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sábado, febrero 10, 2024

LAS TRIBULACIONES DE SISEBUTO. Vendiendo posicionamiento SEO en Google

Inasequible al desaliento y en vista de que sus dos proyectos anteriores terminaron en nada, nuestro amigo Sisebuto continuó buscando su sustento en las páginas de ofertas de empleo.

En esta ocasión la oferta no venía a través de alguna de esas webs en las que sólo ofrecían trabajos basura. Esta vez la oferta venía a través del SEPE y eso, a Sisebuto, le dio ánimos. Le daba exactamente igual que no tuviera la más mínima idea de qué trataba el asunto ese del posicionamiento SEO en Google, pero tampoco sería la primera vez que afrontaba un trabajo sin experiencia previa en él. Era experto en eso que los entendidos llaman “abandonar la zona de confort”. De hecho, era tan experto que, en realidad no sabía lo que era la maldita zona de confort.

Algunas ofertas del SEPE obligaban a los interesados a personarse en las oficinas, por una parte, para intentar reducir el número de curiosos que simplemente le dan un clic, aunque no sepan a qué, y por otra, para que el funcionario realice un pequeño proceso de selección, reduciendo aún más a los candidatos. Esta oferta era una de esas. Así es que, se presentó en las oficinas del SEPE, habló con la encargada del anuncio y acordó que al día siguiente tendría una entrevista con el responsable de la empresa.

El individuo en cuestión era un francés, joven. Hablaba perfectamente español, aunque con un marcado acento francés. Le contó su vida (algo que a Sisebuto le importaba cero patatero) y después, la razón de su oferta de empleo.

Le contó que en su día trabajaba para una empresa francesa desarrollando páginas webs, principalmente del sector de hostelería; como las casas rurales, pero en Francia. También procuraba que esos clientes obtuvieran un buen posicionamiento en las búsquedas de Google. Para ello, debía conocer muy bien el código y utilizarlo para su beneficio. Eso lo estuvo haciendo durante unos años, hasta que un día se planteó ¿por qué no lo hago yo? Y así fue como un día, decidió intentar desarrollar una web para un cliente y colocarlo después en los primeros lugares de búsqueda.

Según confesó él mismo, el éxito le pilló por sorpresa, y pronto se vio en la necesidad de abandonar su trabajo fijo y estable, montar su propia empresa y empezar a trabajar como un loco. Hasta que se vio forzado a contratar a gente que le ayudara. Una vez que el éxito le acompañó en Francia, decidió saltar los Pirineos e intentar hacer lo mismo en España.

Cuando Sisebuto llegó a las oficinas, se encontró con lo que parecía un local en la planta baja, destinado más bien a servir como garita amplia y confortable, para el guarda de seguridad de la urbanización. Allí, estaban cómodamente instaladas varias personas, todas ellas trabajando en el nuevo proyecto del francés. Demasiado grande para una garita y demasiado desangelado para una vivienda. De hecho, no había calefacción. Debía ser una cámara frigorífica o algo así, pensó.

Después de una breve charla, el francés no parecía entusiasmado con lo que el bueno de Sisebuto podría ofrecerle, pero en el fondo se dio cuenta de que por la mierda de dinero que ofrecía, no se le iba a presentar Bill Gates. Así es que, dada la escasez de candidatos disponibles – sólo Sisebuto- optó por darle un voto de confianza.

El trabajo, por otra parte, no parecía tan complicado, sobre todo cuando el objetivo era hablar con personas que no eran expertos ni profesionales. Había que manejar algunos conceptos clave y por lo menos, en esta ocasión, la oficina no estaba lejos de casa. Además, disponía de teléfono y de un ordenador, que pagaba el francés. Era como vender software que ya había hecho anteriormente, pero en esta ocasión se trataba de convencer al posible cliente de que aparecer en la primera página de la búsqueda de Google, era clave para su negocio. Y, además, existía el compromiso por escrito con el cliente, de que así tenía que ser.

Como el éxito del negocio le llegó al francés a través de las casas rurales en Francia, Sisebuto optó por continuar la tradición y hacer lo propio en España.

Consiguió un listado de las casas rurales de la provincia, los nombres de las personas de contacto, etc. Más tarde, fue ampliando el radio de acción y terminó por incluir a todas las casas rurales de España.

No se puede decir que la operación fuera un éxito. Era complicado convencer a los propietarios de que pagar por aparecer en la web de todas las casas rurales de España, era diferente a que tu negocio apareciera ANTES que esa web. Pero lo que determinó el final de la colaboración fue un hecho curioso.

Al poco de entrar Sisebuto en la empresa, se incorporó otra chica para hacer las mismas gestiones. La nueva era amiga y ex compañera de trabajo de otra chica que estaba ya trabajando para el galo. En realidad, fue bastante sospechoso, pero poco podía hacer Sisebuto.

El caso es que un día mientras Sisebuto estaba a lo suyo, la chica nueva hablaba por teléfono con alguien a quien Sisebuto ya había contactado anteriormente y le había dado calabazas. Sin embargo, escuchó claramente cómo la chica nueva, usando casi las mismas palabras y argumentos que usó él, había conseguido que ese posible cliente admitiera que se le hiciera una demostración.

Sisebuto, aparte de felicitar a la chica, comentó en voz alta que él mismo había hablado un par de semanas antes con la misma persona y le había despachado diciendo que de esos temas se ocupaba un amigo suyo. Poco podía hacer si el hombre prefería confiar más en la voz de una mujer.

Probablemente, fue ese el momento en el que el francés sentenció el incierto futuro de Sisebuto, porque cuando llegó el último día del mes, día de cobro en metálico y en negro, le dijo “gracias y no vuelvas”.

Todo dinero, por escaso que fuese, era bienvenido, pero la verdad es que el gabacho tenía una patada en el cielo de la boca. Era bastante sieso en cuanto al trato y en ocasiones, excesivamente soberbio. Así es que, Sisebuto se dijo: “El Señor te lo dio, el Señor te lo quitó, bendito sea su santo nombre”. Y salió de allí con el dinero en el bolsillo y sabiendo algo más de eso que se llamaba SEO.

Habría que seguir estrujando las neuronas hasta dar con la tecla. Seguro que el siguiente proyecto sería el definitivo.