Aquí es donde me desahogo. A veces, no siempre, necesito escribir. Unas veces es un recuerdo propio, otras, lo tomo prestado; otras más, es alguna noticia que me llama la atención. Por eso, esto es el típico cajón de sastre en el que puedes encontrar de todo. Espero que encuentres algo que te haga disfrutar o te entretenga. Mis libros está en Amazon.
domingo, junio 29, 2025
Extraña experiencia en un lupanar
viernes, junio 27, 2025
El suicidio.
De acuerdo a la información proporcionada por el portal datosmacro.com, “en 2023 se registraron en España 4.118 suicidios, 110 menos que en 2022. Esto supone que cada día se suicidan en España una media de 11 personas”.
En el período 2020-2023, el
número total de suicidios ascendió a 16.292, a pesar de lo cual, la relevancia
que le otorgan los medios de comunicación a este asunto es cero. Es un asunto
invisible. Tan invisible que los últimos datos estadísticos en este portal
datan de 2023. Aunque es aún peor la importancia que le dan al asunto en el
Instituto Nacional de Estadística, ya que el último año del que guardan
registros es 2006.
Pero para revelar este misterio
basta con que se suicide algún famoso. Entonces, todos los medios acuden al
lugar, toman imágenes y realizan panegíricos; hablan de supuestos planes de
prevención para evitar semejantes circunstancias, de ayuda psicológica
profesional, del papel de la familia, de los amigos, etc. Sirvan como ejemplo
los casos de Blanca Fernández Ochoa, Verónica Forqué o Miguel Blesa (CEO Caja
Madrid), por citar sólo a algunos.
Es en esos momentos cuando los TD
empiezan a hablar del gran problema que tiene la sanidad española en el ámbito
de la salud mental. Hablan incluso de déficit estructural.
Esta actitud de soslayar un
problema de estas dimensiones, contrasta con la que se mantiene en relación a
las víctimas de violencia de género.
Es frecuente que en el momento de
dar la noticia de que una mujer ha sido asesinada por su pareja o ex pareja, se
haga referencia al número total (discutible) de mujeres asesinadas desde que se
tiene registro, es decir, desde el año 2003. Según fuentes del ministerio, el
número total de mujeres asesinadas entre 2003- 2021 fueron 1.121. Una
auténtica salvajada. Deleznable. Intolerable.
Sin embargo, y por contraste, el
número de personas que se han suicidado en España en ese mismo período de
tiempo 2003-2021 es de 70.407 según el INE.
¿Alguien recuerda algún anuncio
de famosos diciendo “contra el suicidio tolerancia cero”? ¿Alguien recuerda que
aparte los casos de famosos las televisiones hayan hablado de alguno de esos
70.000 suicidas? ¿Alguien recuerda algún “Informe Semanal” sobre el
tema? No.
Todos están muertos, pero se les
trata de manera diferente. A unas víctimas, primeras páginas, imágenes en TV,
minutos de silencio en la plaza del ayuntamiento, manifestaciones de condena,
programas especiales. A los otros, la nada, exactamente la misma nada, el mismo
vacío, que les dio el último impulso para abandonar este mundo.
¿Quién se suicida?
Grupo de edad |
2023 |
|
|
Menores de 15 años |
10 |
De 15 a 29 años |
354 |
De 30 a 39 años |
461 |
De 40 a 44 años |
355 |
De 45 a 49 años |
445 |
De 50 a 54 años |
441 |
De 55 a 59 años |
457 |
De 60 a 64 años |
362 |
De 65 a 69 años |
292 |
De 70 a 74 años |
216 |
De 75 a 79 años |
250 |
De 80 a 84 años |
204 |
De 85 a 89 años |
166 |
De más de 90 años |
103 |
(Fuente: Consejo General de la Psicología de España)
En cuanto a los motivos por los
que alguien decide quitarse de en medio son tan diversos como la edad y las
circunstancias de cada uno. Poco pueden tener en común un niño de 15 años y un
anciano de 90, pero si tuviera que apostar por un denominador común sería la
soledad.
