martes, enero 21, 2014

EL SERVICIO ANDALUZ DE SALUD y la madre que los parió.



Don Aga Menontropo, era un hombre normal, tranquilo, apacible. Sus ataques casi irrefrenables – aunque siempre contenidos- de asesinar a alguien, venían motivados, la mayoría de las veces, no por un supuesto carácter explosivo, impetuoso, volcánico o gaseósico (de gaseosa), sino más bien por el convencimiento más absoluto de que era objeto de una insufrible conjura que todos los necios del Planeta, habían acordado contra él. Así, una vez y otra también, venía confirmando su teoría de que, o bien el mundo estaba plagado de torpes, inútiles, tuerce botas, obtusos y negados, o bien, tenía la mala fortuna y la desdicha, de toparse siempre con algún miembro de la secta de los zopencos.

Como hombre cuidado, responsable y meticuloso que era, cada año tenía por costumbre acudir a su médico de cabecera para proceder a un chequeo rutinario de salud, medida preventiva esta, que estaba directamente relacionada con el comportamiento que se espera de un hombre de su edad. Madurito, pero de buen ver.

Cuando estuvo frente a la doctora que le correspondía, y le explicó el propósito de su visita, ésta, se mostró algo extrañada. No parecía que en el comportamiento de los lugareños, el concepto “prevención” formara parte de su vocabulario. Pero más sorprendente aún, fue cuando por toda prueba, la doctora prescribió un análisis de sangre.

-          ¿Y ya está? ¿Eso es todo?
-          Sí. ¿Por qué lo pregunta? – dijo más asombrada y un tanto molesta, la doctora.
-          Pues porque estoy acostumbrado a que en Madrid, cuando me hago este mismo tipo de prueba cada año, me envían a hacer una ECO.
-          ¿Pero usted se encuentra peor?
-          No. Yo me encuentro igual, sólo digo que es a lo que estaba acostumbrado hasta ahora.

Así pues, un par de días después de su último cumpleaños, a finales de un mes de octubre, acudió a su centro de salud para efectuar la correspondiente extracción de sangre que le había indicado su médico. Una vez tuvo en su poder los resultados, tras comprobar que todo estaba perfecto, requirió de su médico de cabecera el chequeo anual, antes mencionado. En esta ocasión, tuvo más suerte y finalmente, la doctora accedió a enviarle al especialista. Era el último día del mes de octubre.

A finales del siguiente mes de noviembre, acudió a la cita con el especialista. Después de esperar su turno, algo que se demoró lo normal en estos casos, accedió a la consulta del doctor y le explicó su caso. El galeno, pareció extrañarse de que hubiera gente que acudiera al especialista sin una determinada patología específica o agravamiento significativo. Fue en ese momento cuando comenzaba a dictarle a su ayudante para que tomara nota de las pruebas que se le iban a solicitar.

-          Tome nota, por favor: análisis de sangre completo…
-          No, doctor – interrumpió Don Aga. Es que hace un mes me he hecho unos y todo estaba perfecto.
-          ¿Dónde se los ha hecho? – preguntó el especialista.
-          Pues en mi Centro de Salud.
-          Ah! - exclamó entonces el doctor. Entonces deben estar accesible a través del sistema- apuntó mientras se disponía a analizar desde la pantalla de su ordenador los resultados de dicho examen. ¡Qué raro! – exclamó. No los veo. No están disponibles. Eso es que tal vez los hayan enviado al hospital de referencia.
-          Perdón, doctor, pero ¿me puede decir porqué envían los resultados de mis análisis al hospital de referencia y sin embargo me hacen venir a este centro de especialidades? – preguntó Aga algo sorprendido.
-          Ah!, yo de aspectos administrativos, no le puedo rendir cuentas – respondió el médico.

Siguió dictando sus instrucciones a la ayudante mientras ésta, rellenaba formularios y ponía sellos como una posesa.

-          Muy bien. Pues eso es todo.
-      Y ¿ahora qué debo hacer?: tengo que ir a alguna dependencia a solicitar estas pruebas?
-          No, no, qué va. Se pondrán en contacto con usted.
-          ¿Me llamarán por teléfono?
-          No. Se pondrán en contacto con usted a través del correo ordinario. Estamos a finales de noviembre. Si a finales de enero del año que viene no ha tenido noticias, póngase en contacto con nosotros nuevamente.

Pasaron las Navidades y casi pasó el mes de enero entero. A finales de mes, Don Aga, recibe en el buzón una cita para visitar al médico especialista y revisar los resultados de las pruebas. Como quiera que en esa fecha, no hubiera recibido la citación para efectuar las pruebas clínicas, cumplió con las indicaciones recibidas del especialista y se puso en contacto con el Servicio Andaluz de Salud. No tenía mucho sentido acudir a la revisión de los análisis, si previamente no te habías hecho los análisis. De cajón de madera de pino.

Al telefonisto, le explicó brevemente, pero de manera clara, la situación y éste le dio un teléfono para que llamara y le pudieran dar más información. Él, no podía hacer más.

Don Aga Menontropo, llamó al teléfono que le habían proporcionado. Llamó, llamó y llamó. Llamó por la mañana, al mediodía, por la tarde. Llamó de noche y llamó de madrugada por ver si, al menos por equivocación, el guardia de seguridad cogía el teléfono. Ya no le importaba que le pudieran atender y resolver su problema. Era una cuestión de honor y también de curiosidad, coño!, que quería comprobar si en el otro lado, había seres vivos.

A punto estuvo el bueno de Don Aga, de fenecer de inanición, de fatiga y desesperanza en su afanosa lucha por conseguir que la centralita del centro de especialidades, le atendiera y resolviera sus dudas. Harto de estar harto – como Serrat – consiguió el teléfono del especialista al que debía acudir y le llamó directamente. Volvió a explicar su problema y como única solución, le dijeron que tenía que llamar al Servicio Andaluz de Salud, al departamento de cita previa, para que le indicaran lo que debía hacer. Lo malo era que el teléfono de cita previa, era el mismo al que estaba llamando desde que Gengis Khan se bajó del caballo, sin obtener respuesta alguna. 

Y fue en ese momento cuando se comenzó a preguntar, para qué ponen un teléfono de cita previa, si después no hay nadie que lo atienda. Finalmente, creyó adivinar la razón última de tamaño esperpento: al no haber citas previas, el S.A.S se ahorra la molestia y el inconveniente de tener que atender a los ciudadanos, con lo que además de mejorar las estadísticas de salud de la Junta de Andalucía, de paso, mejora también la partida destinada a la atención sanitaria, medicinas, médicos y demás.

Lo de menos es que la consulta del especialista, tuviera comprometida una fecha con un paciente para revisar las pruebas a las que iba a ser sometido, con la más que probable circunstancia, de que dicha cita no se pudiera llevar a cabo, por la inexistencia de las propias pruebas. Lo malo, es todo el dinero que cuesta mantener a tanto torpe. ¡Y encima, algunos, se van dando golpes en el pecho presumiendo de calidad en el servicio! Claro, que en su descargo hay que decir que son los mismos que nunca han sido atendidos  en Madrid.








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