Amaya, nació en el seno de una familia acomodada de la ciudad de Vitoria. Sus primeros años, por tanto, se desarrollaron en un ambiente acorde a su situación. Acudió, como era preceptivo, a un colegio de monjas donde, además de las asignaturas normales, recibió clases de costura, de bordado, de punto de cruz y de macramé, todo ello muy útil para la función para la que estaba destinada, que no era otra que la de servir de esposa fiel y amantísima de un señor. Su madre, a nivel particular y como buena vasca, completó su "formación" y la enseñó a cocinar. Que no se diga jamás que una vasca no sabe cocinar. Sería tanto como decir que a un escocés no le gusta el whisky.
A pesar de lo bien que pintaban las cosas, la vida a veces, se encarga de hacernos alguna faena. En el caso de Amaya, sucedió que su padre falleció cuando ella tenía apenas 16 años. Es fácil suponer el impacto que tuvo en su vida.
Al terminar los estudios y acceder a la mayoría de edad legal, también se le abrieron las puertas a la parte de la herencia de su padre. Ello le permitió disponer de fondos suficientes para poder organizar su vida sin demasiados agobios.
A los 20 años y después de haber realizado algún curso de formación, tenía su propio negocio de esteticista. Pero le duró poco. A los 3 meses de haber abierto y comprobar que las clientas no hacían cola para entrar en su establecimiento, simplemente cerró.
Poco después, decidió que su futuro estaba en el mundo de las flores y las plantas y montó una floristería, que no tardó demasiado tiempo en seguir el mismo camino que la clínica de estética.
Amaya era una mujer joven, educada y muy atractiva. No le costaba trabajo establecer una conversación y todo ello, en su conjunto, le fue facilitando el acceso a diferentes trabajos para los cuales no se necesitaba ninguna capacitación específica y notable, al margen de ser una persona educada, amable y con saber estar. Fue así como, con el transcurrir de los años, se vio rodeada por gente con alto poder adquisitivo, alto nivel de vida e incluso alguno de ellos, más de uno, la propuso matrimonio, algo a lo que Amaya, siempre se negó. Como muy bien dice ahora, no se arrepiente de ello, porque es bien consciente de que jamás estuvo enamorada de ningún hombre, por mucho dinero que tuviera. Ni siquiera cuando compartió más de 10 años de su vida con un famoso músico español, al que también le negó el matrimonio y que de paso, le permitió conocer un cierto mundo de la farándula.
Amaya era y es, independiente por encima de todo. Inconstante en el esfuerzo y bastante ególatra también.
Los años fueron pasando y con ellos, la juventud. Tuvo diversos negocios e inversiones que, en general, fueron compensando pérdidas y ganancias unos con otros, hasta que hace unos pocos años, invirtió todo el dinero que le quedaba, con la esperanza de que alguien diera duros a peseta. Y claro, eso es como el Pato Donald: que no existe. La inversión, supuso lo que Cuba para España: la pérdida de sus últimas posesiones, con el agravante de que la hipoteca de su casa, no está pagada.
Hoy, Amaya, aquella joven atractiva, educada en un ambiente selecto y que disfrutó de los placeres en su madurez, hace ya tiempo que cumplió los 60. Está fuera de toda posibilidad de entrar en el mercado laboral y sobrevive a duras penas con los únicos 400 euros de ingresos, que le proporciona alquilar y compartir su casa con un antiguo novio que tuvo en su juventud y que prácticamente, además, está desahuciado por cáncer.
El banco le ha concedido el máximo de prórrogas de su hipoteca, el máximo de períodos de carencia y todo ello no es suficiente para poder abonar ni la hipoteca, ni la comunidad de vecinos. Con esos 400 euros, tienen que comer los dos, pagar la luz, el teléfono, la calefacción, el móvil, el ADSL, la hipoteca, la comunidad.....No le queda más remedio que vender su casa, en esta época en la que nadie compra, e intentar sobrevivir el resto de su vida de los beneficios que le queden de la venta, viviendo en un sitio de alquiler asequible.
Hoy, Amaya, está sola. A su lado ya no están aquellos que iban al restaurante que tuvo, a beberse las botellas por cajas, a su salud. Ya no le llaman los músicos a los que conoció cuando compartía su vida con uno de sus colegas. Entre otras cosas, porque ellos se van muriendo también. Los que en los momentos de vino y rosas, de vacas gordas, de vacaciones en yates, de viajes de lujo, compartían con ella las horas y los días y se decían sus amigos, esos, hoy no están. No tiene a nadie que le haya abierto las puertas de su casa y le haya ofrecido cobijo, al menos, para que pueda vivir bajo techo. Vive con la permanente amenaza de que un día tenga que abandonar su casa y sus muebles, a los que tanto apego y cariño demuestra porque le costaron mucho dinero. ¡Pobre Amaya! Al final tendrá muebles, pero no una casa donde colocarlos.
Hoy Amaya, no encuentra consuelo a su desdicha. Hace tiempo que perdió la autoestima y como consecuencia de todo esto, ni razona con fluidez, ni es capaz de reaccionar ante lo que se avecina, aparte de quejarse lastimeramente. No fue educada para afrontar situaciones así. Nunca tuvo que pelear por conseguir un trabajo. La vida le fue excesivamente fácil, sencilla.
Ahora se lamenta de decisiones que tomó en el pasado, algo tan comprensible como inútil. Tiene cualidades y habilidades que no sabe explotar o simplemente no reconoce, algo común en aquellos que tras sufrir un duro golpe en la vida, una de las cosas que pierden es la autoestima. Ha perdido la autoestima y le falta fuerza para empujarse a sí misma.
Sé de personas que en su día tuvieron que huir de la Revolución Bolchevique de 1917 y con más de 40 años, abandonar Moscú, coger a sus hijos de la mano y salir por patas. Y llegaron a París, con una mano delante y otra detrás y salieron. Pero se necesita ánimo, espíritu de lucha y ganas de pelear.
Hoy Amaya está sola, sin prácticamente amigos, sin familia, sin ganas, sin fuerzas, sin dinero, sin futuro. No me sorprendería que algún día cumpliera sus amenazas de "quitarse de en medio", como lo están haciendo tantos otros por toda esta España en crisis.
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