El acoso escolar y la vida de un
anciano que ha perdido a su pareja, a su familia, a sus amigos o sufre una
enfermedad terminal tienen mucho en común: no son capaces de soportar un día
más en este mundo porque no le ven sentido. No hay razón para salir de la cama,
ir a ninguna parte y luchar por algo que no sabes lo que es ni adonde te lleva.
Sólo quieres parar y bajarte del bus.
Hace tiempo escuchaba al célebre
psiquiatra forense, D. José Cabrera, afirmar con rotundidad que «de una
depresión es absolutamente imposible salir solo, sin ayuda». Y eso es
exactamente, lo que lleva a muchas personas a tomar una decisión, no sé si
equivocada, pero sí drástica.
A continuación, un cuadro que no
necesita más comentarios.
% POR CADA 100.000
HABS |
PSIQUIATRAS |
ESPAÑA |
11 |
FRANCIA |
23 |
ALEMANIA |
27 |
GRECIA |
26 |
R. UNIDO |
23 |
PORTUGAL |
13 |
Fuente : España tiene la mitad de psiquiatras
que Francia (redaccionmedica.com) (25/06/2021)
Con este nivel de desatención por
el sistema de salud nacional, parece evidente que existe un déficit a la hora
de diagnosticar y posteriormente hacer seguimiento de los pacientes. Con el
sistema actual, lo normal es tener 2 meses o más de espera para la primera cita
con el psicólogo de la Seguridad Social y después, no recibirás una segunda
cita hasta 2 meses más tarde. Todo ello parece evidenciar una muy deficiente
gestión de las enfermedades mentales, con las terribles consecuencias que
conlleva.
El impacto de las enfermedades
mentales en la sociedad no se limita a unas tristes estadísticas, a más o menos
suicidios o a recetar más ansiolíticos. Las consecuencias las pagamos todos por
la saturación en los servicios de atención, o por tener que acudir al ámbito
privado con el consiguiente gasto.
¿Cómo se soluciona este déficit
de profesionales?
Pues cambiar la mentalidad de
priorizar la contratación de 1.500 inútiles con categoría de Asesor, en el
gobierno central, cuando muchos de ellos no tienen más allá el Bachiller
Superior, ayudaría bastante.
Eliminar el Ministerio de
Igualdad, que nos cuesta algo más de 500 millones al año, también.
Financiar el cambio de sexo de un
adolescente que siente que su cuerpo no está en la misma onda que su cerebro,
no debería ser más importante que intentar evitar 4.000 muertes por año.
El dentista tampoco está
contemplado en la Seg. Soc.
Los probióticos, tampoco, aunque
los recete el médico de digestivo.
Resumiendo: es imprescindible un
cambio de paradigma y aprender a priorizar lo importante.
De esta forma nos evitaremos
tener que escandalizarnos cuando nos enteremos que un famoso ha sucumbido a la
depresión y se ha suicidado.
martes, junio 24, 2025
La chica de las medias
El barrio estaba lleno de tiendas de esas que ya no existen, porque el tiempo y la modernidad las han ido borrando del mapa de los negocios.
Había una casquería donde compraban aquellos cuyos ingresos no les alcanzaban para comprar filetes en la carnicería y tenían que conformarse con los despojos. Todo un lujo si lo comparaban con lo que tuvieron que comer durante la guerra.
Un poco más adelante, la pollería
huevería y la tienda de ultramarinos. La de ultramarinos estaba regentada por
dos hermanos que no eran nada agradables; ni entre ellos ni con los clientes.
Era allí, en esa tienda, donde había que comprar las coca colas, las botellas
de La Casera y donde te cobraban el casco de cristal si no entregabas el vacío
a cambio.
El ecologismo no se ha inventado
ayer.
Algo más allá, Conchita te ofrecía
una amplia variedad de aceitunas y encurtidos, y te los preparaba para llevar envueltos
en cucuruchos de papel de estraza hechos a mano al instante con la habilidad de
quien lleva toda la vida repitiendo mecánicamente los movimientos. Con el
tiempo, amplió la oferta y también añadió bollería industrial, como, por
ejemplo, una “bamba”, que era un bollo suizo relleno de nata. Hiciera frío o
calor, lloviera, granizara, nevara o cayera el sol a plomo, allí estaba ella al
pie del cañón, soportando a pie de calle, sin puertas, las inclemencias del
tiempo.
