martes, septiembre 24, 2019

Katja, Daniel, Anna y Ted

Dedicado a mis amigos.


En los pasados días 19-21 de este mismo mes, ha tenido lugar en Madrid la reunión de Les Jeunes du monde Unis, una organización a nivel mundial que tiene entre sus objetivos principales “promover el mutuo conocimiento, la coexistencia y las relaciones entre los jóvenes de diferentes sectores sociales en los cinco continentes, sin distinción de raza, religión u origen social”.

Dentro de las actividades que tuvieron lugar, se dio un sentido y emotivo homenaje a Joseph Luns, diplomático holandés, quien fuera entre otras cosas, Secretario General de la OTAN.

Mi amigo Daniel y su esposa Katja Luns, asistieron a dicho evento por un doble motivo: el primero, porque son miembros de la mencionada asociación y en segundo lugar, porque se iba a rendir homenaje a un tío de su esposa, Katja. 

Daniel ha publicado en Facebook diversas fotos del evento y fue entonces cuando dije que para mí, era un privilegio tener amigos como ellos, no porque pertenezcan a una familia de postín, sino porque a lo largo de los años me han demostrado que son personas comprometidas, que actúan dentro de sus posibilidades en hacer que otros, que no disfrutan de las mismas condiciones de vida que solemos tener en occidente, puedan tener acceso a la educación, por ejemplo, apadrinando a una niña en la India y manteniendo una correspondencia y contacto habitual con ella, o formando parte de la mencionada asociación. En pocas palabras: son buenas personas, algo que parece que es poco, pero que pocas veces puedes decir de muchos y si tuviera que definirles con una única palabra, sería generosidad.

Yo conocí a Katja el veintiuno de febrero de 1.985. Lo recuerdo perfectamente porque ese día, jueves para más señas, era mi primer día en la nueva empresa en la que empezaba a trabajar y el que por entonces era mi jefe, me dio un paseo por toda la compañía para presentarme a un montón de gente que serían mis compañeros durante los siguientes cuatro años. 

Katja trabajaba en el departamento de Ventas y yo en informática. