza.
Masticadores siempre ha
representado un espacio de libertad en su más amplia expresión. Libertad de
pensamiento, libertad de expresión y respeto por las opiniones ajenas, sobre
todo, cuando no coinciden con las nuestras. Pero todo eso está a punto de
saltar por los aires.
Recientemente, ha surgido la
primera censura en Masticadores. La víctima de esa censura soy yo y la frase de
la discordia, la que ha desencadenado un enfrentamiento personal ha sido la
siguiente:
“Hola a todos, todas, todes y
todus”.
Dicha frase recibió la
desaprobación de Mercedes G. Rojo, quien el 31 de diciembre y desbordada por el
espíritu navideño, respondió:
“Buenas noches a tod@s (la
guasita del todes, tudus, lo siento, pero me sobra)”.
La cosa no ha terminado en esa
censura, porque hoy mismo, he vuelto a repetir el saludo. Y hoy, la que ha
tomado la iniciativa ha sido Felicitas Rebaque quien ha comentado:
“Carlos, en este equipo
siempre nos hemos regido por el respeto máximo, entre nosotros, por nuestras
ideas y sentires. Mercedes te comento en el anterior correo, su opinión, que
comparto, a tu saludo. Si sabes que nos molesta, no entiendo que insistas sobre
ello. No lo entiendo ni siquiera como broma. Me parece que te importa poco lo
que pensemos y creo que no es comenzar con muy buen pie.”
Dejo a cada uno la interpretación
de estas intervenciones, en un espacio, insisto, donde se supone que la
libertad de expresión es total, con las más elementales normas de convivencia
como referencia, pero cuando en un país, o en un espacio de libertad como
Masticadores, se empieza por censurar algo, es seguro que eso sólo es el primer
paso de una estrategia encaminada a hacer comulgar con ruedas de molino a todos.
A continuación, mi respuesta:
“El respeto es una vía de
doble dirección y nadie va a cambiar mi sentido del humor, sobre todo, cuando
quien se ofende, lo hace no por recibir un exabrupto, sino por cuestiones
políticas.
Yo no le he pedido a nadie que
modifique sus planteamientos para que me agraden.
Si aceptara vuestra propuesta,
este sería el primer paso de un camino sin fin, de una solicitud tras otra,
hasta transformar el comportamiento de una persona a vuestro gusto.
Ya lo dijo Billy Wilder:
"Nadie es perfecto". Los hay que me aceptan y los hay que no. Lo
asumo.”
Llegados a este punto, me parece evidente que una cierta filosofía que no voy a calificar, intenta abrirse paso en un ambiente de libertad para, en sucesivos pasos, ir adueñándose de todo el entorno, hasta convertirlo en algo propio y totalmente desconocido con el espíritu que lo originó. O sea, como un cáncer ideológico, pero con las letras como excusa. Masticadores se ha convertido en un magnífico altavoz y ya hay gente que parece que quiere usarlo para fines espurios.
Cierta filosofía imperante en
estos días en el panorama social y político de España, intenta destruir nuestro
lenguaje, retorciendo conceptos y palabras hasta el ridículo, y manoseando el
idioma, de tal forma que vaya calando en la sociedad sus ideas totalitarias.
Con la manipulación del lenguaje, se manipulan las mentes.
Así, se ha llegado a aceptar como
natural el hecho de que, sobre ciertos asuntos, ÚNICA Y EXCLUSIVAMENTE, puedan
opinar sobre ellos determinadas personas pertenecientes a un determinado
género. “Esos asuntos” ya no son de dominio público, han pasado a formar parte
de un reducido grupo de personas que representan el estandarte del movimiento
que los defiende y pobre de aquel que osare intervenir en tales asuntos, porque
será vilipendiado.
Los símbolos son – y siempre lo
han sido – importantes. Las banderas son un claro ejemplo, pero también lo es
el uso torticero que de ellas se hace. Y también el lenguaje forma parte de
esos símbolos, de ese patrimonio que tanto puede unir como separar, en función
del uso que se haga de él.
El problema no es la existencia en
sí de tales movimientos. El problema es su pretensión inequívoca de exterminar
a todo lo anterior, de enterrarlo y de instaurar un nuevo orden en el que por
encima de todos los demás, prevalezcan sus personales intereses.
Y si eso se da en Masticadores,
eso no fue lo que me motivó a iniciar mi colaboración ni a convencer a algunas
amistades para que también lo hicieran.
Como quiera que no está en mi
ánimo obligar a nadie a hacer lo que no le apetece y teniendo en cuenta que no
voy a aceptar, de ninguna manera, que se me censure o se me indique qué tipo de
humor es el que se acepta de mí y cuál no, creo que lo único coherente es
despedirme de todos.
Quiero hacer una mención muy
especial a Juan, de quien siempre he tenido la mejor opinión, precisamente por
ese espíritu libre que ha sabido impregnar en Masticadores. Una persona de la
que siempre me ha asombrado su capacidad de trabajo, su fuerza, su visión y su
entrega.
Para ti, querido Juan, un abrazo
muy especial. He disfrutado de este largo y fructífero período de escribir, por
el mero placer de hacerlo.
Decía uno de los siete sabios
griegos: “Sé fiel a ti mismo”. Y lo voy a ser.
Me gustaría terminar con una
frase de mi admirado Groucho Marx, un hombre, irónico, a veces sarcástico,
otras socarrón y siempre genial. Un hombre que se reía de todos, empezando por
él mismo:
“Nunca pertenecería a un club en
el que admitieran a gente como yo”.
Buenas noches y buena suerte.
PD Este post TAMBIÉN ha sido censurado en Masticadores.
©
Carlos Usín