Después de Conchita, había un agujero
oscuro y lleno de hollín, en el que un hombre con el rostro y las manos tiznadas,
te vendía algo de carbón para el brasero de casa y así caldear algo la
habitación en el caso de que no tuvieras calefacción central.
Y en la esquina de la calle, una
fábrica de hielo de dimensiones reducidas, donde las amas de casa podían
comprar algo – un cuarto de barra, media barra - para mantener los alimentos
frescos en casa. Todavía no era asequible para todo el mundo adquirir un
frigorífico y la mayoría se contentaba con una nevera, a la que había que
suministrar algo de hielo para que conservara el frío.
También había una droguería. Al
entrar se percibía una mezcla de olores difícil de definir. Efluvios de perfume
de señora, mezclado con disolvente para pintura o aguarrás, te daban la
bienvenida. Allí podías comprar toda clase de productos de aseo personal,
pinturas para el hogar, colonias o papel higiénico.
Detrás de una larga mesa de
madera maciza, algo abombada en el medio por el peso de los años, te atendía
Antonio. Era el encargado. A pesar de su juventud – veintiséis años – lucía una
esplendorosa calvicie lo que le hacía parecer mucho más mayor de lo que era.
Al entrar, a mano izquierda,
había una chica rubia y con unos inmensos ojos azules. Su sonrisa iluminaba
aquel espacio algo sombrío mientras te atendía sentada en su silla de ruedas. Al
parecer, fue la polio la causante de su postración.
El trabajo de Isabel, que así se
llamaba, consistía en reparar las medias de las señoras. En aquellos años,
salir a la calle sin medias era considerado casi un sacrilegio. Pero su uso
conllevaba algunos riesgos y uno de ellos era que de vez en cuando, se soltaban
los puntos y se producía la famosa “carrera”. Cuando se daba esta
circunstancia, las señoras tenían dos alternativas: o se compraban unas nuevas
o acudían al taller de reparación de Isabel para dejarlas como nuevas.
Isabel era de tez muy blanca,
unas manos delicadas, unos dedos largos y finos, adornados con unas uñas muy largas
y cuidadas. Siempre ponía mucho esmero en tratar las medias que le entregaban,
analizando con sumo cuidado los posibles desperfectos. Para ello, cerraba el
puño y escondía sus uñas para evitar dañar aún más lo que le acababan de
entregar, mientras con la otra, se ayudaba para ir estudiando cómo de dañada
estaba la prenda.
Para su trabajo usaba una aguja
eléctrica especial. Colocaba la media en un cilindro hueco de unos diez o quince
centímetros de alto, con una base amplia y sólida que aseguraba su firmeza.
Después, hacía correr la media empujando hacia abajo, como si se tratara de un
profiláctico gigante. El hueco del cilindro era el que usaba para permitir que
la aguja atravesara el tejido y así recomponer la media dañada.
Ninguno de estos negocios ha
sobrevivido al paso del tiempo. Ese tipo de comercio de barrio, de proximidad,
empezó a morir con la llegada de los primeros super mercados y salvo casos
excepcionales, fueron desapareciendo por diversos motivos. La propia evolución
social y económica de la población borró de un plumazo al vendedor de carbón,
al de hielo, a la de las aceitunas, etc. El desinterés de los descendientes,
provocó la falta de continuidad del negocio.
Las tiendas que todavía
sobreviven lo hacen sólo en algunos barrios, y por una mezcla entre tradición y
especialización. Esas tiendas en las que todos se conocían y se trataban casi a
diario, y conformaban una familia muy especial, han sido sustituidas por las
tiendas de todo a 100, los chinos – con unos precios, variedad de productos y
horarios de apertura imbatibles - , los grandes centros comerciales y
supermercados, etc.
