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martes, noviembre 21, 2023

Me falta espíritu ZEN

Hoy es uno de esos días en los que debemos dar gracias por no disponer de la facilidad de comprar armas automáticas como si fueran aspirinas. De otra forma, el día podría terminar como la matanza de Texas.

Ayer por la tarde tuve que desplazarme hasta Málaga, donde debía someterme a una prueba en el hospital. Una prueba que, en su día, la última vez que vi al médico, allá por junio de 2023, ya le pedí que no me la hiciera, a sabiendas de que el resultado iba a ser tan inútil como el obtenido los cuatro o cinco años anteriores. A pesar de la aplicación del más elemental de los racionamientos, el médico insistió. Efectivamente, después de la prueba la enfermera me dijo lo que yo ya había anticipado y se lo expliqué a ella. Asunto zanjado.

Aprovechando que ya estaba en el hospital y que debía solicitar cita para otra prueba, antes de abandonar las instalaciones le pregunté a una asistente que estaba en Recepción. Pregunté dónde estaba el departamento en cuestión y me dijo que no sabía dónde exactamente, pero que allí no había nadie. Que las citas se dan exclusivamente por las mañanas en horario de 08.00 a 15.00. O sea, como los funcionarios. Las alternativas eran, o bien, presentarme de nuevo allí, lo que, obviamente, implica el desplazamiento y la molestia, o como alternativa, concertar la cita por teléfono, a partir de las 08.00.

Ya de paso nos pusimos de cháchara y comenzamos a echar pestes del Sistema de Salud. Que, si mi médico lo vi en junio, me mandó unos análisis en julio, otros en noviembre y me volverá a ver en enero de 2024.

      - Pues eso no es nada, señor – me dijo la buena de la recepcionista-. El neurólogo tiene una lista de espera de un año.

      - ¡Fastuoso!

Como esto de la cita no quería que me quitase el sueño, por supuesto que hoy no me he levantado a una hora improcedente para llamar. He esperado a que la enfermera llegase, se tomara un primer cafetito, charlara con sus colegas y se dispusiera a atender a su trabajo. Vamos que me he puesto a llamar a eso de las 09.30, que tampoco es nada del otro mundo.

Doy gracias al cielo y me gustaría saber el nombre del que inventó el botón de rellamada del teléfono. No alcanzo a comprender bien qué habría sido de mí sin ese avance tecnológico. Lo digo porque desde las 09.30 estoy llamando sin ningún éxito, como era de esperar.

Esto, ya hace rato que se ha convertido en un reto personal. Lo de la cita es un bien colateral. Por mis huevos que esta gentuza acabará cogiendo teléfono y dándome la cita.

Mientras tanto, a medida que iban pasando los minutos y las horas, he ido notando como si la sangre empezara a bullir en mis venas como un volcán. Entonces se me ha ocurrido una alternativa: voy a ir a la biblioteca municipal a por un libro que me interesa. Y ya de paso, voy al LIDL a comprar una cosa que el otro día no tenían porque se había terminado y no habían repuesto.

En LIDL no he tenido ningún problema, pero lo peor estaba por llegar en la biblioteca. La zona en la que está ubicada, está en obras y eso hace que el número de plazas de aparcamiento se haya reducido drásticamente. O sea, que no he podido aparcar y, por tanto, si quiero el p… libro de los c…. tendré que volver otro día y a otra hora, más cercana a la hora de comer o así, en la que la gente se va a comer a casa y deja algún hueco.

Encabronado como un gorila en celo y ansioso de sangre corriendo por las calles, he regresado a casa, sin el libro y con la tarea pendiente de conseguir la cita en el hospital.

Menos mal que al regresar al hogar mi mujer había puesto un tipo de música de las que habitualmente se escucha en los monasterios budistas del Himalaya. Eso me ha tranquilizado algo, aunque no se me han quitado del todo las ansias de coger el cebollero y liarme a cuchilladas a diestro y siniestro.

Pasadas las 13.00 he conseguido mi objetivo: El teléfono daba señal de llamada y ¡oh, fortuna! al cabo de unos segundos han descolgado el aparato al otro lado. La mala suerte es que quien me ha cogido el teléfono era el hermano gemelo de Torrente y con un C.I. peor.

