sábado, marzo 14, 2020

EL CORONAVIRUS Y SU PASTELERA MADRE


Aparte la irresponsabilidad del gobierno y su demencial estrategia – si es que a eso se le puede llamar estrategia – de cómo luchar contra esta pandemia, lo que más me llama la atención es el grado preocupante de subnormalidad profunda que demuestra la población en general. Esos, a los que el presidente del gobierno se refiere llamándonos compatriotas, rehusando utilizar el término españoles, del mismo modo que también rehúye utilizar la expresión Su Majestad el Rey, y utiliza el Jefe del Estado, para referirse a D. Felipe. Y para muestra varios botones.

El otro día, a última hora, entré un momento al Mercadona a comprar una chorrada. Tan chorrada que ya ni me acuerdo qué era. Me llevé una profunda impresión al comprobar todos los estantes de todas las secciones, totalmente vacíos. Ni fruta, ni verdura, ni carne de ningún tipo, nada de nada. Pensé que, a la gente, le había dado un yuyu, se habían pensado que lo del virus es como la bomba atómica y que no había un mañana para seguir comprando. O eso, o que la mayoría tiene que llenar hasta arriba los búnkeres que se han construido para pasar el trauma.

Ayer, a media mañana, volvimos a entrar para comprar otra chorrada y cogimos la última que había de su especie. Y fuimos testigos presenciales del paroxismo al que han llegado muchos, en una fiebre descontrolada por comprar todo lo que cabe en un carro…o dos. Si esto fuera un país comunista – que vamos camino de ello – a esa gente habría que recluirla en un campo de reeducación marxista, acusados de acaparamiento de víveres. Luego, al llegar a la caja, lo comentamos con la cajera, que entre sonrisa va y sonrisa viene, nos confesó que cada día, Mercadona, a las 6 de la mañana repone todo lo que se ha vendido el día anterior, para tenerlo disponible a las 9 cuando abren, pero que a las 12, ya no hay nada. Las cajas, estaban echando humo, toda la hilera ocupada y con unas colas kilométricas de personal con su carro o sus dos carros. ¡Demencial!

Pero el caso es que nosotros, por diversas circunstancias, no habíamos tenido tiempo de hacer la compra semanal. Y siguiendo los consejos de la cajera, esta mañana hemos madrugado – para ser sábado – y nos hemos presentado en el Mercadona a las 9.15, con la esperanza – vana – de poder hacer la compra sin problemas. ¡Una mierda pa mí solo! 

A las 9.15 de la mañana, ya no había sitio para aparcar el coche en la planta principal – cubierta - y nos hemos tenido que subir a la segunda planta, al aire libre. No estaba vacía, precisamente. Pero claro, los cientos de coches que había allí aparcados, tenían un dueño y ese, estaba dentro del súper.
Entrar al súper y ver aquella marabunta de gente pulular de un lado a otro, con los carros hasta los topes, chocando unos con otros, discutiendo, daba la impresión de que alguien, en algún momento, iba a sacar un Magnum 357 y se iba a liar a tiros. Ha sido el mayor shock que he sufrido en los últimos años. Parecía los momentos previos al Apocalipsis.

A pesar de haber llegado temprano, la sección de congelados, estaba tiritando y no era por el frío. Prácticamente, vacías. En la sección de carnes, todavía quedaba algo, pero no lo que habitualmente compramos, y eso que eran las 9.30. Mayonesa, tampoco había. El queso, se han llevado la producción anual y nos hemos llevado lo que nos han dejado. En fin, como ya he dicho, un caos total.
Mientras intentábamos hacer la compra, uno de los dependientes hablaba con otro cliente y le decía: “cada día vienen dos tráileres repletos hasta arriba de todo. 80.000 kilos. Pero claro, si la gente en vez de llevarse dos kilos, decide llevarse seis, pues es que no damos abasto”.

Por otro lado, y al margen de la preocupante escasez de productos, debido fundamentalmente al irracional deseo de acaparar todo lo que se pueda, lo más destacable es que en un espacio cerrado, había tal aglomeración de personas que las supuestas medidas de seguridad implementadas para salvaguardar la salud, no tienen ningún sentido si no se impone un orden como en Italia. No tiene sentido que estemos en estado de alarma, se prohíban las aglomeraciones de más de 500 personas, y luego vayas al súper y sea materialmente imposible dar un paso, sin tropezarte con otro carro, conducido por otro ser humano. Y así hasta ni se sabe.

Total, que, entre la escasez de productos y el ansia viva por comprar de todo, hemos tardado en hacer la compra 10 minutos y nos hemos puesto en una de las ocho colas que había, una por cada caja. En la cola hemos estado 45 minutos, más o menos. Un planazo. Y claro, hemos visto de todo. Por ejemplo, la señora que iba justo delante de nosotros, llevaba – entre otras cosas – 7 bandejas de carne, de todo tipo: de vaca, de pollo y de cerdo, y porque no había de avestruz y de cocodrilo, que, si no, también. Otra señora, ha decidido que lo mejor era llevarse 3 botellas de suavizante para la ropa, cada de las cuales de 5 litros. En este caso he llegado a la conclusión, evidente, de que la señora o se mete en vena el suavizante o realiza algún tipo de cóctel. 

Estoy seguro que el señor Roig, debe estar partiéndose el pecho de la risa, mientras su cuenta corriente, ya de por sí saneada, va agrandando sus beneficios. Eso sí, como es un tipo listo y generoso, va recompensar a los trabajadores con un bonus del 20% por su esfuerzo.
Como consecuencia de que no hemos podido completar la compra en Mercadona, nos hemos ido al SúperCor, con la idea de completar lo que nos quedaba. ¡Pues otra mierda para mí solo!

De entrada, un sitio que la mayor parte de las veces, está vacío o semi vacío, hoy, en atención especial a mi interés, no había ni sitio para aparcar. Así es que hemos tenido que esperar un buen rato, con el motor apagado, hasta comprobar que efectivamente no había sitio y poder dar la vuelta – algo que es especialmente dificultoso por la estrechez del parking – y aparcarlo fuera en la calle. Después, en las cajas, el mismo esperpento que en Mercadona.

Y para terminar de redondear la jornada de confinamiento voluntario y dado que todavía nos faltaban algunas cosas por comprar, hemos ido primero, a una frutería a la que nunca habíamos ido antes. La cola, llegaba hasta la calle y allí no hemos encontrado lo que buscábamos. Así es que hemos cogido los bártulos y nos hemos ido a otra, más en el núcleo urbano. Y allí, sí, por fin, hemos podido dar por finalizada nuestra primera jornada de confinamiento, a eso de mediodía, cuando hemos salido de casa sobre las 9 de la mañana. Un plan perfecto.

Conclusión: la gente tiene un niovel de subnormalidad preocupante. Yo entendería que esta fiebre irracional y consumista, podría tener sentido si hubiera escasez de alimentos, los supermercados no pudieran abrir o situaciones similares, pero habida cuenta de que no existe ningún problema, no alcanzo a comprender este tipo de comportamientos. ¿De verdad es absolutamente necesario comprar 15 litros de suavizante para la ropa? Hombre, a no ser que vayas a instalar un negocio de lavandería industrial en tu casa, yo no lo veo. ¿Y lo del champú y gel de ducha? ¿Es que la gente se va a duchar 7 veces al día?

Lo dicho: hay demasiado imbécil.

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