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miércoles, julio 19, 2023

Ausente por vacaciones

El otro día, hablando en la farmacia con una de las chicas, salió el tema de las vacaciones. Mari Paz – que así se llama – dijo que en la farmacia las vacaciones las toman en enero, porque durante el verano, es imposible dada la afluencia de gente. Doy fe. Llevo años visitando – de vez en cuando, ¿eh? – la farmacia y podría contar con los dedos de una mano las veces que no había nadie. Que cuando me ha pasado me he asustado de verlo vacío. En ocasiones hay tanta gente que me pregunto si era la happy hour de las drogas o algo así. Y, además, por supuesto, la mitad de los clientes, hablan en inglés y todas las chicas de la farmacia lo hablan sin ningún problema.

Al igual que se hace en mi farmacia preferida organizando el mejor momento para tomarse las vacaciones, como en cualquier empresa privada, hay otros sectores que también se ven mediatizados por un calendario y una estacionalidad. Es bien sabido que los profesionales de la hostelería, se ven obligados a coger las vacaciones fuera del verano por las mismas razones que mis amigas de la farmacia. Y lo mismo ocurre con los asesores fiscales, quienes se ven obligados a actuar en función del calendario establecido por la Santa Hacienda y no pueden irse a la playa cuando hay que presentar impuestos.

De igual modo, si eres trabajador de Correos y da la maldita casualidad de que a tu presidente del gobierno se le ha ocurrido la feliz idea de convocar elecciones generales en mitad del maldito verano y como consecuencia de eso, se prevé un aumento inaudito del voto por correo, en ese mismo instante, se cancelan todos los permisos y vacaciones de todo el personal, para poder cumplir con la obligación del trabajo que se supone. Lo contrario – que es lo que ha sucedido - es como si los soldados de Rusia cuando invadieron Ucrania, hubieran dicho “lo siento, pero es que a mí me viene mal que ya tengo una reserva en un hotel de Turquía”.

Todo el mundo entiende que, en todas las empresas privadas del planeta, se establecen turnos, se organizan las vacaciones, en función del volumen de trabajo, del número de personas del departamento, etc. De hecho, si la norma no ha cambiado en España, la empresa te puede imponer unas fechas concretas de tus vacaciones en un 50%, es decir, que, de los 30 días, 15 la empresa te puede obligar a que los cojas en unas fechas concretas.

Todo eso está muy bien y todo el mundo lo entiende. Cuando necesitas ir a una oficina o enviar un email o llamar por teléfono preguntando por fulanito, puedes recibir una respuesta automática de su correo diciendo que “estoy de vacaciones y si quieres algo habla con menganito”, o si se trata de una conversación, no te extrañes que tu interlocutor te diga “eso lo lleva él/ella y yo estoy aquí para coger el teléfono”. Y todo el mundo lo entiende o por lo menos, lo asume.

Volviendo al inicio de todo esto, le comenté a Mari Paz, mi amiga la boticaria, que me resultaba imposible conseguir una cita con mi médico de familia. Que el problema no era que me dieran una fecha muy lejana. Es que no hay citas de ninguna clase, ni siquiera telefónica que es la que yo busco. Fue ahí cuando surgió un principio de debate al proponer Mari Paz la contratación de más personal, un mantra repetido una y otra vez, casi siempre por los mismos. Mi respuesta fue en el sentido de que si aceptamos que la solución es contratar a más personal, ¿estaríamos dispuestos a pagar más impuestos? Porque, evidentemente, a esos hay que pagarlos. Y es aquí donde comienza el debate.

Desde tiempos inmemoriales las administraciones públicas – al menos en España – se han convertido en unos organismos de una voracidad de recursos económicos insaciable y la mayor parte de los problemas que surgen en su gestión, se han tratado de solucionar a base de más dinero, cuando en realidad, habría que aplicar más efectividad, más racionalidad, más sentido común, más austeridad. Pero, claro, actuar así nos convertiría en un país nórdico y en luteranos y tal vez sea demasiado.

