Parece que fue hace mucho tiempo, pero una parte importante de la población española, entre los que me incluyo, lo vivimos en nuestra juventud. Me refiero a esos años en los que nadie sabía qué iba a pasar, una vez muerto Franco, que para aquellos que no le llegaran a conocer y que tal vez no entre en los planes de estudio de su Comunidad Autónoma, era un señor que gobernó España durante 40 años y dijo antes de morir aquello de:”está todo atado y bien atado”.
En tres años, el período de tiempo que va desde su muerte en 1975 hasta el Referéndum Constitucional en diciembre del 1978, los españoles dimos un ejemplo al mundo con nuestra Transición. Las primeras elecciones democráticas en muchos años, fueron en 1977; la legalización del Partido Comunista; el harakiri de las Cortes franquistas, para dejar paso a unas de verdad democráticas; el diseño del modelo de Estado; la redacción de la actual Constitución y su posterior votación en 1978, son sólo alguno de los hitos con los que nos tuvimos que enfrentar “sin anestesia”. Y aunque en verdad, creo que debemos sentirnos orgullosos de lo que hicimos, no es menos cierto que, como casi siempre, las cosas se podrían haber hecho mejor.
Por ejemplo, la Ley Electoral y el sistema de reparto de escaños. En aquellos años, se primó la participación de las minorías políticas, dando con ello entrada en el arco parlamentario a toda esa miríada de partidos minúsculos que, como las empresas y los bancos harían años después, se fueron aglutinando entorno a una idea más general, a unos intereses más globales, pero sin dejar por ello, en algunos casos de ser lo que esencialmente eran: minorías. Se pretendía incluir, no excluir; sumar, no restar.
Eso, con el paso del tiempo, hemos podido comprobar que nos ha traído más problemas que ventajas, toda vez que en algunos momentos de nuestra historia más reciente, algún partido minoritario, de una Comunidad Autónoma, ha influido directamente en las decisiones de la política nacional, con nefastos resultados para todos.
Y todo ello, auspiciado por unos partidos que en aras de no sé muy bien qué principios democráticos, en ciertos momentos se unen todos los que han perdido las elecciones y le arrebatan el gobierno que sea, del color que sea, a quien más votos obtuvo, prostituyendo, en mi opinión, un principio básico de la democracia, según el cual, el que gana, gobierna. Es como si al acabar la Liga, se unen el segundo y el tercero, y deciden entre ellos que sumando sus puntos son más que el ganador y le quitan el título. Kafkiano.
Por eso, los Estados Unidos, ya que hablamos de Romney y de Obama, tienen un sistema que a mi juicio, es mejor. Para empezar las minorías, son simplemente eso: minorías. Tienen su peso en el conjunto de los votos, pero no van a gobernar jamás, ni directa ni indirectamente. Por otro lado, cuando los candidatos de los dos partidos mayoritarios se enfrentan entre sí, Estado por Estado, cuando llegan las votaciones para obtener a los representantes del Estado en cuestión, el que gana se los lleva todos; se lleva todos los representantes que le corresponde a ese Estado. Y creo que aquí, en España, podríamos hacer algo parecido.
Volviendo a los tiempos de nuestra Transición, definimos un modelo de Estado que con el devenir de los tiempos, hemos visto que era insostenible. Ya lo dijo un tal Manuel Fraga, precisamente cuando formaba parte de los 7 sabios que redactaron la Constitución, pero como era Fraga y de derechas, no había que hacerle mucho caso. Y sin embargo, tenía razón.
Se quiso dar cabida a todas las diferentes sensibilidades que hay en España, y no me parece mal: El error, creo, es que cuando se empiezan a desarrollar las Autonomías, en el fondo lo que hemos estado haciendo ha sido replicar la estructura del Estado Central, creando unos gastos gigantescos, que en ciertos puestos, significan el triple, porque los puestos están triplicados.
Otra de las características fundamentales que nos ha traído a este lodazal en el que estamos, ha sido la falta de trayectoria política y democrática de las que históricamente adolece España, toda vez que la mayor parte de nuestra historia hemos sido gobernados por sistemas autoritarios, cuando no, directamente dictatoriales. Si a esa deficiencia, le añadimos el escaso respeto que en general, se tiene por lo público, por “el otro”, pues entonces se entiende mucho mejor el “descarajo” general del control del gasto, de la nula gestión de los recursos económicos que hemos venido padeciendo desde los comienzos de nuestra más reciente historia.
