sábado, febrero 23, 2013

Liderazgo y jefes

En toda organización humana, sea del tipo que sea, siempre existe un líder. El modo de llegar a ese puesto es tan diverso como personas y sucesos pueda haber, pero el caso es que una vez llegados a esa función, hay que mantenerse y sobre todo, hay que sacar rendimiento a tu equipo. Cuanto mejor líder seas, mejor será el rendimiento de tu equipo. 

El mundo del fútbol, no es ajeno a este tipo de cosas. Los entrenadores al igual que los jefes militares o los jefes de las empresas, deben dirigir a un grupo de hombres, en general, jóvenes y muchas veces, millonarios. Hay distintos tipos de jefes o en nuestro caso, de entrenadores. Los hay que se fingen amigos de los futbolistas, establecen un compadreo entre ellos y con ello, pretenden sacar el máximo rendimiento posible. Craso error. El hombre, al igual que los animales, sólo respeta al fuerte, al que es más fuerte que él y en el fútbol, donde la inteligencia normalmente brilla por su ausencia y se convierte en noticia cuando existe, no iba a ser menos. En situaciones como esta, quienes se adueñan del grupo, suelen ser los jugadores con más experiencia, con más peso en la plantilla o con más predicamento entre ellos. Al final, en casos así, los jugadores, sin respeto por su entrenador, terminarán haciendo lo que les venga en gana, a sabiendas de que en el peor de los casos, a quien va a echar, es justamente al entrenador y no a todo el equipo. 

Otro tipo de entrenador es el que podríamos llamar “cabeza cuadrada”. El paradigma de este perfil es Van Gaal, hombre terco, testarudo y cerril donde los haya, dispone de un sistema y los jugadores, al margen de sus características personales, deben de ajustarse a dicho sistema. Entrenadores así, destrozan la carrera de gente como Juan Román Riquelme o “Conejo” Saviola, al que literalmente, hacía correr como tal, como a un conejo, de lado a lado del campo, siendo el único que presionaba la salida del balón del equipo contrario. No digo que a los jugadores, de vez en cuando, no haya que meterles en cintura. Más bien, se lo merecen con bastante asiduidad. Ejemplo de jugadores “incontrolados” ha habido muchos: Ronaldo, en sus buenos tiempos en el Barça, después de un partido, se iba al vestuario con 2 tías (no una, dos) y luego, se pasaba unos días en Río en el Carnaval. Benjamín ex del Madrid, se hizo famoso por las fiestas que montaba cuando estaba en el Betis. Y así, hay una larga lista, casi infinita. 

Por tanto, se hace necesario mantener una actitud mixta entre usar el látigo a diestro y siniestro y dar caramelos por cualquier motivo. Mourihno, entrenador polémico como lo fueron en su día Helenio Herrera (“con diez, se juega mejor”), Van Gaal (“siempre negatifo, nunca positifo”) o Luís Aragonés (míreme a la carita cuando le hablo”, dirigiéndose a Romario en el Valencia), suele alternar patadas en la entrepierna con halagos intergalácticos. 

