domingo, septiembre 01, 2019

Homero: "Dejemos que el pasado sea el pasado"


De un tiempo a esta parte, se ha puesto de moda enjuiciar el pasado, con los ojos y los principios del presente. No importa cuán alejado esté ese pasado. Da igual que se refiera a la Conquista de América por parte de los españoles, la epopeya de dar la vuelta al mundo en un barco, los desastres de nuestra guerra civil, con sus muertos y asesinatos por ambas partes, o los excesos de cualquier político,  productor de cine o cantante, en su relación con las mujeres. Da igual. Al cabo de 30 años o de 500, siempre sale alguien criticando, enjuiciando o directamente condenando, las acciones de aquellos que en la mayor parte de las ocasiones, ya no pueden defenderse, y en el mejor de los casos, su imagen queda destrozada para siempre.

Recuerdo en estos momentos casos como los de Fatty Arbuckle, el actor de Hollywood acusado injustamente de violación y aunque fue declarado inocente, su carrera se terminó definitivamente. Y sin embargo, un mujeriego y vicioso empedernido como Errol Flynn, que se cepillaba todo lo que se movía, al margen del género a que perteneciera, murió como consecuencia de sus propios excesos (drogas, alcohol y sexo, fundamentalmente) sin haber sido denunciado nunca, a pesar de que hubo sospechas de que pudiera haber tenido sexo con una chica de 16 años. 

Los casos de Harvey Weinstein, Woody Allen, Kevin Spacey, Michael Jackson o Roman Polanski, son otros bien conocidos, a los que hay que añadir el de algunos futbolistas, tanto de ahora como de hace años. Recuerdo por ejemplo a Alexanco, jugador del Barça, o más recientemente al propio Cristiano Ronaldo.

Me guardo mi propia interpretación de cuáles fueron los auténticos motivos que impulsaron a esas supuestas víctimas, a actuar como lo hicieron entonces y el por qué de su cambio de actitud ahora.  
Remontándonos a la Conquista de América, los hay que pretenden hacernos creer que los pobres Aztecas, eran unas hermanas de la caridad y que los españoles éramos unos asesinos, salvajes y violadores. Desde luego, no enviamos a la flor y nata de nuestra sociedad, pero tampoco por ello hay que exagerar la cosa. Y a esos que acusan de genocidas a los Cortés, Pizarro, Orellana y demás, habría que preguntarles cómo fue posible que 300 españoles, pudieran someter a un imperio de 10 millones de habitantes con sus correspondientes ejércitos, por muy salvaje que se fuera. Y de paso, preguntarles por sus admirados Josif Stalin, Pol Pot, Fidel Castro, Nicolás Maduro, Mao Tse Tung, y compañía.

Y si continuamos mirando al pasado con los ojos actuales, no deberíamos pasar por alto el soez comportamiento de los albañiles de las obras, que subidos en los andamios, piropeaban - o eso pretendían ellos - a las mujeres que tenían la desgracia de pasar cerca del alcance de sus voceríos y aguantar estoicamente el chaparrón de groserías que les caían de dichos andamios. Dado que estamos en una vorágine revisionista del pasado, propongo que iniciemos una cruzada en busca de todos aquellos obreros de la construcción, para que se enfrenten a la justicia bajo la acusación de abusos verbales, incitación al pecado o cualquier otra barbaridad que se le pueda ocurrir a cualquier imbécil con un micrófono en la mano.

Ahora, el que ha salido a la palestra, ha sido nuestro Plácido Domingo. Algo que ha sorprendido a todos. Y lo lamentable en este asunto, es que las denuncias se producen de forma anónima, sin aportar pruebas - al menos que sepamos de momento - y transcurridos 30 años de los supuestos hechos. Es decir, una caza de brujas al más puro estilo macartista, y precisamente por los mismos que pretenden deslegalizar los juicios sumarísimos que se realizaron tras la guerra civil española, por parte del franquismo. Un contrasentido en sus propios términos.

Lo más grave de este tipo de casos que salen a los medios de comunicación, lo explicó claramente el actual Ministro de Cultura (cuyo nombre no recuerdo, como tampoco recuerdo el de sus compañeros del Consejo): “El problema de este tipo de informaciones, es la condena mediática”, es decir, aquella que, al margen de la que pudiera derivarse de los tribunales, ya se ha dictado en contra del sujeto. Y es aquí donde entran en juego una serie de factores personales, entre los que se encuentran, los prejuicios - fundamentales para poder sostener una posición u otra - y las simpatías o antipatías por el individuo. 

Hoy, por ejemplo, en un lamentable intento de justificar lo que todavía no se ha demostrado, he tenido que leer que Plácido se había casado muy joven y que se había divorciado y vuelto a casar. Con lo cual, me temo que me acaban de meter en una categoría nueva, al más puro estilo católico retrógrado, cuando se negaba la comunión y los sacramentos a los divorciados. Lo curioso es que este tipo de planteamientos, sean defendidos en pleno siglo XXI  por individuos cuya inclinación religiosa, dudo mucho que se acerque a la de los integristas católicos, o simplemente católicos. Pero ahí no acaba la “acusación”. Al parecer, otro individuo, colega de Plácido, como Pavarotti, ahora resulta sospechoso de haber sido un mujeriego, por el hecho de haberse casado con su secretaria que era 40 años más joven que él. Y por ende, como ambos son colegas y han disfrutado de una vida “disipada” para el normal proceder del resto de los mortales, seguro que son culpables…de algo.

Hasta donde alcanza mi memoria, Henry Kissinger, el ex Secretario de Estado Norteamericano, es culpable de muchas cosas, entre otras, de casarse con su propia secretaria. Menos conocido es el caso de Manuel Pimentel, Ministro con Aznar y la que fuera su compañera de partido Alicia Sánchez Camacho, fruto de cuya relación tienen un hijo. Y ya metidos en faena, hay que recordar que nuestro Premio Nobel, Camilo José Cela se casó cuando tenía 75 años, con una periodista, Marina Castaño, que entonces tenía 34, o el propio Nelson Mandela, con fama de mujeriego desde los tiempos de estudiante.  Así es que de alguna forma, todos estos personajes, deben ser culpables de algo relacionado con los abusos, las violaciones o en general, un comportamiento inadecuado con las mujeres.

Me parece lamentable, triste y sobre todo, preocupante, que los medios de comunicación, cuya principal tarea es la de informar, se dediquen a lanzar acusaciones sin fundamento. Debería existir una ley que obligara a esos mismos medios a publicar la absolución de los acusados, cuando se diera el caso, con la misma relevancia con la que se informó de su detención. Porque todos hemos visto cómo se detienen a famosos, cómo son introducidos en los coches policiales, cómo son interrogados en los juicios, pero no hay muchos casos en los que esos mismos medios, divulguen la puesta en libertad de los acusados, con lo que aquello de “calumnia, que algo queda”, se vuelve cada día más cierto.

Deberíamos seguir el sabio consejo de Homero: “Dejemos que el pasado sea el pasado” o el de Sócrates: “El pasado tiene sus códigos y costumbres”.
  

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