Se nos quiere convencer de que la Inteligencia Artificial (IA) es algo útil, revolucionario y simpático. Nos ofrecen imágenes manipuladas mostrando al Papa con una indumentaria impactante o a Donald Trump en las situaciones más inverosímiles. Vale. Muy gracioso, pero detrás de todo eso hay mucho más y nada hace pensar que para mejor.
Hace unas semanas un amigo mío
hizo una prueba con ChatGPT. Le dijo que confeccionara un programa informático
en un lenguaje determinado (COBOL) y el resultado fue sorprendente. Con unos
ligeros retoques el programa era perfecto. ¿Qué conclusión debemos sacar de
esta anécdota? Pues que a partir de ahora las empresas cuando necesiten hacer
programas no van a necesitar a una persona, se lo pedirán a la IA. Cierto es
que para eso habrá una persona, pero para programar ya no habrá diez, cien o
seis mil programadores. O sea, que lo veo crudo para los técnicos porque una
herramienta basada en la IA y desarrollada por unos colegas, les va a dejar sin
trabajo.
También sabemos de los continuos
ataques cibernéticos, tanto a políticos, como organismos de todo el mundo,
incluyendo las elecciones presidenciales en EE.UU y su intento en Cataluña, en
su momento. Personajes como Hilary Clinton, Angela Merkel, Macron o Pedro
Sánchez, entre otros, se tiene constancia de que sus dispositivos electrónicos
han sido atacados.
Ahora mismo estamos en una fase
del desarrollo que podríamos llamar de pruebas. Es decir, ya se pueden
establecer ciertas relaciones con desarrollos de IA y sólo cuando interesa, se
desvela que cuando tú pensabas que estabas dialogando con una persona, en
realidad, lo hacías contra un software muy sofisticado. Una especie de
confesión y al mismo tiempo, de amenaza en el sentido de decir: “mira de lo que
soy capaz”. ¿Suplantación de personalidad? Pero en palabras de una experta en
la materia, en breve los seres humanos no vamos a ser capaces de distinguir el
producto de una IA o la realidad.
Para un maestro como Isaac Asimov
esto sería una fuente inagotable de experimentos y sugerencias para novelas de
ciencia ficción. Lo podemos intentar.
Imaginemos una mezcla entre la
actividad de los hackers y la IA. Imaginemos los sistemas de identificación más
sofisticados, los más seguros e imaginemos las consecuencias que podrían
derivarse de un ataque y suplantación de personalidad. ¿Lanzamiento de misiles
nucleares?
Recuerdo en este sentido una película
que ya tiene sus años: “Juegos de Guerra”. En esa película una máquina
desarrollada para simular los efectos de una guerra nuclear, hace creer a los
ordenadores del Pentágono que están siendo atacados por cientos de misiles,
cuando en realidad se trata de un juego. ¿Se imagina alguien las consecuencias
que algo así podría ocasionar con Corea del Norte, Rusia, Bielorrusia?
Hay empresas que tras la
aparición de esta herramienta han decidido prescindir de docenas de
trabajadores. Estas son algunas noticias aparecidas en prensa.
Microsoft
ha despedido a 10.000 trabajadores de su equipo de ética.
(El Mundo)
La
inteligencia artificial pone en riesgo 300 millones de puestos de trabajo en
todo el mundo.
Según una
investigación de Goldman Sachs, el grupo más afectado sería el de los
trabajadores con estudios que realizan tareas de asesoría legal y
administración
Domestika
despide al 45% de la plantilla: son reemplazados por ChatGPT
Sigamos jugando a ser Asimov. Si
ya se están planteando sustituir a los abogados, pronto les seguirán el resto
del personal de justicia: secretarios, fiscales, jueces…Eso nos llevaría a ser
acusados, juzgados y sentenciados por máquinas basadas en IA. Máquinas que han
sido programadas y diseñadas por otros seres humanos que por algún extraño
sortilegio y obedeciendo a causas y razones oscuras, deciden qué está bien o
no. Inquietante, ¿verdad?
¿Cuánto tiempo van a tardar los
departamentos de Recursos Humanos en implantar un sistema de selección de
candidatos basado en la IA? ¿Cómo van a ser los CV de los candidatos, también
generados a partir de la IA?
Y lo peor de todo, no sería muy
difícil crear datos, con fotos, documentos, firmas, etc. que pudieran acusar a
un inocente de cualquier fechoría, crimen o delito. Se crearían las pruebas de
modo artificial y no habría nadie capaz de distinguir lo falso de lo auténtico.
Se podrían destruir personas, organismos, naciones. Sería el caos absoluto más
propio de Gran Hermano o Un Mundo Feliz y entonces, la lucha por poseer
petróleo, oro y riquezas se desplazaría a la ambición de controlar esas
herramientas de IA que pueden destruir virtualmente sin dañar lo físico.
Hoy sólo se las califica como
fake news. Ya veremos.