Resulta curioso comprobar cómo cambian
los tiempos. Hoy en día las chicas más modernas procuran llevar las medias desgarradas,
como si hubieran sufrido un accidente y con agujeros en los que cabe un puño. Así
que no les hables de que su abuela tenía que visitar de vez en cuando a una
chica para que le compusiera las que tenía.
domingo, junio 22, 2025
Neputismo palurdo.
No. No me he equivocado. Lo de cambiar la “o” por la “u” tiene su aquel y lo explico al final.
En ocasiones me sorprendo a mí mismo recordando cosas que estudié en el colegio. Resulta muy curioso la forma en la que trabaja la memoria y las – a veces – extrañas relaciones que establece con palabras, conceptos, eventos o personajes. Y una de esas piezas sueltas que andan rondando entre mis neuronas, es precisamente ese concepto de “nepotismo ilustrado”. O, dicho de otro modo: “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
Y consultando con Google, dice:
“Fue el intento de las
monarquías de conseguir el progreso de su nación aplicando algunas fórmulas de
la teoría política de la Ilustración, y generalmente dejando la dirección de la
administración a un primer ministro o ministerio ilustrado.”
En principio la idea era buena.
Se trataba de mejorar la vida de la chusma, pero manteniendo el estatus de las
“castas”, un concepto este de las castas, tan de moda en tiempos recientes en
España.
El problema era que quien decidía
cómo, cuándo y en qué forma se mejoraba esa vida, eran los mismos que
ostentaban el poder y sus más allegados. O sea, los mismos que hacían que la
vida de esos plebeyos fuera un infierno.
Aun así, es de suponer que el
número de personas favorecidas por los poderosos, los ilustrados, no fuera
excesivamente elevado, por cuestiones simplemente demográficas. Había menos
habitantes y el analfabetismo era generalizado. Seguía siendo una injusticia,
pero de alcance algo limitado.
Sin embargo, en la actualidad ni
siquiera somos capaces de hacer un inventario de cuántos chupópteros están
comiendo de la mamandurria pública ([1]),
ni de cuánto dinero nos cuesta a todos.
No estamos seguros del número de
asesores que pululan por la Moncloa. No tenemos constancia de si son 800, 1000
o más. Y, por tanto, tampoco sabemos cuánto nos cuestan. En cualquier caso, en
el supuesto de que hagan algo útil, será en modo teletrabajo, porque para
reunirse necesitarán el Palacio de Congresos de IFEMA; y eso canta.
Hoy en día, con 20.000 votos en
Teruel, se consigue ser Diputado a Cortes, con todas las prebendas que ello
conlleva. Incluso, aunque no vivas en Teruel. Al margen, por supuesto, de todos
los enjuagues, mejunjes, trapicheos y demás que te proporcione el partido al
que des tu voto.
Con poco más de 270.000, ya te da
para 5 Diputados del PNV. O lo que es lo mismo el 1,12% de los votos.
Y así sucesivamente.
Hace unos años tuve la ocasión de
conocer a una persona a la que llamaré Kiko. El tal Kiko se prestó a hacer de
chófer de un amigo suyo que se presentaba a unas elecciones locales por las
listas de su partido político. El amigo le había ofrecido ese trabajo no
remunerado, a cambio de que, si él conseguía una plaza en algún ayuntamiento,
en ese caso, tenía la facultad de nombrar a 2 personas de su confianza a cargo
de un salario público.
Es decir, y resumiendo mucho:
cualquier mindundi de cuarta regional tiene la facultad de nombrar a dos
“cuñados”, que probablemente no saben hacer la O con un canuto, y endosar su
sueldo al erario público.
Ahora, imaginemos un número
entero para saber cuántos mindundis de cuarta división puede haber en nuestro
país. ¿Nos vamos haciendo una idea del número de “ilustrados” que pululan por
el espacio?
Es decir, el nepotismo que siglos
atrás alcanzaba a una parte limitada de la población, hoy en día, la red de
influencias se ha multiplicado como una metástasis.
Durante la pandemia hubo docenas
de licitaciones que fueron asignadas a empresas que comenzaron a existir
DESPUÉS de recibir el dinero para la compra de mascarillas y demás. Otras, eran
empresas que se dedicaban a la construcción, por ejemplo, y nada tenían que ver
con la Sanidad. Y todavía nos queda algún informe de la UCO sobre Armengol, Illa
y algunas mascarillas fantasmas, etc.
