Hace unos días apareció en Facebook un retwit en el que se afirmaba que las primeras mujeres que dieron clases en la universidad en todo el mundo, lo hicieron en la España del siglo XVI y que, de igual modo, el primer negro en llegar al grado de catedrático, también fue en esa misma España y época.
Esa
afirmación motivó la respuesta de un amigo mío quien matizaba: “Será por eso
que Concepción Arenal, con 21 años, tuvo que disfrazarse de hombre para poder
ingresar como oyente en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de
Madrid. Luego, lo que dice del siglo XVI es más falso que un euro de madera”.
Mi
respuesta fue: “Todo lo cual no contradice lo anterior”. Es decir, puede ser perfectamente cierto que
en siglo XVI en España una mujer o un hombre de raza negra pudieran estudiar e
incluso alcanzar la cátedra, y tiempo después, con el devenir de los vientos
cambiantes, convertirse en prohibición lo que antaño fue libertad. Pero, en
cualquier caso, despertó mi curiosidad. Y como siempre que me enfrento a algo
que desconozco en profundidad, me dispuse a investigar.
Para empezar,
habrá que puntualizar que en España, hablar de Universidad, durante mucho
tiempo y más si nos remontamos a siglos pasados, es hablar de Salamanca, una
institución que ha cumplido los 800 años de vida. Es importante recalcar este
dato, porque es posible que el número de mujeres asistentes como alumnas o como
profesoras sea escaso - ¿en comparación con qué? -, pero tampoco es que sea
abrumador el número de hombres.
Hecha esta
aclaración mi investigación me lleva a Beatriz Galindo, nacida en Salamanca el
17 de marzo de 1465, y tal y como especifica la propia Universidad de Salamanca
desde su Oficina del VIII Centenario, “fue, probablemente, la primera mujer
universitaria del mundo”. ([1])
Esta
actitud desafiaba las convenciones de la época, que dejaban la formación
académica para los hombres y destinaban a las mujeres a las labores domésticas.
Pero al menos, no les estaba vedado el acceso a la educación superior.
Beatriz fue
la primera, pero no la única.
Luisa de
Medrano, a quien se conoce erróneamente como Lucía, fue la “primera mujer
profesora universitaria del mundo” de la que existe constancia, ya que tal y
como figura en el cronograma histórico realizado por la Oficina del VIII
Centenario de la Universidad de Salamanca para conmemorar la efeméride, “dictó
clases de Gramática en el curso 1508-1509”, en sustitución de Antonio de
Nebrija.
Ellas
fueron las primeras, pero no las únicas ni tampoco las más combativas.
Llegados a
este punto tengo que mencionar a Feliciana Enríquez de Guzmán ([2]), quien apenas unas
décadas más tarde que las dos anteriores, pero dos siglos y medio antes que
Concepción Arenal, entró en las aulas de la Universidad de Salamanca vestida de
hombre para poder estudiar Teología y Astrología.
“Ellas
son las precursoras, las primeras en romper las reglas, y las que hicieron que
muchas otras, aunque fuera siglos más tarde, dejaran de estar condenadas a una
vida sin conocimiento” (1)
Ya se puede
comprobar que, por desgracia, entre el siglo XVI y los comienzos del XX, algo
trágico sucedió en España para que el acceso de las mujeres a la universidad
levantara tanto temor como para prohibirlo. Esta soberana estupidez - toda
injusticia lo es – de prohibir explícitamente el acceso de la mujer a la
educación superior en España, se terminó el 8 de marzo de 1910, cuando el
gobierno de turno, a instancias de S.M. el Rey Alfonso XIII, aprueba la Real
Orden por la que se “…autoriza por igual la matrícula de alumnos y alumnas,
permitiendo acceder a ambos sexos a la Enseñanza Superior en igualdad de
condiciones”.
Hasta aquí
un breve repaso a nuestra historia con lo que, de paso, se demuestra que, en
efecto, yo no andaba desencaminado cuando apuntaba al comienzo, que podrían
coexistir la afirmación formulada en Twitter y la de mi amigo referente a
Concepción Arenal, porque en los siglos XV y XVI la mujer en España, si quería,
podía acudir a la Universidad.
Podríamos
criticar – y sería justo – esta cerrazón mental antifeminista y enviar a la
hoguera a sus responsables, pero para aliviar nuestro pesar vamos a hacer
algunas comparaciones con otros países. Hablemos, por ejemplo, de Vivian
Juanita Malone Jones, nacida en Atlanta (EEUU).