El despilfarro que hemos estado haciendo los españoles, (más bien, los políticos que los ciudadanos) es lo que nos ha traído a esta situación. Duplicando y triplicando los puestos de funcionarios y nombrando a dedo a miles y miles de amigos, familiares, amigotes, socios y demás gentuza variada, que comen calentito gracias a nuestros impuestos. Creando empresas fantasma con el único fin de “llevárselo muerto”. Todo eso y más, hace que ahora tengamos que pagar todas juntas, las barbaridades, los atropellos, las tropelías y los asaltos a las cajas de los dineros.
Y eso me conduce, sin solución de continuidad, a abordar el tema de los partidos políticos como institución.
A mi modo de ver, la actual forma que tienen los partidos políticos, está más enfocada a tratar los problemas de una sociedad poco informada, alejada del poder, con escasa formación cultural y sin acceso a los medios de comunicación. Nada más alejado, por tanto, de la cruda realidad.
Hoy en día, los ciudadanos, tenemos a nuestra disposición, para empezar, una cultura que por ejemplo, no existía en el siglo xix y hasta mediados del xx. El nivel de analfabetismo que había en España en los años 30 y en la posguerra, arrojan datos espeluznantes. Tenemos también una serie de medios de comunicación, tanto en España como fuera de España, lo que siempre es bueno porque nos brinda la oportunidad de contrastar lo que nos cuentan dentro y qué se de dice por ahí fuera. Y tenemos, claro, Internet, algo que todavía no se está usando nada más que para hacer llamamientos a macro-mítines, manifestaciones de dudosa legalidad y botellones. Tengo la impresión de que estamos siendo víctimas de algún tipo de estudio de laboratorio, en el sentido de verificar de qué manera se puede optimizar la manipulación de los ciudadanos mediante el uso conveniente de Internet, pero de momento, sólo es una teoría.
A lo que voy es a que, como ciudadano moderno, que pertenece a una sociedad culta, que se considera informado, reclamo mi derecho de ejercer un control más exhaustivo, más férreo y más directo, a aquellos políticos que me representan y sobre todo, a todos aquellos a los que les pago el sueldo, los taxis, las multas, las putas (en algunos casos), la cocaína (que también los hay), los aviones y las dietas.
Por ejemplo: ¿por qué tengo que admitir como ineludible que sean los partidos políticos los que establezcan, designen e incluyan a ciertas personas que yo no conozco en las listas electorales, sin consultar conmigo? ¿Por qué no tenemos listas abiertas? Y que sean los propios aspirantes, los que se enfrenten cara a cara, con su electorado, que será quien en verdad, les voten para formar parte de los “elegibles” y a los que, a su vez, rendirán cuentas.
No es que esté planteando la posibilidad de establecer un Estado en permanente asamblea, tipo Robespierre, pero sí que demando una mayor participación de los administrados.
Por ejemplo, hace poco escuchaba al padre de la niña asesinada en Huelva, Mari Luz. Decía que había obtenido más de dos millones y medio de firmas, pero que en el fondo no había servido para nada y que ahora, con la firme intención de cambiar las cosas y algunas leyes, se había tenido que afiliar a un partido político. Pues en mi opinión, eso, no debería ser obligatorio sino, opcional.
Para ello, para cambiar el estado actual de las cosas con los partidos políticos, habría que cambiar probablemente, la Ley Electoral, la Constitución y algo más, aunque sin duda alguna, a los primeros que hay que cambiar es a los propios partidos y a sus dirigentes.
Las Cortes de Franco, se hicieron el harakiri cuando aprobaron la Ley de Reforma del Estado. Cuando votaron a favor en la Cámara, en esa famosa imagen de Adolfo Suárez exhalando un profundo respiro de alivio en su sillón mientras se recostaba en él, ellos, sí sabían que lo que estaban haciendo era cerrar un capítulo de su historia y marcharse a casa. Tengo la impresión de que estos partidos políticos, no tienen tal altura de miras.
Resumiendo: definimos un modelo de Estado, deprisa y corriendo; lo hicimos insostenible; no supimos gestionar los recursos económicos; los políticos, han campado por sus respetos y casi sin control y casi siempre, en su propia burbuja. Nuestro Código Penal, que data de los años 90, lo hemos modificado 25 veces; los sindicatos, son hijos directos de aquellos verticales de Franco; tenemos 20 millones de contratos laborales distintos y ninguno sirve para crear empleo; cuando vas a una entrevista te preguntan si vas a tener hijos, seas hombre o mujer (que manda güevos, que diría Trillo);
¿Sigo?
Ahora toca intentar arreglar todos los desperfectos que entre unos y otros hemos hecho; todos juntos y de golpe, al más puro estilo español.
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