A veces - con bastante frecuencia diría yo -, es
necesario echar la vista atrás y revisar algunos datos históricos que, bien por
la distancia en el tiempo, bien por pura ignorancia o bien por interés
torticero, algunos intentan confundirnos y hacernos creer que los elefantes
vuelan.
Digo esto porque
parece que hubo un tiempo en España, idílico, casi de cuento de hadas, bajo
la hegemonía de la izquierda, en el que todo era paz, armonía y amor. Una
España donde campaba a sus anchas la libertad, el respeto, la fraternidad y
todo ello, expresado en una democracia plural.
Por el contrario, según estos “eruditos” de nuevo
cuño con visión desenfocada de la historia, este gobierno del PP, piensa traer
o ha traído ya, lo peor de la “derechona” más recalcitrante y fascista.
Para esos fanáticos intelectualoides, va dedicado
este post.
Uno de los supuestos argumentos que esgrimen contra
el PP, es la bautizada como “Ley Mordaza”, pues al parecer, conculca derechos
fundamentales de los ciudadanos y les priva de su sacrosanta libertad,
simplemente por el hecho de que ahora, eso de hacer una foto a un agente de la
autoridad en ejercicio de sus funciones y subirlo a las redes sociales, puede
ser considerado un delito contra la seguridad. Hombre, yo diría que en un país en el que “los
buenos” llevan pasamontañas para no ser identificados, al menos tiene sentido y
es coherente, que se intente salvaguardar la identidad de los agentes para
evitar ulteriores venganzas, que por cierto, ya se han dado, por ejemplo, en el
País Vasco.
Pues bien, para esos desmemoriados cabe recordarles
que el
4 de agosto de 1933 fue promulgada
¡La Ley de Vagos y Maleantes! ,
durante la Segunda República, y fue un proyecto del gobierno izquierdista de
Manuel Azaña. La versión original de la ley declaraba "en estado
peligroso" a diversos individuos entre los que contaban los "vagos
habituales" y los "ebrios". Los castigos iban desde multas al
internamiento, pasando por la pérdida de dinero y demás posesiones.
¿Se imagina alguien qué
pasaría hoy si en España se aplicara una ley similar a todos los jóvenes que van
borrachos como cubas los fines de semana?
Los hay también que se
declaran exentos de respetar la actual Constitución, por el bien fundamentado
argumento de que “ellos no la han votado” y que además, hay que cambiarla
porque ya se ha quedado antigua.
Por ese mismo
razonamiento, deberíamos cambiar las reglas del fútbol y permitir, por ejemplo,
que se meta gol en fuera de juego y con la mano, no?
A todos estos falsos
demócratas en permanente estado de reclamación y exigencia me permito
recordarles que su tan cacareada y excesivamente exaltada Segunda República, fue instaurada tras una
victoria electoral monárquica, es decir, de sus rivales políticos.
Se suele decir que la Segunda República se
proclamó tras una victoria electoral republicana. Nada más lejos de la verdad.
En las Elecciones Municipales del 12 de abril de 1931, los
republicanos obtuvieron 5.775 concejalías frente a las 22.150 conseguidas por
los monárquicos. El número de concejales monárquicos casi
cuadruplicaba al de concejales republicanos.
Sin embargo, el voto republicano se concentró en las ciudades, obteniendo la victoria en la mayor parte de las capitales de provincia, lo que sembró la euforia entre los partidarios de la caída de la monarquía y sembró el desánimo en la Corte de Alfonso XIII, que dos días después de los comicios partía hacia Cartagena y de allí hacia el exilio para evitar que un conflicto entre monárquicos y republicanos acabase en un baño de sangre: “quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil”, afirmaba el monarca en una carta publicada el 17 de abril por el diario Abc.
La Constitución española de 1978, fue
aprobada en referéndum con los siguientes datos:
·
Participación: 67%
·
A favor: 88,5%
Por señalar sólo un ejemplo muy ilustrativo, en
Barcelona participó el 67% y el “SI” obtuvo un 91%.
En el referéndum que se hizo en Cataluña para el
Nuevo Estatuto, la participación no llegó al 50% de los votantes y dieron el “SI”
el 74%. Curioso, eh?
Pues bien, la Constitución de la Segunda República,
fue aprobada sin referéndum y sin voto femenino.