Recordemos por un instante el
COVID.
Cuando el gobierno decretó el
ilegal Estado de Alarma, nombró a cuatro personas para que fueran ellas las que
asumieran todas las competencias y responsabilidades. Una de esas 4 personas
con poder casi ilimitado, era José Luís Ábalos.
Una de las órdenes explícitas que
surgieron en ese foro, fue la de que el gobierno, es decir, esas cuatro
personas, concentraran todas las compras del material necesario, para, de esa
forma, abaratar costes.
Debido a la ineficacia y lentitud
en la compra de material, la presidenta Ayuso decidió por su cuenta y riesgo
encargarse de semejante responsabilidad.
Al final, la C. de Madrid, es
decir, Ayuso, trajo 23 aviones repletos de todo lo necesario para evitar que
muriera más gente por la incompetencia del gobierno.
Por cierto, en alguna ocasión el
propio gobierno intentó apropiarse del avión – ya en Barajas - que había traído
Ayuso. Sin éxito.
Me ha parecido oportuno traer a
colación este asunto semi olvidado, a tenor de lo que estamos descubriendo de
Ábalos y compañía y los chanchullos y comisiones que se han traído entre manos.
Creo que así se entiende mejor la negativa de Ayuso a formar parte del mamoneo
de esa gentuza.
Fin de la referencia al COVID.
Estos días, los discos duros, los
móviles, las memorias USB de Aldama, Ábalos, Koldo y Cerdán, echan humo.
La cruda realidad nos ha enseñado
que, gobierne quien gobierne, el “mamoneo” en política diría que es inevitable.
Nos hemos visto obligados a tener que asumir que hay licitaciones trucadas,
favoritismo, nepotismo, chanchullos, mejunjes y toda clase de trapicheos. Todo
ello llevado con cierta discreción es asumible; lo contrario sería pretender
vivir en Disneyland.
Mención aparte son las comisiones
ilegales. Eso es harina de otro costal.
Pero el verdadero escándalo surge
cuando además de todos esos tejemanejes ahora nos enteramos que estamos
sufragando las vidas de no sabemos cuántas putas se han pasado por la piedra el
hijo del banderillero (Ábalos), el guardaespaldas de puticlub (Koldo) y el
electricista (Cerdán).
A ver. Un poco de orden. Pagar
comisiones ilegales a los partidos políticos no está bien, ¿vale? Pero asumimos
pulpo como animal de compañía. Además, si casi siempre son los mismos.
Pero, ¡coño! Que también tengamos
que estar olisqueando las sábanas en busca de pruebas de malversación, hombre
no. Es que entonces nos metemos en un terreno escabroso y sórdido.
¿Vamos a tener que pedir a las
empresas que han contratado a esas meretrices y a sus departamentos de RRHH que
examinen todos los contratos “raros” que han estado haciendo? Y como raros me
refiero a contratos realizados exclusivamente a mujeres, sin currículo
apropiado para el puesto, en un entorno de edad determinado y que no haya
constancia fehaciente de que han hecho algo por la empresa, como no ir nunca al
puesto de trabajo o que no firmen los partes de trabajo. ¿Tendrán esos directores
de RRHH, responsabilidad penal? ¿Podrán ser acusados de malversación de
caudales públicos?
Y como era de esperar, el
coeficiente intelectual de estas meretrices, modelos, actrices del cine X,
escorts o como quieran auto clasificarse, no da para mucho más que para lo que
da.
Así que, lamentablemente y con el
devenir de los siglos, hemos pasado de ser dirigidos por una casta ilustrada
limitada, a serlo por una banda de infinitos miembros, semianalfabetos y
puteros (ni Ábalos, ni Koldo, ni Cerdán son Premios Nobel), a quienes hemos
sufragado todos sus vicios y, además, lo hemos hecho con sus mantenidas, que, a
fuer de ser sinceros, son nuestras mantenidas.
