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jueves, julio 04, 2024

La fidelidad en la pareja

Según dice el escritor Juan Abreu, es absurdo mantener relaciones sexuales sólo con quien te has casado. 

Hombre, yo entiendo que esto de ser escritor conlleva ciertas actitudes y pronunciamientos que, en ocasiones, deben incitar a la provocación en cualquiera de sus formas, incluida, la necesaria para hacerse publicidad y que te compren el libro, aunque sólo sea por curiosidad. Y en este caso, me ha llevado a plantearme el tema de la fidelidad en la pareja.

Para empezar, deberíamos de plantearnos la cuestión de cuándo se popularizó en los humanos eso de la monogamia. La mayor parte de las especies animales en el planeta no se comportan así. Excepción hecha la de algunas aves como pingüinos, grullas, palomas, loros, cisnes, gansos, palomas, cigüeñas y albatros. Y entre los mamíferos se cree que viven en parejas monógamas los gibones, los lobos y los castores. Por tanto, la inmensa mayoría de las especies no son monógamas. Y el hombre ¿lo ha sido siempre? No parece.

Mi opinión personal es que la monogamia surge por cuestiones económicas. Una vez que el homo sapiens – o quien sea – se convirtió en agricultor, sedentario y dejó de ser nómada, ahí está el inicio de la propiedad privada, de la tierra. Y si hay propiedad privada, hay herederos y eso obliga a cerciorarse de que los herederos lo son de verdad, consanguíneos. Por eso nace la necesidad de asegurar que la descendencia pertenece al varón y sólo a él. Más tarde llegarían las costumbres judeo-cristianas y ahí la cosa se complicó incluso más.

Hay estudiosos y eruditos que afirman que en las sociedades en las que las relaciones sexuales son mucho más relajadas y sin tabúes, la gente es más feliz. Confieso que tengo cierta propensión a creerlo. Por ejemplo, los mormones.

Manuel Matheu es un experto sexólogo que realizó un estudio sobre el comportamiento sexual en 66 culturas diferentes, algunas con estudios de campo sobre el terreno. Afirma que, por ejemplo, en las islas Carolinas, en Micronesia, los chuukies, - da un poco de miedo el nombre por lo del muñeco – es una sociedad en la que todos los bienes se heredan a través de la línea materna, es decir, es la madre la que determina el poder económico.

Volvemos a ver el tema de la herencia, pero en esta ocasión, a través de la línea materna.

Dice Manuel que, frente a la sociedad occidental en la que se da una enorme importancia al tamaño del pene, allí lo que importa es el tamaño de los labios menores de los genitales de la mujer. Y allí, a diferencia también de lo que ocurre en nuestra cultura, es la mujer la que lleva la voz cantante en las relaciones sexuales, la responsable de los encuentros sexuales. Allí no existen los celos, no existe el concepto de fidelidad, la moral sexual es mucho más relajada que aquí. Y todo eso coincide con que es una sociedad muy pacífica, mientras que la sociedad occidental es muy agresiva.

Comparto con este experto la opinión de que, en el fondo, tanto la monogamia como la violencia desatada por culpa de los celos, se da exclusivamente en los pobres. Los ricos pueden casarse y divorciarse varias veces en su vida y como ejemplo, el barón Von Thyssen, los actores de Hollywood y algún que otro playboy. Los pobres no pueden llevar ese ritmo. Si ya un divorcio te marca de por vida con la pensión, la hipoteca de la casa en donde vive ella y los niños, el colegio, la universidad y un largo etcétera, lo de plantearse volver a casarse parece más un acto de masoquismo que de romanticismo.

Estoy convencido de que esta teoría es cierta. Sólo basta fijarse en las noticias que hablan de asesinatos de parejas y de ex parejas y nunca, jamás, salen los ricos en el telediario. No me imagino a las Koplovitch abriendo un telediario porque se han peleado a navajazos con su pareja. Cuando en las parejas de los ricos las cosas no van bien, cogen la maleta, se van a un hotel o a su segunda o tercera residencia, o hacen un crucero alrededor del mundo y hasta luego Lucas. Los pobres no podemos hacer eso. Cuando una pareja de pobres se pelea, discuten y llegan a las manos y ella le dice que se vaya (o al revés) no sólo se deshace una pareja, es que te quedas en la puta calle. Y eso es muy duro, pero es así. No todo el mundo puede regresar a casa de sus padres y no todos los padres quieren volver a verte.

En el reino animal hay una especie de chimpancés, los bonobos, que se caracterizan por una actividad sexual frenética. Es bien sabido que, entre los chimpancés, en las manadas, existe una agresividad que en ocasiones termina con la vida de algunos de los que interviene en las trifulcas. Y hay una jerarquía dentro del grupo que como se le ocurra a alguien saltársela lo puede pagar caro.

 Entre los bonobos no. Cualquiera puede mantener unas relaciones sexuales de apenas unos pocos segundos con cualquier miembro de la manada. Da igual si eres macho o hembra. El objetivo no es reproducirse, no es fijar quién es el macho alfa y quién el grupo de hembras alfa. El objetivo es socializar. No hay entre ellos pendencias, luchas ni guerras.

Nunca he escuchado en las noticias que ningún mormón se haya subido a una torre de un campanario y se haya liado a tiros con la gente con un rifle de francotirador. ¿Será porque disfrutan de varias mujeres? ¿Será que el ejercicio conyugal les debilita y ya no pueden subir las escaleras hasta el campanario?

Retornando a la afirmación inicial de Juan Abreu, al margen de otro tipo de consideraciones, personalmente me cuesta trabajo entender que si estás con una única pareja porque has decidido que es especial, después consideres que eso de mantener la fidelidad a una sola persona es poco menos que una gran estupidez. Lo que me parece estúpido, pero sobre todo incongruente, es que hables de tener una pareja y te comportes como si no lo fuera cada vez que tienes ocasión.

Otra cosa es que haya algunas parejas en las que, de mutuo acuerdo, se han otorgado la alternativa de mantener relaciones con otras personas, fuera de su relación de pareja. Sigo sin entenderlo, pero ahora por partida doble. Y haberlas haylas. Yo creo que, si prefieres no tener un compromiso, nadie te obliga a ello.

Pero, ¿qué pasa cuando se produce una infidelidad? ¿Hay que perdonarla, hay que ser inflexible? ¿Cuántas se pueden perdonar?

En estos tiempos de video conferencias, plataformas para conocer gente, ligar y demás, el mismo concepto de fidelidad, se tambalea. ¿La infidelidad se trata sólo de la unión carnal de dos individuos? ¿O se trata de una conexión emocional que va mucho más allá del intercambio de fluidos? ¿Puede uno enamorarse de alguien a quien no ha conocido en persona? ¿Se considera infidelidad una relación entre personas que distan miles de kilómetros? ¿Se puede mantener una relación cuando la pareja se distancia y sólo puede tratarse por internet?

Yo creo que la fidelidad es un concepto que está mucho más unido a los sentimientos, a lo inmaterial, a las necesidades emocionales, a valores, antes que a lo físico. A veces, lo físico, nos juega malas pasadas y nos confunde; nos hace pensar que, si el sexo es bueno, la relación lo será también, y hasta que te das cuenta del error, pueden pasar muchas cosas. Por eso es tan difícil encontrar el justo equilibrio entre un mundo y el otro, entre lo emotivo y lo físico.

Tal vez el secreto se encuentre en la frase del escritor Georges Duhame: “nunca he engañado a mi mujer. No es ningún mérito: la amo”. Tal vez, al fin y al cabo, sólo se trata de eso: de amor.

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