La Constitución
de la Segunda República fue aprobada el 9 de diciembre de 1931 por las
Cortes Constituyentes, elegidas el 28 de junio de ese año en unas
elecciones en las que sólo pudieron votar los hombres (el voto
femenino no fue aprobado hasta el 1 de octubre) y que dieron lugar a un
parlamento con una insignificante presencia de la derecha. Para colmo de
defectos, no se convocó ningún referéndum para aprobar esa Constitución.
Las Cortes republicanas negaron al pueblo español su derecho a decidir sobre
esa Carta Magna.
Y ahora, sus nietos, se rasgan los vaqueros
porque no votaron la de 1978.
Para aquellos que pretenden convencernos de que la
izquierda siempre ha sido progresista, hay que recordarles que dos
diputadas socialistas estaban en contra del voto femenino.
En el otoño de 1931 se debatió la aprobación del
voto femenino. En aquellas Cortes republicanas sólo había dos mujeres, que
irónicamente no pudieron votar en las elecciones: Clara Campoamor,
del Partido Radical, y Victoria Kent, del Partido Republicano
Radical Socialista. La primera votó a favor del voto femenino, y la segunda en
contra. En su
discurso, Kent no dudó en basar su rechazo al voto femenino en una
“cuestión de oportunidad para la República”, llegando a afirmar lo siguiente: “Si
las mujeres españolas fueran todas obreras, si las mujeres españolas hubiesen
atravesado ya un periodo universitario y estuvieran liberadas en su conciencia,
yo me levantaría hoy frente a toda la Cámara para pedir el voto femenino.”
Curiosamente, el mismo argumento se podría haber usado para rechazar el voto
masculino…
El caso más esperpéntico de rechazo al voto
femenino vino de Margarita Nelken, del PSOE, que resultó
elegida diputada por Badajoz en las elecciones parciales celebradas el 4 de
octubre de 1931. Nelken no dudó en mostrar su rechazo al voto femenino
con estas palabras: “Poner un voto en manos de la mujer es hoy, en España,
realizar uno de los mayores anhelos del elemento reaccionario”. Hoy en día
la
web del PSOE presenta a Nelken como una pionera pero no menciona su voto en
contra del sufragio femenino. Las mujeres votaron por primera vez en
unas Elecciones Generales el 19 de noviembre de 1933, dando la victoria por
mayoría a la derecha y evidenciando el motivo sectario por el que
buena parte de la izquierda se negó a apoyar este derecho de las mujeres.
A los que proclaman que la “ley mordaza” es una forma
de censura, hay que recordarles cómo se las gastaban en aquel entonces sus
colegas de la izquierda.
El Artículo 34 de la Constitución
de la Segunda República afirmaba: “Toda persona tiene derecho a emitir
libremente sus ideas y opiniones, valiéndose de cualquier medio de difusión,
sin sujetarse a previa censura.” Sin embargo, la Ley
de Defensa de la República de 1931 convirtió en delitos ciertos
ejercicios de la libertad de expresión y de información, por ejemplo:
- “La difusión de noticias que puedan quebrantar el crédito o perturbar la paz o el orden público”
- “Toda acción o expresión que redunde en menosprecio de las Instituciones u organismos del Estado”
- “La apología del régimen monárquico o de las personas en que se pretenda vincular su representación, y el uso de emblemas, insignias o distintivos alusivos a uno u otras”
Con ello, se impedía a cualquier ciudadano,
asociación o medio de comunicación ejercer la crítica al gobierno o al régimen,
lo que proporcionaba a la Segunda República normas represivas propias de una
dictadura. En la práctica, esta ley supuso la instauración de una férrea
censura previa, que llenó los periódicos de diverso signo de espacios en
blanco bajo el título de “visado por la censura”.
Censura en el cine a escenas “lujuriosas” de abejas y
flores
Durante la Segunda República también
se censuraban las películas. La censura suprimía escenas de desnudos,
aquellas que tuviesen una cierta carga erótica e incluso cualquier mención a la
prostitución o a los homosexuales, como señalan María Antonia Paz Rebollo y
Julio Montero Díaz en “Las
películas censuradas durante la Segunda República. Valores y temores de la
sociedad republicana española (1931-1936)”. En dicho trabajo se recogen,
además, casos de censura en “una escena que recogía la cópula de las abejas”, o
“una escena de una yegua y un caballo y otra en la que se fecundan las flores”,
pues “se consideró que presentaban una tendencia lujuriosa”.
Censura política e ideológica en las
obras de teatro
Durante la Segunda República también
existía censura previa en las obras de teatro, incluso en las infantiles.