Hasta hace unos 20 o 25 años, en España, el horario de una farmacia y por supuesto, su ubicación, estaban sometidos a un extraño dominio según el cual, todas las farmacias de España debían cumplir con un horario estricto. Y eso fue así, hasta que una farmacia en Madrid, dijo que ella ampliaba unilateralmente ese horario, rompiendo con un statu quo histórico y enfrentándose a todo el colegio de farmacéuticos y resto de colegas. Hoy en día, no sólo tenemos acceso a las farmacias de guardia como siempre hemos tenido. Hoy en día, por ejemplo, mi farmacia preferida, abre incluso los domingos y festivos, aunque con un horario reducido. Y los ciudadanos lo asumimos con naturalidad. Nadie se plantea cuánto personal debe tener la farmacia para dar servicio en un horario tan extenso cubriendo 12 horas diarias, más domingos y festivos. A nadie se le ha ocurrido plantear la posibilidad de “hay que contratar a más personal”. Pero, sin embargo, con el personal de Sanidad, todos los problemas radican en la falta de personal.

¿Listas de espera para quirófanos? ¿Demasiados pacientes por médico? ¿Pocas camas en verano? Todo esto y mucho más es consecuencia de la falta de personal, supuestamente.

Todavía no he escuchado a nadie que plantee, por ejemplo, que los centros de salud puedan atender 24 horas al día. Hablamos de salud, por tanto, es un tema que no se puede someter a un horario concreto. Se podrá decir que para eso están las urgencias, pero el problema es que, si se estrangula el flujo de enfermos en la atención primaria, el coágulo llega a urgencias y el problema sólo se traslada de sitio.

¿Por qué no se puede operar en la Seguridad Social durante 24 horas al día, siete días a la semana? ¿Por falta de personal o por falta de quirófanos?

¿Por qué esos atascos en la sanidad pública no pueden evitarse o aminorarse colaborando con la sanidad privada? ¿Acaso no estamos hablando de salud? ¿Qué es más importante un principio ideológico o el paciente? ¿Al paciente le importa si le opera uno de la pública o si es en la privada? Al paciente lo que le importa es que le solucionen el problema. El resto es gestión.

Si falta personal, - y no me opongo a que se contraten a más - en España hay 30.000 profesionales provenientes de otros países que están a la espera de que sus títulos sean convalidados. El período de espera es entre 2 y 3 años. ¿También se necesita más personal para evaluar a esos profesionales y concederles la licencia? ¿Qué pasa, que el hígado en Hispanoamérica o en Alemania lo tienen en el lado contrario? Hombre, descartando a los chamanes, a los santeros y a los del vudú, que no creo que se presenten, el resto son perfectamente aprovechables.

Al margen de estas consideraciones, creo que, con los profesionales de la salud, debería hacerse exactamente lo mismo que se hace en cualquier empresa privada o en mi farmacia preferida: poner orden, sentido común y turnos. Seguro que, en agosto, el número de pacientes que van al médico en Ciruelos de Arriba, no tiene nada que ver con los que vayan en Benidorm o Sangenjo. Así es que yo creo que, los de Benidorm o Sangenjo, como las chicas de mi farmacia, deberían cogerse las vacaciones en enero.

Personalmente, siempre he pensado que las transferencias de salud a las CC.AA. fue un error de planteamiento de base. La salud debería ser igual para todos y es evidente que Madrid, La Rioja o Murcia, no tienen nada que ver con Badajoz, Cuenca o Ceuta, por poner un ejemplo. Ni las poblaciones son iguales en número, ni las economías son equiparables ni las condiciones demográficas, tampoco. ¿Cómo vas a hacer iguales a todos esos ciudadanos, partiendo de situaciones tan distintas?

 

Decía Einstein: “no hay nada más estúpido que esperar que las cosas cambien haciendo lo mismo de siempre”. Así es que no se trata solamente de invertir más dinero. Se trata de aplicar medidas diferentes y tal vez, algo más de dinero.

