Hoy es uno de esos días en los que debemos dar gracias por no disponer de la facilidad de comprar armas automáticas como si fueran aspirinas. De otra forma, el día podría terminar como la matanza de Texas.
Ayer por la tarde tuve que
desplazarme hasta Málaga, donde debía someterme a una prueba en el hospital.
Una prueba que, en su día, la última vez que vi al médico, allá por junio de
2023, ya le pedí que no me la hiciera, a sabiendas de que el resultado iba a
ser tan inútil como el obtenido los cuatro o cinco años anteriores. A pesar de
la aplicación del más elemental de los racionamientos, el médico insistió.
Efectivamente, después de la prueba la enfermera me dijo lo que yo ya había
anticipado y se lo expliqué a ella. Asunto zanjado.
Aprovechando que ya estaba en el
hospital y que debía solicitar cita para otra prueba, antes de abandonar las
instalaciones le pregunté a una asistente que estaba en Recepción. Pregunté
dónde estaba el departamento en cuestión y me dijo que no sabía dónde
exactamente, pero que allí no había nadie. Que las citas se dan exclusivamente
por las mañanas en horario de 08.00 a 15.00. O sea, como los funcionarios. Las
alternativas eran, o bien, presentarme de nuevo allí, lo que, obviamente,
implica el desplazamiento y la molestia, o como alternativa, concertar la cita
por teléfono, a partir de las 08.00.
Ya de paso nos pusimos de
cháchara y comenzamos a echar pestes del Sistema de Salud. Que, si mi médico lo
vi en junio, me mandó unos análisis en julio, otros en noviembre y me volverá a
ver en enero de 2024.
- Pues eso no es nada, señor – me dijo la buena de
la recepcionista-. El neurólogo tiene una lista de espera de un año.
- ¡Fastuoso!
Como esto de la cita no quería
que me quitase el sueño, por supuesto que hoy no me he levantado a una hora
improcedente para llamar. He esperado a que la enfermera llegase, se tomara un
primer cafetito, charlara con sus colegas y se dispusiera a atender a su
trabajo. Vamos que me he puesto a llamar a eso de las 09.30, que tampoco es nada
del otro mundo.
Doy gracias al cielo y me
gustaría saber el nombre del que inventó el botón de rellamada del teléfono. No
alcanzo a comprender bien qué habría sido de mí sin ese avance tecnológico. Lo
digo porque desde las 09.30 estoy llamando sin ningún éxito, como era de
esperar.
Esto, ya hace rato que se ha
convertido en un reto personal. Lo de la cita es un bien colateral. Por mis
huevos que esta gentuza acabará cogiendo teléfono y dándome la cita.
Mientras tanto, a medida que iban
pasando los minutos y las horas, he ido notando como si la sangre empezara a
bullir en mis venas como un volcán. Entonces se me ha ocurrido una alternativa:
voy a ir a la biblioteca municipal a por un libro que me interesa. Y ya de
paso, voy al LIDL a comprar una cosa que el otro día no tenían porque se había
terminado y no habían repuesto.
En LIDL no he tenido ningún
problema, pero lo peor estaba por llegar en la biblioteca. La zona en la que
está ubicada, está en obras y eso hace que el número de plazas de aparcamiento
se haya reducido drásticamente. O sea, que no he podido aparcar y, por tanto,
si quiero el p… libro de los c…. tendré que volver otro día y a otra hora, más
cercana a la hora de comer o así, en la que la gente se va a comer a casa y
deja algún hueco.
Encabronado como un gorila en
celo y ansioso de sangre corriendo por las calles, he regresado a casa, sin el
libro y con la tarea pendiente de conseguir la cita en el hospital.
Menos mal que al regresar al hogar
mi mujer había puesto un tipo de música de las que habitualmente se escucha en
los monasterios budistas del Himalaya. Eso me ha tranquilizado algo, aunque no
se me han quitado del todo las ansias de coger el cebollero y liarme a cuchilladas
a diestro y siniestro.
Pasadas las 13.00 he conseguido
mi objetivo: El teléfono daba señal de llamada y ¡oh, fortuna! al cabo de unos
segundos han descolgado el aparato al otro lado. La mala suerte es que quien me
ha cogido el teléfono era el hermano gemelo de Torrente y con un C.I. peor.
De esa llamada lo único que he
obtenido ha sido la indicación de que debía llamar a otro teléfono. Un teléfono
al que con anterioridad ya había llamado y me habían dicho que no podían
ayudarme. A pesar de lo cual, tampoco era cuestión de discutir con Torrente.
Finalmente, he conseguido la cita
que necesitaba.
Estoy seguro que la nueva
ministra de Sanidad, con lo lista que es y lo bien que lo ha hecho en Madrid,
va resolver todos los problemas de la Sanidad en España.