Como señaló
Manuel L. Abellán: “Autores, empresarios o representantes de las compañías
teatrales elevaban una instancia con anterioridad al estreno de la obra.”
En su trabajo se indica como diversas obras fueron censuradas por motivos
políticos e ideológicos, e incluso suprimiendo críticas al gobierno.
Un escudo monárquico para una bandera que
no usó la Primera República
A diferencia de lo que muchos piensan, la bandera
tricolor de la Segunda República no fue utilizada durante la Primera República
(1873-1874), régimen que usó la bandera bicolor que había establecido Carlos
III como bandera nacional en 1785. La Segunda República cambió el diseño de la
bandera, pero irónicamente mantuvo el escudo con los cuarteles que representan
a los reinos de Castilla, León, Navarra, Aragón y Granada, cuya unión ha
simbolizado siempre el Reino de España. La Segunda República también mantuvo
las Columnas de Hércules con la cinta luciendo el lema “Plus Ultra”,
incorporado por Carlos V para simbolizar su Imperio. Simplemente, se suprimió
el escusón con las flores de lis que representaban a la dinastía borbónica, y
se sustituyó la corona real por una corona mural, elección muy inadecuada pues
dicha corona se usaba tradicionalmente en diversos países -mayoritariamente
monarquías- para timbrar los escudos de los municipios, y no de una nación.
Una Constitución que lesionaba la
libertad religiosa
La Constitución
de la Segunda República, en su Artículo 26, establecía la disolución de las
órdenes religiosas que estableciesen un voto de “especial de obediencia a
autoridad distinta de la legítima del Estado”. Se proscribía así a las
órdenes que hacían voto de obediencia al Papa. A comienzos de 1932,
esa norma dictatorial se utilizó para disolver la Compañía de Jesús,
nacionalizar sus bienes e iniciar una auténtica persecución contra sus
miembros.
La Constitución de 1931 establecía,
además, la disolución de todas las órdenes religiosas que “constituyan
un peligro para la seguridad del Estado”. Con una afirmación así se
abría la puerta a que cualquier gobierno se cargase toda orden que no
complaciese los caprichos del poder. Además, dicha Constitución
prohibió a las órdenes religiosas dedicarse a la enseñanza, una labor
a la que los religiosos habían dedicado enormes esfuerzos y que había permitido
educarse a numerosas personas de las clases más humildes. Se trataba de un
atropello en toda regla que violaba el derecho a la libertad de educación.
Pero las medidas anticatólicas de esa Constitución no acababan ahí.
El Artículo 27 proscribió los cementerios
religiosos, ya fueran católicos, judíos, protestantes, etc. Dicho
Artículo también establecía lo siguiente: “Las manifestaciones públicas del
culto habrán de ser, en cada caso, autorizadas por el Gobierno.” Se
sometía así a la voluntad del poder el ejercicio de la libertad religiosa,
suprimiéndola de facto.
Cuando la derecha ganó las elecciones y
no la dejaron gobernar
La Confederación Española de Derechas
Autónomas (CEDA), liderada por José María Gil-Robles, gana las Elecciones
Generales del 19 de noviembre de 1933 -las primeras elecciones de la
historia de España en las que votan las mujeres-, obteniendo 115 diputados. La
segunda formación más votada, el Partido Radical, obtiene 102, y la tercera, el
PSOE, se queda con 59. A pesar de los resultados, la izquierda amenaza con una
insurrección si la CEDA forma gobierno. La izquierda más extremista ni siquiera
espera a que ocurra tal cosa: los anarquistas de la CNT inician el 8 de
diciembre de 1933 un levantamiento golpista disfrazado de huelga general,
que se salda con 89 muertos y 163 heridos, atentados con explosivos,
destrucción de archivos, quema de iglesias y atentados contra vías férreas,
puentes, líneas telegráficas y telefónicas. El acto más grave de esa intentona
golpista es el descarrilamiento del tren rápido Barcelona-Sevilla en Punzol
(Valencia), un atentado terrorista que mata a 23 pasajeros y deja 38 heridos.
