lunes, abril 14, 2014

El trastorno por Mediocridad Inoperante Activa.



De entre la variadísima fauna salvaje que puebla las empresas en España, me voy a permitir destacar a una, especialmente dañina. Dañina para las propias empresas, pero sobre todo, letal para aquellos que deben trabajar bajo las órdenes de semejantes inútiles. Se trata de aquellos individuos, generalmente asentados en los círculos del poder, que responden al perfil conocido como “síndrome MIA”, o lo que es lo mismo, trastorno por Mediocridad Inoperante Activa

Dicho así, lo primero que le viene a uno a la cabeza, es que se trata de una chanza, de una simple burla, pero no; el síndrome existe y ha sido definido por un prestigioso psiquiatra español, el Dr. Luís de Rivera.

Cuando lo leí por primera vez, me sorprendió la fidelidad con la que se describía a los tarados que lo sufrían, aunque sin duda, los que más lo sufríamos, éramos quienes estábamos al lado o debajo del sujeto.

Pero en qué consiste y cómo se detecta.

La mediocridad, es la incapacidad de apreciar, aspirar y admirar la excelencia. Por tanto, el enfermo de este mal, será un individuo que luche por oscurecer, defenestrar o eliminar en diversos grados, a todo aquel que pudiera destacar en la empresa, dependiendo del grado de infección que tuviera.

El grado más leve, es el más simple. Ni le importa la mediocridad, ni la entiende, y es feliz con la satisfacción de sus necesidades básicas. Algo parecido al eslabón perdido o al personaje Simplicísimus. Son individuos “amorfos”, que no aportan nada, pero tampoco estorban mucho. Algo así como un geranio con piernas.

Luego, hay un agravamiento de la dolencia. Se corresponde con el perfil del fatuo, que quiere ser excelente, aunque no entiende en qué puede eso consistir, por lo que sólo puede imitar, copiar o fingir. No es dañino, aunque, si tiene un puesto importante, puede agobiar a los demás con exigencias burocráticas que sólo pretenden dar la impresión de que está haciendo algo importante.

Pero el verdaderamente peligroso es el mediocre inoperante activo, ser maligno incapaz de crear nada valioso, pero que detesta e intenta destruir a todo aquél que muestre algún rasgo de excelencia. Son fácilmente reconocibles por sus comportamientos.

Así, por ejemplo, si un día - mucho antes de que se le pasara por la cabeza tener una empresa – le destinan a trabajar lejos de su domicilio habitual durante unos meses, presentará facturas falsas al cliente, que supuestamente justifican el desembolso realizado como alquiler de un piso, cuando en realidad, el importe por tal concepto era infinitamente menor. La firma de dichas facturas falsas, se las encomiendas a un trabajador dependiente de ti, que así te aseguras de que “no cante”, incluso aunque no vea ni un duro de todo el dineral que estás robando.

Este tipo de gentuza, no tiene valores ni principios y lo van demostrando desde el momento que pueden.

Más adelante, cuando ya ha conseguido el capital necesario para fundar una empresa, a pesar de ser socio de la misma, las únicas decisiones que se atreve a tomar son de tipo administrativo. Es decir, ahora que esta función la está haciendo fulanito, pues fulanito deja de hacerlo para que lo haga menganito. Y lo que estaba haciendo menganito, que a partir de ahora, lo haga zutanito. Una especie de juego de la silla, pero con la administración de una empresa.

En las negociaciones, sean del tipo que sean, pero especialmente con sus empleados, siempre tiene que ser el que gane y el otro el que pierda, inexorablemente, cuando el común de los mortales sabe que es mucho mejor una actitud “yo gano – tú ganas.”

De vez en cuando suele dar órdenes de cumplimiento inmediato, calificando sus instrucciones como de estratégicas para la empresa, queriendo dar con ello, la falsa impresión de que realmente sus actividades pseudo-profesionales son mucho más relevantes que las de los demás y al mismo tiempo, esa calificación de urgentes bajo la forma de orden, intentan trasladar la sensación de poder, de autoridad. Este modelo autoritario, que ya de por sí, hace decenios que quedó caduco, resulta grotesco cuando se habla, por ejemplo, de una empresa de corte familiar, en la que la gestión se lleva entre 8 personas.

El afán de aparentar, de darse autobombo, le lleva a intentar asemejarse a un Florentino Pérez, por el simple hecho de disfrutar de un BMW que paga la empresa, lo cual, resulta lastimoso cuando en verdad, tienes un coeficiente mental de Conserje de una finca.

Los análisis sobre la situación del mercado, la eficacia de la compañía, la calidad del trabajo que se desarrolla, los métodos utilizados, la mejora de la productividad, etc, son conceptos que se le escapan. A lo sumo, puede idear burocracia y más burocracia, en un claro gesto de impotencia, ineptitud y ceguera ante lo más evidente, matando toda clase de buenas perspectivas, desanimando a quienes se involucran con la mejor intención y empobreciendo a la propia empresa, de la cual, por cierto, es dueño.

Los compromisos de estos inútiles profesionales, se ciñen, casi exclusivamente, a eventos sociales con quienes se supone que deberían ser sus clientes. A saber:
-          Jugar al pádel o al golf
-          Invitar a comer, a copas…
-          Partidas de mus
-          Etc.

Posteriormente, además de pasar los gastos a la empresa, procederá a auto otorgarse cuantos cheque-restaurante le apetezca, porque para eso es “socio”. Y por supuesto, conseguirá que tanto su mujer como sus dos hijos, tengan un salario de la compañía, aunque la mujer, sólo trabaje media jornada, el niño sea otro inútil irredento que estropea más que arregla y la niña, ni siquiera se tome la molestia de ir por la oficina, aunque sólo sea para justificar el sueldo que tiene. Y ya puestos, la empresa, pagará un coche para cada uno de los niños.

En su infinito afán por destruir todo aquello que no comprende – o sea: todo – no encontrará barrera obstáculo o impedimento alguno y si fuera necesario, llegará a sabotear cualquier operación beneficiosa para la compañía, si con ello, puede intentar conseguir tener algún argumento en contra de quien lo ha intentado y con ello, echarle en cara que al final la operación, no terminó como se esperaba.

Finalmente y parafraseando a JFK: “No puedes estar todo el tiempo engañando a todo el mundo”. En un momento de lucidez, pero sobre todo, cuando se comete un error – y tarde o temprano los inútiles cometen muchos -, se destapa todo el pastel.

Es entonces cuando se conoce que además de pasar las facturas de las comidas, se otorga todos los tickets restaurante que se le antojan. Cuando se descubre que los coches de sus hijos, a coste de la empresa, no se tenía constancia de ellos. Ni de los sueldos por no asistir al trabajo.

Como bien indica el Dr. De Rivera en su artículo, lo peor que puede pasar en una empresa es que un individuo con un trastorno de esta índole, pueda llegar a desempeñar puestos de responsabilidad. Ni te cuento si además, es el dueño. Lamentablemente, doy fe que el mencionado doctor, sabía de qué estaba hablando. Lo he sufrido en mis propias carnes.






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