“Ganó
fama por ser una de los dos primeros afroamericanos que
se matricularon el 12 de junio de 1963 en
la Universidad de Alabama,
gracias a la sentencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos de 1956,
que condenaba el segregacionismo y otorgaba
plenos derechos a los negros para
cursar estudios universitarios. Vivian se presentó en la Universidad
en contra de la voluntad del gobernador del Estado, George
Wallace, que la esperó en la entrada cumpliendo su compromiso
con la comunidad de oponerse a la educación mixta entre blancos y negros.” ([3])
Sorprendente
(¿o no?) este comportamiento en comparación con el de España. Una mujer
afroamericana tuvo que apoyarse en la Corte Suprema de EEUU para poder asistir
a clases en una universidad, en la que el resto de alumnos eran todos blancos.
Los que ya tenemos una edad y hemos visto muchas cosas, recordamos esas
imágenes, en blanco y negro, a las puertas de la mencionada Universidad, con el
gobernador, la policía y algunos alumnos insultando a los alumnos negros.
Otro
ejemplo destacable, también en EEUU, es el caso de Mary Winston Jackson.
Mary nació
en Virginia, Estados Unidos, el 9 de abril de 1921. La segregación racial era
el día a día en aquel momento y lugar. Se graduó en la Universidad de Hampton (un
centro solo para alumnos negros) en 1942 con un doble título de Matemáticas y
Física. Pronto obtuvo un trabajo como profesora de matemáticas en Maryland.
Junto con
otras mujeres - también negras-, terminaron trabajando para la NASA,
proporcionando unos trabajos que fueron críticos y fundamentales para poder
llevar a cabo las misiones de la Agencia Espacial.
El
desconocido trabajo de Mary Jackson, Katherine Johnson, Dorothy Vaughan, y
otras ‘computadoras humanas’ salió a la luz con la publicación del libro Figuras Ocultas, ¡publicado en 2016!
Hasta entonces poco o nada se sabía de estas mujeres, genios, con cerebros
privilegiados y una gran capacidad de trabajo, que fueron silenciadas por la
discriminación racial.
Su
fiabilidad en los cálculos era tan asombrosa que, el astronauta John Glenn
señaló que él prefería que fuera Katherine Johnson quien hiciera
esas operaciones, en lugar de las computadoras que utilizaba la NASA desde
hacía poco tiempo.
Célebre es
la frase atribuida a Glenn en relación a la mencionada Katherine Johnson: “que
lo compruebe la chica”. Ella fue la responsable de calcular a mano las
trayectorias de la cápsula Friendship 7 en la que iba Glenn.
Regresando
a España, es cierto que lo podríamos haber hecho mejor, pero siempre nos
quedará el consuelo de que otros lo hicieron mucho peor, incluso en fechas
mucho más recientes.
Hoy en día,
los números hablan por sí solos.
Según datos
del INE referentes a 2020, el porcentaje de hombres y mujeres graduados en
educación superior en España es 45,9% para los hombres y 54,1% para las
mujeres, y como se puede apreciar en el gráfico de más abajo, es una tendencia
que se viene produciendo desde hace unos años.
Otro dato:
el 66% de los Juzgados de lo Penal, lo dirigen mujeres, con lo que, de paso, se
tambalea el falso argumento esgrimido por algunas indocumentadas de que la
puesta en libertad y rebajas de penas por la ley del “sólo sí, es sí” se debe a
jueces hombres, antifeministas, carcas, fachas y recalcitrantes.
Resumiendo,
la historia contradice a mi amigo cuando él niega que hubiera mujeres en la
antigüedad que no solamente asistieron como estudiantes a la universidad, sino
que también, desempeñaron el papel de docentes.
El
problema, sin duda, es que en algún momento de nuestra historia algo se torció,
aunque tal error no fuera, ni de lejos, semejante al que observamos en estos
días, en los que asistimos entre preocupados y perplejos al hecho de que
alguien sin formación jurídica elemental, haya sido capaz de promover una ley
que rebaja penas y excarcela a violadores.
[1] El Bierzo Digital.
[2] (Fte: Real Academia Historia) Considerada por muchos
como una adelantada en la reivindicación de los derechos en tanto mujer y
escritora, fue una apasionada del cultivo de las artes y las letras, hasta el
punto de merecer el subido elogio de Lope de Vega en el Laurel de Apolo.
[3] Wikipedia