lunes, septiembre 16, 2019

Las riadas y la limpieza de los cauces.


Cada vez que nos sacude una gota fría, una DANA o un Diluvio Universal, surgen como las setas los que reclaman que hay que limpiar los cauces de los ríos y que esa falta de limpieza fue la razón fundamental por la que se produjo el desastre de turno. Y por consiguiente, las consabidas acusaciones a los organismos públicos, empezando por el ayuntamiento de turno, la confederación hidrográfica pertinente, la Comunidad Autónoma y de ahí, para arriba. 

Y sin embargo, parece que debido a nuestra latitud, las denominadas popularmente gotas frías, son tan ineludibles como los tornados en el medio oeste norteamericano, los tifones en Asia o los huracanes en el Caribe y el Atlántico. 

En primer lugar deberíamos por comenzar explicando algo que aparentemente es obvio y es que los cauces de los ríos, no son como las cañerías de casa; no son tubos, perfectamente limpios, por los que circula el agua sin ningún impedimento. Los ríos, tienen en sus márgenes, vegetación que crece espontáneamente, en su fondo, piedras, algas y otros tipos de plantas y además, su trayectoria se encuentra en muchos casos, con obstáculos naturales, como meandros, paredes rocosas, etc.

Por tanto, la primera pregunta que me hago es ¿qué significa limpiar el cauce de un río? Y la segunda, si esa limpieza es realmente necesaria y efectiva.

A tenor que lo que se explica en este enlace (ver AQUÍ) se dice literalmente: “La limpieza es una actuación destructiva del cauce, que no sirve para reducir los riesgos de inundación y que puede originar graves consecuencias, tanto en el medio natural como en los usos humanos del espacio fluvial” Con lo cual, parece que éstos, lo tienen claro y desmontan de un plumazo esa teoría de que hay limpiar con Cristasol los ríos.

Por otro lado, hay que destacar que cuando llueve de manera torrencial, como en una gota fría, rara vez lo hace en la cabecera de un río y aunque lo hiciera, no hay ríos capaces de soportar un caudal de 300 litros en 6 horas. Lamentablemente, en España hemos tenido el año pasado un claro ejemplo de que todas estas presunciones no sirven de nada cuando se produce la tragedia de Sant Llorenç, en Mallorca, (octubre de 2018) donde  cayeron más de 180 litros por metro cuadrado, 150 de ellos, en menos de dos horas y que provocaron varios muertos e innumerables destrozos materiales. Y algo más lejano en el tiempo, está la tragedia del camping de Biescas (agosto 1996 - ver más detalles AQUÍ), en el que el camping estaba situado sobre el cono de deyección del río Gállego.

Otro aspecto a tener en cuenta pero que casi nunca se menciona, es el ansia sin límites de construir viviendas en zonas en las que el paso del agua se hace obligatorio o en sus aledaños. No se puede impedir la natural circulación del agua y por ende, aunque en la mayoría de los casos, los cauces de los riachuelos, arroyos y demás, vayan secos, o casi, nunca hay que olvidar que tarde o temprano por ahí pasará agua. Y mucha. Eso lo descubrieron no hace mucho tiempo bastantes habitantes de Fuengirola, que solían aparcar sus vehículos en el cauce de una riera que habitualmente está seca…hasta que un día bajó por allí el Danubio y se llevó todos los coches aparcados directamente al mar, que estaba a 100 metros. Desde entonces, no he visto ningún coche más aparcado allí.

Por tanto, la tesis de que estas catástrofes se pueden evitar o aliviar limpiando los cauces de los ríos, es radicalmente falsa, toda vez que, como ya se ha mencionado, con ese volumen de agua, no hay río ni embalse que lo soporte y como queda detallado en el enlace anterior, además puede ser peor el remedio que la enfermedad.

Lo lamentable, aparte de la pérdida de vidas humanas y de los bienes materiales, es que toda esa agua se pierde y en este caso, de la vega del Segura, es aún más hiriente, por cuanto es una zona necesitada de agua con frecuencia. De ahí la obra de ingeniería trasvase Tajo-Segura.

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