viernes, febrero 17, 2023

El empadronamiento como arma política.

Para un ciudadano de a pie, normal y corriente, de esos que se dedican a trabajar y pagar impuestos, el hecho de empadronarse en su domicilio puede reportar algunas ventajas, dependiendo del municipio. Podría obtener un descuento en el gimnasio del polideportivo municipal, en el transporte público, en la piscina municipal, en el abono de ciertos impuestos, etc. De ahí que lo normal sea empadronarse en el domicilio habitual, además de para acudir a un colegio electoral cercano a la hora de votar en las urnas.

Normalmente, para inscribirse en el padrón municipal, los requisitos son muy sencillos:

  •      Hoja padronal cumplimentada y firmada.
  •    Documento en vigor que acredite identidad de las personas inscritas: dni, tarjeta de residencia, pasaporte, etc.
  •      Libro de familia o partida de nacimiento para los menores de 18 años.

Para los españoles y los que ya son residentes, no hay mayor problema. Los problemas empiezan a surgir cuando eres extranjero y quieres permanecer en España. Ahí el papeleo se complica.

Uno de los factores clave en ese proceso es la obtención de un contrato de alquiler. Con ese documento, puedes justificar que dispones de un domicilio fijo, estable. Y es ahí donde comienzan a darse una serie de situaciones algo confusas, que bordean la legalidad.

Por ejemplo. A sabiendas de la necesidad de algunos extranjeros inmersos en una búsqueda desesperada por convertirse en ciudadanos de la UE a través de su residencia en España, algunos desaprensivos se convierten en testaferros, permitiendo que un número indefinido de personas firmen contratos de arrendamiento con domicilio en la misma vivienda, a cambio, claro, de algún tipo de beneficio.

Lamentablemente las autoridades no cotejan cuántas personas dicen que viven en la misma vivienda, una consulta tan sencilla como solicitar al Padrón Municipal la lista de todos los que dicen tener el mismo domicilio. Se limitan a verificar que, a la hora de inscribirse, cumplen con los requisitos establecidos. Sin más. Por eso, este es uno de los métodos utilizados para crear pisos-patera: viviendas en las que se aloja temporalmente a extranjeros que sortean la ley aprovechando los resquicios que ésta tiene y con ello, permitiendo el tráfico de personas.

Pero el problema ahora parece que se está trasladando al ámbito político. El PSOE, en su desmedida ambición por perpetuarse en el poder, se están empezando a plantear si no podrían aprovechar esos resquicios legales y así obtener más votos en las siguientes elecciones. ¿De qué forma? Pues empadronando “ilegalmente” a todos aquellos extranjeros que lo requieran.

 

Aragón aprueba por ley una paga de 522 euros al mes para los inmigrantes que se empadronen en la región. (ver noticia aquí)

La noticia indigna por múltiples razones. La primera porque se compran voluntades con el dinero de todos los españoles, pero para supuesto beneficio exclusivo de un partido. Se ofrece una remuneración a quien no está en disposición de rechazar nada. Se premia con dinero público a quien no ha aportado nada a la economía española y sin embargo, se abandona a muchos ciudadanos (jubilados, autónomos, etc) que forman parte de las colas del hambre, o que han tenido que modificar su dieta alimentaria porque sus ingresos no son capaces de superar el coste de los alimentos, de la energía o de la vivienda.

¿De verdad vamos a iniciar otra guerra política con este asunto? ¿No tenemos ya bastantes frentes abiertos como para inventarnos uno más? ¿Queremos reproducir la imagen de 1931?

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