Y para muestra, algunos ejemplos. Cuando vino Coentrao al Madrid, confieso que me causó impresión. Jugaba en varias posiciones y en todas lo hacía bien. Se le ubicó para ser el segundo hombre en banda izquierda, para cubrir las bajas de Marcelo. Un día se lesionó y al volver, cayó en desgracia. Eso, originó un mayor estrés en el jugador que se sentía con la obligación de tener que demostrar lo que valía, y por ello, arriesgaba más. Conclusión: la temporada pasada, en la eliminatoria contra el Bayern, se equivocó en una jugada, permitió que centrara desde la banda y al Madrid, le costó el segundo gol. Dejar a Coentrao castigado al ostracismo, me parece exagerado para lo que ha hecho. El año pasado, Benzemá e Higuaín, metieron cada uno, unos 20 goles. Di María, se salía en cada partido. Casillas, era insustituible. Sin embargo, la disciplina que impone Mou, se parece más a la del capitán de La Bounty que a la de un entrenador de fútbol. Me parece bien establecer una disciplina, incluso en ocasiones férrea, pero a veces, Mou ha ido más allá de lo aceptable. Castigar a Casillas por intentar restablecer las relaciones con jugadores del Barça, compañeros de selección, es demasiado. Sin embargo, me parece bien que se le sentara en el banquillo porque la Carbonero se fuese de la lengua. Albiol, campeón del mundo con España, la pifió en un par de ocasiones, y nunca más se supo. La última fue cuando el Madrid perdió con el Getafe 2-1. El que dio el pase desde la banda, se le fue a él. Decir que Adán, estaba mejor que Casillas y a las dos semanas, no llevarle ni concentrado porque has fichado a Diego López, me parece un insulto a Adán, del todo injusto e inaceptable. Echar mano de Morata, como el que usa los preservativos, no es la mejor manera de motivar al chaval. Pasar de Jesé, como de comer mierda, me recuerda a lo que hizo Di Stéfano con Míchel: que fue el último de la Quinta del Buitre que subió del Castilla y porque su padre se puso pesado. Todavía nos estamos preguntando qué vió Mourinho en Altintop. Cherichev, no se ha estrenado. Sahin, ya se ha ido sin saber a qué vino. Varane, ha tenido que esperar a que Pepe se lesionara y la defensa estuviera en cuadro, para demostrar lo que todos sabemos: que es un pedazo de jugador como la copa de un pino. Di María, no es el mismo del año pasado. Unas veces es el héroe y otras hace de villano, sobre todo con esa costumbre que tiene de despejar desde la banda hacia el centro, que ya ha costado 2 goles: Betis y Barcelona. Benzemá, parece que ha vuelto a caer en la depresión que invade a los jugadores franceses, a excepción de Zidane. Todavía, nos acordamos del fugaz paso del inútil de Anelka, que lo único que hizo fue meterle dos chicharros al Bayern. Parece que en el Real Madrid, equipo que el año pasado batió todos los récords, se ha instalado el sistema de gestión por Montaña Rusa, según el cual, cada jugador puede pasar del éxito al fracaso, en cuestión de partidos. El último ejemplo de eso es Kaká. Ahora leemos en Marca: “Kaká pasa de estar en venta a ser el salvavidas del Real Madrid en su semana de pasión”. 

Si hay algo que caracteriza el éxito en la gestión de un grupo, es precisamente, mantener una línea plana de conducta. Exigente, pero no inalcanzable; disciplina, pero no militar; críticas, pero no destierros. Porque todo camino de ida, tiene uno de vuelta y a veces, tienes que tragarte lo que has dicho o has hecho en beneficio del grupo. Y eso a Mourinho, le está pasando con demasiada frecuencia. Las consecuencias de eso son claras: los jugadores están atemorizados, a sabiendas de que un error o un par de ellos, pueden hacer que les convierta en historia. Es como convivir con Calígula: que no terminas de tener la certeza de si es tu amigo o sólo quiere ablandarte para hincarte la daga hasta la empuñadura y luego comerse tus entrañas. 

Por otro lado, mantener en estado de alerta máxima a tus soldados, sólo lo puedes hacer durante un tiempo, pero no sirve como sistema. La temporada pasada, el Madrid batió récords pero lo ha pagado este año. Fue tal el grado de crispación, de ansiedad, de exigencia que se transmitió a los jugadores, que cuando terminó la temporada, desconectaron para sobrevivir. Al volver, no estaban al mismo nivel que lo dejaron en mayo pasado y eso, les ha costado la Liga. Como consecuencia de perder la Liga, les va a costar la Champions y muy probablemente, la Copa. El Barça, mantiene una línea plana, incluso aburrida, pero le resulta más sencillo mantener un alto nivel de rendimiento. 

El Madrid, necesita explotar al 150% sus posibilidades y eso, no se mantiene en el tiempo. Puedes cosechar algún triunfo, pero no mantener la misma línea durante un largo período de tiempo. Por eso, Mourinho, tiende a mudarse de equipos: porque los deja exhaustos, mentalmente hablando.

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