Debe ser alguna fecha cabalística mágica para que tantos sucesos se produzcan siempre el mismo día, del mismo mes, aunque en distinto año. Pensando en ellos, he intentado recordar dónde narices estaba yo en esos días, al menos, en los más conocidos.
Sin duda el más famoso de todos
es el último. Es tan famoso que ya ni siquiera se le pone el año, que viene a
ser el apellido que distingue a uno de otro. El 11-S ha pasado a ser el de las torres
gemelas, el WTC, Bin Laden, los aviones estrellándose contra los edificios. Eso
fue en 2001. Pocos días después yo firmaba mi contrato con una nueva empresa. Ya
no existen las torres gemelas, ni Bin Laden. Tampoco existe la empresa, pero
sigo siendo amigo de quien me contrató y fue mi jefa.
Echando la vista atrás, también
fue un 11 de septiembre cuando el golpista Pinochet dio un golpe de estado en
Chile, provocando el suicidio del presidente Allende. Eso fue en 1973. ¿Dónde
estaba yo entonces? Pues a pocos días de comenzar el curso escolar (el COU), mi
último año con la tribu de los “sotánicos”.
Para mí, aquel golpe y todo lo que
vino después se enmarcaba en el mismo contexto que la guerra de vietnam con la
que habíamos comido a diario desde hacía años, aunque, en realidad, fue en
enero de 1973 cuando se firmó el armisticio en París. En este caso concreto, y
me desvío del tema central, fue Nixon quien terminó con la guerra, pero pasó a
la historia por lo de Watergate.
Y he dejado para el final otra
concatenación de eventos magnos, aunque a fue de ser sincero y exacto, no
fueron el 11 de septiembre sino el 12.
En esa fecha, el 12 de septiembre
de 1980, se producía un golpe de Estado en Turquía. ¿Y eso es importante? Para
los turcos, desde luego, pero ¿dónde estaba yo? Pues en ese momento estaba en
un juzgado de Moratalaz, Madrid, contrayendo matrimonio, aunque viendo las
fotos del evento, pudiera dar la impresión de que se trataba de un entierro o
un velatorio a tenor de las caras de los invitados.
Si la ceremonia se inició con un
golpe de estado, la luna de miel se inició con la única huelga en la historia
de los controladores aéreos portugueses, lo que motivó la cancelación de
nuestro vuelo a Madeira. A la mañana siguiente, nos presentamos en la agencia
de viajes con las maletas y dispuestos a salir de allí con un nuevo destino y
por el mismo precio. Fue así como conocí Lanzarote. Aunque debo señalar, que al
llegar al aeropuerto nos perdieron una maleta y nos quedamos encerrados en el
ascensor unos minutos, ya en el hotel. Por si todo esto no fueran suficientes
signos enviados por los dioses, el coche de alquiler, también nos dejó tirados.
Así es que cuidaros de los idus de septiembre que los carga el diablo.