De esa llamada lo único que he obtenido ha sido la indicación de que debía llamar a otro teléfono. Un teléfono al que con anterioridad ya había llamado y me habían dicho que no podían ayudarme. A pesar de lo cual, tampoco era cuestión de discutir con Torrente.

Finalmente, he conseguido la cita que necesitaba.

Estoy seguro que la nueva ministra de Sanidad, con lo lista que es y lo bien que lo ha hecho en Madrid, va resolver todos los problemas de la Sanidad en España.

martes, julio 04, 2023

Las incoherencias en España

Hace unos días escuché la noticia de que el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, quería abordar junto con los sindicatos y las universidades el problema que supone para España, promover carreras universitarias que posteriormente van a tener escaso o nulo éxito en nuestra sociedad por falta de demanda. Es decir, que lo que se propone, es acomodar, adaptar la formación media y superior a las necesidades reales que tenemos.

Siempre me ha parecido un disparate invertir en formar a nuestros estudiantes para que, posteriormente, esos mismos estudiantes una vez terminada su carrera y en vista de que aquí no se les brinda ningún futuro o algo de estabilidad, emigren a otros países. O sea, que nos gastamos el dinero en formar a gente que después va a trabajar en otros países. Absurdo.

Por lo tanto, la idea de Garamendi, si lo he entendido bien, me parece de cajón. Sería una forma de maximizar la inversión en educación, que debería ir acompañada de unas condiciones laborales dignas y acordes con la importancia del trabajo. Es inaudito que un médico gane poco más de mil euros en España con las condiciones laborales que tiene que padecer.

Y hablando de médicos, ahora voy a hablar de un asunto relacionado con este sector.

Al parecer, en España hay más de 30.000 médicos extranjeros, que están esperando su homologación en España para poder trabajar legalmente en nuestro país. Según indicaban en el reportaje, el proceso de homologación de titulaciones se demora entre 2 y 3 años.

Evidentemente, durante ese tiempo los que esperan la resolución final de su solicitud, tienen que dedicarse a algo para poder comer y seguir estudiando y al tiempo que todo esto ocurre, en España algunos se quejan de que faltan médicos, enfermeras, falta personal y la sanidad tiene que ser pública.

Y esto me hace recordar que supuestamente tenemos un ministro de Universidades (y otros más dedicados a otros tipos de enseñanzas) de los cuales el 99% no conocemos (me incluyo) ni el nombre. ¿A qué se dedican? ¿Tan complicado es establecer convenios internacionales entre centros de educación oficiales para homologar esas titulaciones? ¿Cuántos médicos hispano hablantes querrían trabajar en España y viceversa? Imagino que los huesos se llaman igual y que el corazón sigue estando en el mismo sitio, ya seas de Dos Hermanas o Tegucigalpa, así es que, eliminando las prácticas de los chamanes, el candomblé, el vudú, la brujería y demás aspectos esotéricos, no me parece muy difícil aceptar que un médico que ha estudiado en la Universidad de Lima, por ejemplo, pueda ejercer en España.

El problema surge cuando a esos médicos, además, tienen que sufrir el famoso MIR. ¿Y si ya vienen con esa experiencia puesta? ¿Y si ya han hecho su MIR en su país? ¿Y si también homologamos el MIR con otros países?

Pretendemos establecer normas comunes en ámbitos como la economía, la justicia, ¿y no somos capaces de hacer algo similar con las ciencias de la salud?

Hoy en día, con la Inteligencia Artificial, Big Data y diferentes herramientas que nos ofrece la tecnología, da la impresión que la homologación de los expedientes académicos de los 30.000 pendientes, se realiza a mano, uno a uno y por funcionarios de 8 a 3. ¡Es ridículo! ¿A nadie se le ha pasado por la cabeza agilizar el procedimiento de esos 30.000 posibles médicos? ¿Alguien ha podido calibrar el impacto positivo que esa masa de experiencia y conocimiento podría suponer para los españoles?

La mayor parte de las veces, gestionar un país de modo eficaz obedece a aplicar el sentido común.

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