viernes, agosto 04, 2017

Y ellos nos llamaban PIGS



La prensa británica, hace no muchos años,  se mofaba de algunos países - entre ellos España - por la situación económica que estaban atravesando. Les (nos) llamaban los PIGS, acrónimo que responde a Portugal, Italia, Grecia y Spain. Y como todo el mundo sabe, pig en inglés, significa cerdo. Una broma muy del estilo británico.

Sin embargo, el tiempo, y sobre todo la experiencia, han venido a demostrar que aquello fue más bien pura ironía. Me explico, que decía un General Manager que tuve.

Todos hemos sido en algún momento, huésped de algún hotel, casa rural, apartamento de vacaciones o similar. Y como personas de orden y educadas que somos, estoy seguro que cada uno a su estilo ha tratado a esas dependencias con el mismo cariño que si se tratara de su propia casa. Pero la percepción de las cosas varía cuando estás en el otro lado del mostrador y en vez de huésped, eres el propietario de la vivienda, del apartamento o de la casa rural.

Por la casa de Marbella, han pasado franceses - unos chicos jóvenes, súper educados que al marcharse recogieron ellos la basura y la depositaron donde debían. Dos grupos de holandeses. Uno de ellos eran cuatro amantes del fútbol que se dedican a viajar por Europa viendo partidos de fútbol y pasárselo bien. Otro grupo, eran un par de culturistas estilo Schwarzenegger, que venían a una competición en Marbella. Una pareja de musulmanes residentes en Rotterdam, que ella se moría de frío en pleno mes de julio en Marbella! Y también, cómo no, varios grupos de personas de Inglaterra. 

A fuer de ser sinceros, he de decir que no todos se han comportado de la misma manera, pero lamentablemente al mismo tiempo, he de confesar que existe una clarísima y evidente diferencia entre un europeo normal y un inglés. Por ejemplo.

A todos, se nos puede caer algo al suelo. Cualquier cosa. No pasa nada. Si es un líquido, le pasamos una bayeta, un papel de cocina o la fregona y listo. Lo que empieza a ser más complicado de entender es que exista un rastro acusador que va desde la cocina hasta la terraza, pasando por el salón y que días después, cuando ya te has ido de la casa, las manchas estremezcan a quien las ve y se empiece a preguntar si va a tener que pulir el mármol otra vez o si se va a tener que emplear a fondo con el rascador de la vitro para poder arrancar la mierda incrustada que han dejado las cuatro inglesitas de marras. Eso, amén de que en la casa no se aceptan a fumadores y las inglesitas, al no haber ceniceros, han decidido usar los vasos como tales. Y encima, no los lavan bien. Es entonces cuando comprendes la reacción extrema que tuvo alguna de ellas cuando al entrar, empezó a gritar y a dar saltos de alegría cuando vio la casa. Es muy posible que nunca hubiera visto nada parecido.

Los últimos visitantes que ha tenido la casa, también eran de las islas. Un matrimonio de edad madura, con una hija adolescente y una amiga de la hija. 

A ver. Que yo comprendo que si estás de vacaciones no te vas a pasar todo el día con el trapo del polvo en la mano y la fregona en la otra. Pero una cosa es eso y otra que la mancha de algo que se ha caído en el suelo, no seas capaz de limpiarla y además, con el fin de ocultarla, muevas el sillón y lo coloques encima para que no se vea.



Que se te puede caer un paquete de a kilo de M&Ms. Vale. Que se llena el suelo de bolitas de colores que ya no te puedes comer. Lo entiendo. Pero si usas el aspirador - criatura estúpida - pasa lo que pasó: que el pobre se atraganta, no chupa más y deja de funcionar. Y como ya no chupa más, las bolitas que no has podido recoger, las dejas en el suelo, con la lejana esperanza de ver si ellas solas saltan hacia la basura. En Europa, en el Continente, tenemos un invento genial llamado escoba y otro que llamamos recogedor. 

No me extraña que se sientan ajenos a Europa, a sus inventos diabólicos y a sus extrañas formas de comportarse.

Me pregunto, qué deben pensar las adolescentes inglesitas cuando, después de zamparse media docena de polos de mierda, deciden arrojar los correspondientes palitos al suelo, principalmente, debajo de la cama. 

Que una, en un momento dado, puede perder una goma del pelo. Es lógico. Pero perder media docena y encontrarlas en el suelo, da para pensar.

Que se te olvide al hacer la maleta algo, puede pasar. A cualquiera nos ha pasado. Pero que metas sólo una sandalia y te dejes la otra debajo de la cama, es como para recapacitar.

Que vayas a la playa y te llenes de arena, parece lo más obvio. Que al terminar tu sesión de baños, no uses las duchas existentes, que no te limpies antes de entrar en el coche y te encuentres con tanta arena en la ducha como para drenar un pantano, es difícil de entender.

Que fumes en una casa donde está prohibido fumar, está mal. Que uses los vasos como ceniceros, está mal. Que además, no los friegues bien, está peor. Y que por si fuera poco todo esto, encima vas y quemas el asiendo del sofá, está mucho peor. Pero cuando no dices nada y le das la vuelta como quien no quiere la cosa para que no se vea, es que además de adolescente y de inglesa, eres gilipollas.

Cuando te vas de una casa, lo normal es despedirse. No es obligatorio decir que es la mejor casa de vacaciones del mundo, pero al menos decir good bye. Si el propietario te llama para decirte que hay un atasco cojonudo en la mierda de autovía a Marbella y que va a llegar tarde, lo menos es, o bien coger el teléfono o por lo menos, devolver la llamada o enviar un mensaje. Cuando te vas sin decir nada, dejando las llaves en la mesa del salón, sin cerrar y dejando la casa como si hubieran acampado Atila y sus muchachos, el concepto, se denomina huida.

Afortunadamente, hay formas de compensar tamaño desastre. Sobre todo, lo del sofá, pero no deja de sorprender cómo de forma sistemática, un inglés no se agacha para recoger o limpiar nada que se le haya podido caer al suelo. 

¡No quiero pensar cómo deben tener sus casas en las islas!


¡Y ellos nos llamaban PIGS!

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