El 18 de diciembre el Presidente de la República,
Alcalá Zamora, ignora los resultados electorales y encomienda la
formación de un nuevo gobierno a Alejandro Lerroux, líder del Partido Radical,
el segundo más votado. La CEDA se pliega a las amenazas de la izquierda y
decide apoyar el gobierno de Lerroux. Sin embargo, en el otoño de 1934 la CEDA
exige a Lerroux que le permita participar en el gobierno. Alcalá Zamora lo
acepta y el 4 de octubre entran tres ministros de la CEDA en el ejecutivo de
Lerroux. Al día siguiente, el PSOE pone en marcha una nueva intentona
golpista bajo el disfraz de una huelga general. En Madrid miembros
armados del sindicato del PSOE, la UGT, intentan asaltar -sin éxito- los
edificios de la Presidencia del Gobierno y del Ministerio de la Gobernación. En
diversas zonas de España la intentona golpista se traduce en una semana de
violencia, lo que obliga al gobierno a hacer intervenir al Ejército. El
golpe se salda con más de un millar de muertos, entre ellos 35 sacerdotes
asesinados por los golpistas. Se trata del levantamiento armado más
grave sufrido por la Segunda República antes del 17 de julio de 1936.
¿Nos resulta familiar la situación?
La actitud golpista del PSOE durante la
Segunda República
La sangrienta experiencia revolucionaria de
octubre de 1934 no es un caso aislado en la actitud del PSOE hacia la Segunda
República. Basta con repasar los incendiarios discursos de Francisco
Largo Caballero, secretario general de la UGT hasta 1938 y presidente
del PSOE entre 1932 y 1935. Ya el 23 de noviembre de 1931, cuando ocupaba el
cargo de Ministro de Economía y ante la posibilidad de que se disolviese el
gobierno por falta de apoyos parlamentarios, Largo Caballero advirtió: “No
puedo aceptar la posibilidad, que sería un reto al partido, y que
nos obligaría a ir a una guerra civil“. En febrero de
1933 vuelve a repetir su amenaza: “Si no nos permiten conquistar el
poder con arreglo a la Constitución… tendremos que conquistarlo de otra manera”.
En agosto evidencia en otro acto del PSOE lo que opina de la República: “Tenemos
que luchar, como sea, hasta que en las torres y en los
edificios oficiales ondee no la bandera tricolor de una República burguesa,
sino la bandera roja de la Revolución Socialista“.
En plena campaña para las Elecciones del 19 de
noviembre de 1933, Largo Caballero vuelve a mostrar su peculiar talante: “El
jefe de Acción Popular decía en un discurso a los católicos que los socialistas
admitimos la democracia cuando nos conviene, pero cuando no nos conviene
tomamos por el camino más corto. Pues bien, yo tengo que decir con franqueza
que es verdad. Si la legalidad no nos sirve, si impide nuestro
avance, daremos de lado la democracia burguesa e iremos a la conquista del
Poder“. El 5 de octubre de 1934, como acabamos de ver,
cumplió con creces su amenaza, cuatro días después de afirmar en un mitin en
Madrid lo siguiente: “Nuestro partido, es ideológicamente, tácticamente, un
partido revolucionario… cree que debe desaparecer este régimen“.
Tras esa intentona golpista, Largo Caballero es
detenido. El 1 de diciembre de 1935 es puesto en libertad. De cara a las
Elecciones Generales de febrero de 1936, el presidente del PSOE continúa con
sus soflamas golpistas. El 19 de enero de 1936 afirma en un mitin en Alicante: “si
triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros
aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la guerra civil
declarada”. Al día siguiente, en otro mitin socialista en Linares
(Jaén), aclara todavía más su posición respecto de la República: “la
democracia es incompatible con el socialismo, y como el que
tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay
que ir a la Revolución“. El 10 de febrero, en el Cine
Europa de Madrid, declara sin rodeos: “estamos ya hartos de ensayos de
democracia; que se implante en el país nuestra democracia”. En ese mismo
mitin Largo Caballero deja claro lo que entiende por “nuestra democracia” con
estas palabras: “Tenemos que recorrer un periodo de transición hasta el
socialismo integral, y ese período es la dictadura del proletariado, hacia la
cual vamos.”
Como se puede apreciar
por todo lo antedicho, en el subconsciente de la izquierda, perviven hoy en
día, casi los mismos tics que alimentaron hace 70 años una convivencia
imposible. La demanda permanentemente insatisfecha de una supuesta falta de
libertad, el anti-monarquismo, el anti-clericalismo y en definitiva, la
búsqueda continua, de la imposición al resto, de sus creencias, bajo la falsa apariencia
de una actitud democrática.
PODEMOS
y sus marcas blancas, no han inventado nada. Están más caducos que las ideas de
Elena Francis.
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