Hace unos días escuché la noticia de que el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, quería abordar junto con los sindicatos y las universidades el problema que supone para España, promover carreras universitarias que posteriormente van a tener escaso o nulo éxito en nuestra sociedad por falta de demanda. Es decir, que lo que se propone, es acomodar, adaptar la formación media y superior a las necesidades reales que tenemos.
Siempre me ha parecido un
disparate invertir en formar a nuestros estudiantes para que, posteriormente,
esos mismos estudiantes una vez terminada su carrera y en vista de que aquí no
se les brinda ningún futuro o algo de estabilidad, emigren a otros países. O
sea, que nos gastamos el dinero en formar a gente que después va a trabajar en
otros países. Absurdo.
Por lo tanto, la idea de
Garamendi, si lo he entendido bien, me parece de cajón. Sería una forma de
maximizar la inversión en educación, que debería ir acompañada de unas
condiciones laborales dignas y acordes con la importancia del trabajo. Es inaudito
que un médico gane poco más de mil euros en España con las condiciones
laborales que tiene que padecer.
Y hablando de médicos, ahora voy
a hablar de un asunto relacionado con este sector.
Al parecer, en España hay más de
30.000 médicos extranjeros, que están esperando su homologación en España para
poder trabajar legalmente en nuestro país. Según indicaban en el reportaje, el
proceso de homologación de titulaciones se demora entre 2 y 3 años.
Evidentemente, durante ese tiempo
los que esperan la resolución final de su solicitud, tienen que dedicarse a
algo para poder comer y seguir estudiando y al tiempo que todo esto ocurre, en
España algunos se quejan de que faltan médicos, enfermeras, falta personal y la
sanidad tiene que ser pública.
Y esto me hace recordar que
supuestamente tenemos un ministro de Universidades (y otros más dedicados a
otros tipos de enseñanzas) de los cuales el 99% no conocemos (me incluyo) ni el
nombre. ¿A qué se dedican? ¿Tan complicado es establecer convenios
internacionales entre centros de educación oficiales para homologar esas
titulaciones? ¿Cuántos médicos hispano hablantes querrían trabajar en España y
viceversa? Imagino que los huesos se llaman igual y que el corazón sigue
estando en el mismo sitio, ya seas de Dos Hermanas o Tegucigalpa, así es que,
eliminando las prácticas de los chamanes, el candomblé, el vudú, la brujería y demás
aspectos esotéricos, no me parece muy difícil aceptar que un médico que ha
estudiado en la Universidad de Lima, por ejemplo, pueda ejercer en España.
El problema surge cuando a esos
médicos, además, tienen que sufrir el famoso MIR. ¿Y si ya vienen con esa
experiencia puesta? ¿Y si ya han hecho su MIR en su país? ¿Y si también
homologamos el MIR con otros países?
Pretendemos establecer normas
comunes en ámbitos como la economía, la justicia, ¿y no somos capaces de hacer
algo similar con las ciencias de la salud?
Hoy en día, con la Inteligencia
Artificial, Big Data y diferentes herramientas que nos ofrece la tecnología, da
la impresión que la homologación de los expedientes académicos de los 30.000
pendientes, se realiza a mano, uno a uno y por funcionarios de 8 a 3. ¡Es
ridículo! ¿A nadie se le ha pasado por la cabeza agilizar el procedimiento de
esos 30.000 posibles médicos? ¿Alguien ha podido calibrar el impacto positivo
que esa masa de experiencia y conocimiento podría suponer para los españoles?
La mayor parte de las veces,
gestionar un país de modo eficaz obedece a aplicar el sentido común.