Don Aga Menontropo, era un
hombre normal, tranquilo, apacible. Sus ataques casi irrefrenables – aunque
siempre contenidos- de asesinar a alguien, venían motivados, la mayoría de las
veces, no por un supuesto carácter explosivo, impetuoso, volcánico o gaseósico
(de gaseosa), sino más bien por el convencimiento más absoluto de que era
objeto de una insufrible conjura que todos los necios del Planeta, habían
acordado contra él. Así, una vez y otra también, venía confirmando su teoría de
que, o bien el mundo estaba plagado de torpes, inútiles, tuerce botas, obtusos
y negados, o bien, tenía la mala fortuna y la desdicha, de toparse siempre con
algún miembro de la secta de los zopencos.
Como hombre cuidado, responsable
y meticuloso que era, cada año tenía por costumbre acudir a su médico de
cabecera para proceder a un chequeo rutinario de salud, medida preventiva esta,
que estaba directamente relacionada con el comportamiento que se espera de un
hombre de su edad. Madurito, pero de buen ver.
Cuando estuvo frente a la
doctora que le correspondía, y le explicó el propósito de su visita, ésta, se
mostró algo extrañada. No parecía que en el comportamiento de los lugareños, el
concepto “prevención” formara parte de su vocabulario. Pero más sorprendente aún, fue cuando por
toda prueba, la doctora prescribió un análisis de sangre.
-
¿Y ya está? ¿Eso es todo?
-
Sí. ¿Por qué lo pregunta? – dijo más asombrada y un tanto molesta, la doctora.
-
Pues porque estoy acostumbrado a que en Madrid, cuando me hago este
mismo tipo de prueba cada año, me envían a hacer una ECO.
-
¿Pero usted se encuentra peor?
-
No. Yo me encuentro igual, sólo digo que es a lo que estaba
acostumbrado hasta ahora.
Así pues, un par de días después
de su último cumpleaños, a finales de un mes de octubre, acudió a su centro de
salud para efectuar la correspondiente extracción de sangre que le había
indicado su médico. Una vez tuvo en su poder los resultados, tras comprobar que
todo estaba perfecto, requirió de su médico de cabecera el chequeo anual, antes
mencionado. En esta ocasión, tuvo más suerte y finalmente, la doctora accedió a
enviarle al especialista. Era el último día del mes de octubre.
A finales del siguiente mes de
noviembre, acudió a la cita con el especialista. Después de esperar su turno,
algo que se demoró lo normal en estos casos, accedió a la consulta del doctor y
le explicó su caso. El galeno, pareció extrañarse de que hubiera gente que
acudiera al especialista sin una determinada patología específica o
agravamiento significativo. Fue en ese momento cuando comenzaba a dictarle a su
ayudante para que tomara nota de las pruebas que se le iban a solicitar.
-
Tome nota, por favor: análisis de sangre completo…
-
No, doctor – interrumpió Don Aga. Es que hace un mes me he hecho unos
y todo estaba perfecto.
-
¿Dónde se los ha hecho? – preguntó el especialista.
-
Pues en mi Centro de Salud.
-
Ah! - exclamó entonces el doctor. Entonces deben estar accesible a
través del sistema- apuntó mientras se disponía a analizar desde la pantalla de
su ordenador los resultados de dicho examen. ¡Qué raro! – exclamó. No los veo.
No están disponibles. Eso es que tal vez los hayan enviado al hospital de
referencia.
-
Perdón, doctor, pero ¿me puede decir porqué envían los resultados de
mis análisis al hospital de referencia y sin embargo me hacen venir a este
centro de especialidades? – preguntó Aga algo sorprendido.
-
Ah!, yo de aspectos administrativos, no le puedo rendir cuentas –
respondió el médico.
Siguió dictando sus
instrucciones a la ayudante mientras ésta, rellenaba formularios y ponía sellos
como una posesa.
-
Muy bien. Pues eso es todo.
- Y ¿ahora qué debo hacer?: tengo que ir a alguna dependencia a
solicitar estas pruebas?
-
No, no, qué va. Se pondrán en contacto con usted.
-
¿Me llamarán por teléfono?
-
No. Se pondrán en contacto con usted a través del correo ordinario.
Estamos a finales de noviembre. Si a finales de enero del año que viene no ha
tenido noticias, póngase en contacto con nosotros nuevamente.
Pasaron las Navidades y casi
pasó el mes de enero entero. A finales de mes, Don Aga, recibe en el buzón una
cita para visitar al médico especialista y revisar los resultados de las
pruebas. Como quiera que en esa fecha, no hubiera recibido la citación para
efectuar las pruebas clínicas, cumplió con las indicaciones recibidas del
especialista y se puso en contacto con el Servicio Andaluz de Salud. No tenía
mucho sentido acudir a la revisión de los análisis, si previamente no te habías
hecho los análisis. De cajón de madera de pino.
Al telefonisto, le explicó
brevemente, pero de manera clara, la situación y éste le dio un teléfono para
que llamara y le pudieran dar más información. Él, no podía hacer más.
Don Aga Menontropo, llamó al
teléfono que le habían proporcionado. Llamó, llamó y llamó. Llamó por la
mañana, al mediodía, por la tarde. Llamó de noche y llamó de madrugada por ver
si, al menos por equivocación, el guardia de seguridad cogía el teléfono. Ya no
le importaba que le pudieran atender y resolver su problema. Era una cuestión
de honor y también de curiosidad, coño!, que quería comprobar si en el otro
lado, había seres vivos.
A punto estuvo el bueno de Don
Aga, de fenecer de inanición, de fatiga y desesperanza en su afanosa lucha por
conseguir que la centralita del centro de especialidades, le atendiera y
resolviera sus dudas. Harto de estar harto – como Serrat – consiguió el
teléfono del especialista al que debía acudir y le llamó directamente. Volvió a
explicar su problema y como única solución, le dijeron que tenía que llamar al
Servicio Andaluz de Salud, al departamento de cita previa, para que le
indicaran lo que debía hacer. Lo malo era que el teléfono de cita previa, era
el mismo al que estaba llamando desde que Gengis Khan se bajó del caballo, sin
obtener respuesta alguna.
Y fue en ese momento cuando se comenzó a preguntar,
para qué ponen un teléfono de cita previa, si después no hay nadie que lo
atienda. Finalmente, creyó adivinar la razón última de tamaño esperpento: al no
haber citas previas, el S.A.S se ahorra la molestia y el inconveniente de tener
que atender a los ciudadanos, con lo que además de mejorar las estadísticas de
salud de la Junta de Andalucía, de paso, mejora también la partida destinada a
la atención sanitaria, medicinas, médicos y demás.
Lo de menos es que la consulta
del especialista, tuviera comprometida una fecha con un paciente para revisar las
pruebas a las que iba a ser sometido, con la más que probable circunstancia, de que
dicha cita no se pudiera llevar a cabo, por la inexistencia de las propias
pruebas. Lo malo, es todo el dinero que cuesta mantener a tanto torpe. ¡Y
encima, algunos, se van dando golpes en el pecho presumiendo de calidad en el
servicio! Claro, que en su descargo hay que decir que son los mismos que nunca
han sido atendidos en Madrid.
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