Por tanto, de ahí viene el juego
de palabras: el nepotismo ilustrado de antaño, ha sido sustituido por el
neputismo ignorante, de la actualidad.
Lo llaman progresismo.
Oye, y que el Ábalos está en
todas.
miércoles, junio 18, 2025
La Santa Inquisición en Sigüenza.
Los salones de los grandes hoteles y Paradores Nacionales suelen ser lugares idóneos para celebrar toda clase de eventos y convenciones. Pero la que me encontré en el Parador de Sigüenza era un tanto peculiar. Los allí reunidos pertenecían a la “Congregación para la Custodia de la Santa Fe”; o lo que otrora fue conocido con el afamado nombre de la Santa Inquisición.
Por cierto, sirva como un simple apunte histórico que Joseph Ratzinger, antes de ser elegido Papa con el nombre de Benedicto XVI, fue Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Bien, la verdad era que los comensales que poblaban las mesas en el comedor eran cuando menos originales.
Justo al solicitar el postre, en el pasillo, junto a nuestra mesa, se saludaron dos personas que participaban del congreso. Se mantuvieron así, de pie y charlando unos breves instantes y de pronto, uno de ellos cayó fulminado al suelo, en lo que parecía ser una pérdida de conocimiento, una lipotimia, un ataque al corazón o algo parecido. La disposición de las personas era tal, que la cara del que había desfallecido, estaba justo a los pies de nuestra mesa y por tanto podíamos comprobar el grado extremo de palidez de su rostro.
Inmediatamente, se congregaron a su alrededor un número enorme de sacerdotes, todos ellos vestidos “de civil”. En un momento dado, uno de ellos gritó “¡a doctor, a doctor!”, mientras otro, procedía a darle sus últimos sacramentos, en inglés, lo que confería a la escena un dramatismo mayor.
Mi amiga, de nacionalidad inglesa, mostró sus más que razonables dudas acerca de si el individuo en cuestión era ya un cadáver o no. En palabras del inefable John K. Tool y su inolvidable personaje Ignatius J. Reilly: “se le había cerrado el píloro”.
Yo aposté a que sí. A que había palmado.
A renglón siguiente, mi amiga, superada por la sitación, se mostró
preocupada por el protocolo que debía seguirse en semejantes circunstancias; a
saber, si era aceptable terminarse el postre como si nada hubiera sucedido, o
si, por el contrario, deberíamos abandonar la mesa y el postre. Mi respuesta fue
tajante:
_ Yo el
postre no se lo perdono a nadie.
Y mi amigo, pareja de la británica, apostilló:
_Además,
como es de la Inquisición, seguro que ya está en El Cielo.
Mientras se desarrollaba esta escena Berlanguiana
más propia de “La escopeta nacional”, un camarero con
su correspondiente bandeja,
se hacía paso entre la multitud de testigos orantes que rodeaban al que estaba en el suelo y ni corto ni perezoso, pasaba por encima “del difunto”,
para seguir cumpliendo con su obligación, lo que terminó por descolocar definitivamente los estrictos
esquemas mentales de Tracy,
la británica.
Finalmente, después de terminar con los postres y pagar la cuenta y nos fuimos hacia la salida del comedor, eso sí, con sumo cuidado de no pasar por encima del “muerto”, no fuera que ello nos provocara una especie de maldición.
Al llegar a la puerta también allí se había arremolinado un montón de curiosos que deseaban conocer cuál era el motivo de que tanta gente estuviera alrededor de una persona tirada en el suelo, y porqué. De pronto y para asombro de todos, el señor que estaba en el suelo, se levantó, muy pálido eso sí, y comenzó a excusarse con todos los presentes y a dar las gracias a todos los que le habían atendido.
_ ¡Es
un milagro! - exclamó en voz baja un impresionable testigo que estaba junto a la puerta del comedor.
_ No, señor, - respondió un camarero, que también asistía como espectador a la función-. Es que Sigüenza está a una altura considerable y estos señores, que ya son muy mayores, vienen aquí, comen y beben en exceso y luego pasa lo que pasa. Esto no se crea que es la primera vez que lo veo. Aquí pasa a menudo.