De entre la variadísima fauna
salvaje que puebla las empresas en España, me voy a permitir destacar a una,
especialmente dañina. Dañina para las propias empresas, pero sobre todo, letal
para aquellos que deben trabajar bajo las órdenes de semejantes inútiles. Se
trata de aquellos individuos, generalmente asentados en los círculos del poder,
que responden al perfil conocido como “síndrome MIA”, o lo que es lo mismo, trastorno por Mediocridad
Inoperante Activa
Dicho así, lo primero que le
viene a uno a la cabeza, es que se trata de una chanza, de una simple burla,
pero no; el síndrome existe y ha sido definido por un prestigioso psiquiatra
español, el Dr. Luís de Rivera.
Cuando lo leí por primera vez,
me sorprendió la fidelidad con la que se describía a los tarados que lo
sufrían, aunque sin duda, los que más lo sufríamos, éramos quienes estábamos al
lado o debajo del sujeto.
Pero en qué consiste y cómo se
detecta.
La mediocridad,
es la incapacidad de apreciar, aspirar y admirar la excelencia. Por tanto, el
enfermo de este mal, será un individuo que luche por oscurecer, defenestrar o
eliminar en diversos grados, a todo aquel que pudiera destacar en la empresa,
dependiendo del grado de infección que tuviera.
El grado más leve, es el más simple. Ni le
importa la mediocridad, ni la entiende, y es feliz con la satisfacción de sus
necesidades básicas. Algo parecido al eslabón perdido o al personaje
Simplicísimus. Son individuos “amorfos”, que no aportan nada, pero tampoco
estorban mucho. Algo así como un geranio con piernas.
Luego, hay un agravamiento de la dolencia. Se
corresponde con el perfil del fatuo, que quiere ser excelente, aunque no
entiende en qué puede eso consistir, por lo que sólo puede imitar, copiar o
fingir. No es dañino, aunque, si tiene un puesto importante, puede
agobiar a los demás con exigencias burocráticas que sólo pretenden dar la
impresión de que está haciendo algo importante.
Pero el verdaderamente peligroso es el mediocre
inoperante activo, ser maligno incapaz de crear nada valioso, pero que detesta
e intenta destruir a todo aquél que muestre algún rasgo de excelencia.
Son fácilmente reconocibles por sus comportamientos.
Así, por ejemplo, si un día -
mucho antes de que se le pasara por la cabeza tener una empresa – le destinan a
trabajar lejos de su domicilio habitual durante unos meses, presentará facturas
falsas al cliente, que supuestamente justifican el desembolso realizado como
alquiler de un piso, cuando en realidad, el importe por tal concepto era
infinitamente menor. La firma de dichas facturas falsas, se las encomiendas a
un trabajador dependiente de ti, que así te aseguras de que “no cante”, incluso
aunque no vea ni un duro de todo el dineral que estás robando.
Este tipo de gentuza, no tiene
valores ni principios y lo van demostrando desde el momento que pueden.
Más adelante, cuando ya ha
conseguido el capital necesario para fundar una empresa, a pesar de ser socio de
la misma, las únicas decisiones que se atreve a tomar son de tipo
administrativo. Es decir, ahora que esta función la está haciendo fulanito,
pues fulanito deja de hacerlo para que lo haga menganito. Y lo que estaba
haciendo menganito, que a partir de ahora, lo haga zutanito. Una especie de
juego de la silla, pero con la administración de una empresa.
En las negociaciones, sean del
tipo que sean, pero especialmente con sus empleados, siempre tiene que ser el
que gane y el otro el que pierda, inexorablemente, cuando el común de los
mortales sabe que es mucho mejor una actitud “yo gano – tú ganas.”
De vez en cuando suele dar
órdenes de cumplimiento inmediato, calificando sus instrucciones como de
estratégicas para la empresa, queriendo dar con ello, la falsa impresión de que
realmente sus actividades pseudo-profesionales son mucho más relevantes que las
de los demás y al mismo tiempo, esa calificación de urgentes bajo la forma de
orden, intentan trasladar la sensación de poder, de autoridad. Este modelo
autoritario, que ya de por sí, hace decenios que quedó caduco, resulta grotesco
cuando se habla, por ejemplo, de una empresa de corte familiar, en la que la
gestión se lleva entre 8 personas.
El afán de aparentar, de darse
autobombo, le lleva a intentar asemejarse a un Florentino Pérez, por el simple
hecho de disfrutar de un BMW que paga la empresa, lo cual, resulta lastimoso
cuando en verdad, tienes un coeficiente mental de Conserje de una finca.
Los análisis sobre la situación
del mercado, la eficacia de la compañía, la calidad del trabajo que se
desarrolla, los métodos utilizados, la mejora de la productividad, etc, son
conceptos que se le escapan. A lo sumo, puede idear burocracia y más
burocracia, en un claro gesto de impotencia, ineptitud y ceguera ante lo más
evidente, matando toda clase de buenas perspectivas, desanimando a quienes se
involucran con la mejor intención y empobreciendo a la propia empresa, de la
cual, por cierto, es dueño.
Los compromisos de estos
inútiles profesionales, se ciñen, casi exclusivamente, a eventos sociales con
quienes se supone que deberían ser sus clientes. A saber:
-
Jugar al pádel o al golf
-
Invitar a comer, a copas…
-
Partidas de mus
-
Etc.
Posteriormente, además de pasar
los gastos a la empresa, procederá a auto otorgarse cuantos cheque-restaurante
le apetezca, porque para eso es “socio”. Y por supuesto, conseguirá que tanto
su mujer como sus dos hijos, tengan un salario de la compañía, aunque la mujer,
sólo trabaje media jornada, el niño sea otro inútil irredento que estropea más
que arregla y la niña, ni siquiera se tome la molestia de ir por la oficina,
aunque sólo sea para justificar el sueldo que tiene. Y ya puestos, la empresa,
pagará un coche para cada uno de los niños.
En su infinito afán por destruir
todo aquello que no comprende – o sea: todo – no encontrará barrera obstáculo o
impedimento alguno y si fuera necesario, llegará a sabotear cualquier operación
beneficiosa para la compañía, si con ello, puede intentar conseguir tener algún
argumento en contra de quien lo ha intentado y con ello, echarle en cara que al
final la operación, no terminó como se esperaba.
Finalmente y parafraseando a
JFK: “No puedes estar todo el tiempo engañando a todo el mundo”. En un momento de
lucidez, pero sobre todo, cuando se comete un error – y tarde o temprano los inútiles
cometen muchos -, se destapa todo el pastel.
Es entonces cuando se conoce que
además de pasar las facturas de las comidas, se otorga todos los tickets restaurante
que se le antojan. Cuando se descubre que los coches de sus hijos, a coste de la
empresa, no se tenía constancia de ellos. Ni de los sueldos por no asistir al trabajo.
Como bien indica el Dr. De
Rivera en su artículo, lo peor que puede pasar en una empresa es que un
individuo con un trastorno de esta índole, pueda llegar a desempeñar puestos de
responsabilidad. Ni te cuento si además, es el dueño. Lamentablemente, doy fe
que el mencionado doctor, sabía de qué estaba hablando. Lo he sufrido en mis
propias carnes.