La prensa británica, hace no muchos años, se mofaba de algunos países - entre ellos
España - por la situación económica que estaban atravesando. Les (nos) llamaban
los PIGS, acrónimo que responde a Portugal, Italia, Grecia y Spain. Y como todo
el mundo sabe, pig en inglés, significa cerdo. Una broma muy del estilo
británico.
Sin embargo, el tiempo, y sobre todo la
experiencia, han venido a demostrar que aquello fue más bien pura ironía. Me
explico, que decía un General Manager que tuve.
Todos hemos sido en algún momento, huésped de
algún hotel, casa rural, apartamento de vacaciones o similar. Y como personas
de orden y educadas que somos, estoy seguro que cada uno a su estilo ha tratado
a esas dependencias con el mismo cariño que si se tratara de su propia casa.
Pero la percepción de las cosas varía cuando estás en el otro lado del
mostrador y en vez de huésped, eres el propietario de la vivienda, del
apartamento o de la casa rural.
Por la casa de Marbella, han pasado franceses
- unos chicos jóvenes, súper educados que al marcharse recogieron ellos la
basura y la depositaron donde debían. Dos grupos de holandeses. Uno de ellos
eran cuatro amantes del fútbol que se dedican a viajar por Europa viendo
partidos de fútbol y pasárselo bien. Otro grupo, eran un par de culturistas
estilo Schwarzenegger, que venían a una competición en Marbella. Una pareja de
musulmanes residentes en Rotterdam, que ella se moría de frío en pleno mes de
julio en Marbella! Y también, cómo no, varios grupos de personas de Inglaterra.
A fuer de ser sinceros, he de decir que no
todos se han comportado de la misma manera, pero lamentablemente al mismo
tiempo, he de confesar que existe una clarísima y evidente diferencia entre un
europeo normal y un inglés. Por ejemplo.
A todos, se nos puede caer algo al suelo.
Cualquier cosa. No pasa nada. Si es un líquido, le pasamos una bayeta, un papel
de cocina o la fregona y listo. Lo que empieza a ser más complicado de entender
es que exista un rastro acusador que va desde la cocina hasta la terraza, pasando
por el salón y que días después, cuando ya te has ido de la casa, las manchas
estremezcan a quien las ve y se empiece a preguntar si va a tener que pulir el
mármol otra vez o si se va a tener que emplear a fondo con el rascador de la
vitro para poder arrancar la mierda incrustada que han dejado las cuatro
inglesitas de marras. Eso, amén de que en la casa no se aceptan a fumadores y
las inglesitas, al no haber ceniceros, han decidido usar los vasos como tales.
Y encima, no los lavan bien. Es entonces cuando comprendes la reacción extrema
que tuvo alguna de ellas cuando al entrar, empezó a gritar y a dar saltos de
alegría cuando vio la casa. Es muy posible que nunca hubiera visto nada
parecido.
Los últimos visitantes que ha tenido la casa,
también eran de las islas. Un matrimonio de edad madura, con una hija
adolescente y una amiga de la hija.
A ver. Que yo comprendo que si estás de
vacaciones no te vas a pasar todo el día con el trapo del polvo en la mano y la
fregona en la otra. Pero una cosa es eso y otra que la mancha de algo que se ha
caído en el suelo, no seas capaz de limpiarla y además, con el fin de
ocultarla, muevas el sillón y lo coloques encima para que no se vea.
Que se te puede caer un paquete de a kilo de
M&Ms. Vale. Que se llena el suelo de bolitas de colores que ya no te puedes
comer. Lo entiendo. Pero si usas el aspirador - criatura estúpida - pasa lo que
pasó: que el pobre se atraganta, no chupa más y deja de funcionar. Y como ya no
chupa más, las bolitas que no has podido recoger, las dejas en el suelo, con la
lejana esperanza de ver si ellas solas saltan hacia la basura. En Europa, en el
Continente, tenemos un invento genial llamado escoba y otro que llamamos
recogedor.
No me extraña que se sientan ajenos a Europa, a sus inventos
diabólicos y a sus extrañas formas de comportarse.
Me pregunto, qué deben pensar las
adolescentes inglesitas cuando, después de zamparse media docena de polos de
mierda, deciden arrojar los correspondientes palitos al suelo, principalmente,
debajo de la cama.
Que una, en un momento dado, puede perder una
goma del pelo. Es lógico. Pero perder media docena y encontrarlas en el suelo,
da para pensar.
Que se te olvide al hacer la maleta algo,
puede pasar. A cualquiera nos ha pasado. Pero que metas sólo una sandalia y te
dejes la otra debajo de la cama, es como para recapacitar.
Que vayas a la playa y te llenes de arena,
parece lo más obvio. Que al terminar tu sesión de baños, no uses las duchas
existentes, que no te limpies antes de entrar en el coche y te encuentres con
tanta arena en la ducha como para drenar un pantano, es difícil de entender.
Que fumes en una casa donde está prohibido
fumar, está mal. Que uses los vasos como ceniceros, está mal. Que además, no
los friegues bien, está peor. Y que por si fuera poco todo esto, encima vas y
quemas el asiendo del sofá, está mucho peor. Pero cuando no dices nada y le das
la vuelta como quien no quiere la cosa para que no se vea, es que además de
adolescente y de inglesa, eres gilipollas.
Cuando te vas de una casa, lo normal es
despedirse. No es obligatorio decir que es la mejor casa de vacaciones del
mundo, pero al menos decir good bye. Si el propietario te llama para decirte
que hay un atasco cojonudo en la mierda de autovía a Marbella y que va a llegar
tarde, lo menos es, o bien coger el teléfono o por lo menos, devolver la
llamada o enviar un mensaje. Cuando te vas sin decir nada, dejando las llaves
en la mesa del salón, sin cerrar y dejando la casa como si hubieran acampado
Atila y sus muchachos, el concepto, se denomina huida.
Afortunadamente, hay formas de compensar
tamaño desastre. Sobre todo, lo del sofá, pero no deja de sorprender cómo de
forma sistemática, un inglés no se agacha para recoger o limpiar nada que se le
haya podido caer al suelo.
¡No quiero pensar cómo deben tener sus casas
en las islas!
¡Y ellos nos llamaban PIGS!