De todas formas, creo que, si aplicamos ciertos criterios de racionalidad, unido a una inversión más inteligente y una gestión más eficaz, podríamos mejorar la calidad sin que ello nos supusiera la bancarrota.

Mientras tanto, seguiré intentando concertar una cita telefónica con mi médico…cuando abran el calendario y me lo permitan. Imagino que estará ausente por vacaciones.

martes, julio 04, 2023

Las incoherencias en España

Hace unos días escuché la noticia de que el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, quería abordar junto con los sindicatos y las universidades el problema que supone para España, promover carreras universitarias que posteriormente van a tener escaso o nulo éxito en nuestra sociedad por falta de demanda. Es decir, que lo que se propone, es acomodar, adaptar la formación media y superior a las necesidades reales que tenemos.

Siempre me ha parecido un disparate invertir en formar a nuestros estudiantes para que, posteriormente, esos mismos estudiantes una vez terminada su carrera y en vista de que aquí no se les brinda ningún futuro o algo de estabilidad, emigren a otros países. O sea, que nos gastamos el dinero en formar a gente que después va a trabajar en otros países. Absurdo.

Por lo tanto, la idea de Garamendi, si lo he entendido bien, me parece de cajón. Sería una forma de maximizar la inversión en educación, que debería ir acompañada de unas condiciones laborales dignas y acordes con la importancia del trabajo. Es inaudito que un médico gane poco más de mil euros en España con las condiciones laborales que tiene que padecer.

Y hablando de médicos, ahora voy a hablar de un asunto relacionado con este sector.

Al parecer, en España hay más de 30.000 médicos extranjeros, que están esperando su homologación en España para poder trabajar legalmente en nuestro país. Según indicaban en el reportaje, el proceso de homologación de titulaciones se demora entre 2 y 3 años.

Evidentemente, durante ese tiempo los que esperan la resolución final de su solicitud, tienen que dedicarse a algo para poder comer y seguir estudiando y al tiempo que todo esto ocurre, en España algunos se quejan de que faltan médicos, enfermeras, falta personal y la sanidad tiene que ser pública.

Y esto me hace recordar que supuestamente tenemos un ministro de Universidades (y otros más dedicados a otros tipos de enseñanzas) de los cuales el 99% no conocemos (me incluyo) ni el nombre. ¿A qué se dedican? ¿Tan complicado es establecer convenios internacionales entre centros de educación oficiales para homologar esas titulaciones? ¿Cuántos médicos hispano hablantes querrían trabajar en España y viceversa? Imagino que los huesos se llaman igual y que el corazón sigue estando en el mismo sitio, ya seas de Dos Hermanas o Tegucigalpa, así es que, eliminando las prácticas de los chamanes, el candomblé, el vudú, la brujería y demás aspectos esotéricos, no me parece muy difícil aceptar que un médico que ha estudiado en la Universidad de Lima, por ejemplo, pueda ejercer en España.

El problema surge cuando a esos médicos, además, tienen que sufrir el famoso MIR. ¿Y si ya vienen con esa experiencia puesta? ¿Y si ya han hecho su MIR en su país? ¿Y si también homologamos el MIR con otros países?

Pretendemos establecer normas comunes en ámbitos como la economía, la justicia, ¿y no somos capaces de hacer algo similar con las ciencias de la salud?

Hoy en día, con la Inteligencia Artificial, Big Data y diferentes herramientas que nos ofrece la tecnología, da la impresión que la homologación de los expedientes académicos de los 30.000 pendientes, se realiza a mano, uno a uno y por funcionarios de 8 a 3. ¡Es ridículo! ¿A nadie se le ha pasado por la cabeza agilizar el procedimiento de esos 30.000 posibles médicos? ¿Alguien ha podido calibrar el impacto positivo que esa masa de experiencia y conocimiento podría suponer para los españoles?

La mayor parte de las veces, gestionar un país de modo eficaz obedece a aplicar el sentido común.