El asunto llamado Barçagate no sé si habrá visto la luz, precisamente ahora, para intentar desviar la atención de otro asunto mucho más serio y que implica, de nuevo, al PSOE. Me refiero al nuevo asunto de corrupción conocido como el “Caso Mediador” o del “Tito Berni”. A mí el que me interesa es el del Barça, que tiene tela.
Cada día vamos conociendo
detalles a cuentagotas de este tema de corrupción en el deporte. Un asunto como
nunca antes se había conocido en un club como el Barcelona, que al parecer, ha
estado pagando durante casi 20 años a Enríquez Negreira, un alto directivo de los árbitros de
fútbol, con el fin de verse favorecido por las decisiones de éstos, lo que
supone un adulteramiento absoluto de la competición.
Lamentablemente, a pesar de que
se tiene constancia de que esos pagos se han venido produciendo desde el año
2001, debido a la nueva 'Ley del Deporte', aprobada – muy oportunamente - el
pasado 31 de diciembre de 2022, establece en el artículo 112 la prescripción de
infracciones y sanciones: "Las infracciones muy graves
prescribirán a los tres años, las graves a los dos años y las leves a los seis
meses", lo que hace inviable la persecución de los delitos más allá de los
límites establecidos en el mencionado artículo. Pero aún así, el tema reviste
una gravedad máxima.
Algunos se están empezando a
plantear qué medidas disciplinarias puede adoptar la RFEF, o la UEFA o la FIFA,
pero en realidad, el asunto va mucho más allá de un castigo más o menos
puntual, un perjuicio económico más o menos severo y una degradación sin
límites de la imagen de una institución. Esta continuada traición a los más
elementales valores del deporte, ya han afectado a todos los equipos que se han
enfrentado en competición nacional al club catalán.
Ahora se está empezando a
recopilar de los archivos de los medios de comunicación ( ver aquí ) decisiones arbitrales
que en su día fueron un escándalo, señalando penaltis inexistentes a favor, no
señalando en contra ninguno durante 2 años, expulsando a jugadores clave de los
equipos rivales por decisiones que ahora se tornan interesadas, etc. etc. etc.
Las posibilidades de análisis son infinitas por cuanto un árbitro toma docenas
de decisiones a lo largo de un partido y si debiéramos repasar 20 años de
corrupción, las consecuencias podrían ser mucho peores que las que se
vislumbran en el horizonte.
Pitar el final del partido cuando
el rival del Barça realizaba un contraataque y un jugador se quedaba solo
delante del portero.
Expulsar a Cristiano Ronaldo por
fingir una falta, cuando en realidad, era más que probable que fuera penalti a
favor del Real Madrid.
Faltas rigurosas y peligrosas
contra los rivales del Barça, que supusieron la pérdida de puntos de esos
equipos y, por ende, la imposibilidad de participar en competiciones europeas.
No se trata, pues, de unos pocos
partidos entre los grandes del fútbol español. Se trata de miles de decisiones
tomadas en cientos de partidos que aparentemente resultaban intranscendentes,
pero que a la postre, significaron goles, puntos, trofeos y dinero, al tiempo
que se menoscababa el potencial de los rivales. De poco les puede servir a esos
equipos modestos perjudicados por los arbitrajes a favor del Barça, que ahora
las instituciones castiguen a los de la Masía, ya sea apartando al equipo de
competiciones de la UEFA o del modo que sea. El posible daño que se les hizo en
su día ya no tiene solución, pero, de cualquier forma, hay que dar ejemplo. Esto
no puede quedar en un encarcelamiento de unos directivos responsables, una
multa cuantiosa o pagar unas penitencias a la UEFA o la FIFA. Si el asunto se
queda en eso, estaríamos abriendo la puerta a que los equipos más poderosos, no
ya de España, sino de Europa, imitaran al club catalán y terminaran por
convertir este deporte en algo mucho más sucio de lo que a veces parece.
¿Recuerda el lector el robo que
sufrió el Chelsea en Europa frente al Barça? ¿Acaso no fue un escándalo?
Los españoles nos acordamos muy
bien de aquel árbitro egipcio en el Mundial de Corea y su comportamiento decisivo
en aquel partido que nos enfrentó a los anfitriones coreanos y que supuso
nuestra eliminación del torneo.
Si lo que hasta ahora se ha
podido esconder detrás del velo de los errores humanos, a partir de ahora y con
medios técnicos avanzados, esos errores podrían dejar de ser considerados como
tales para calificarlos como sospechosos de corrupción. Por eso es tan
importante que de este sucio asunto salga una lección que elimine la duda.
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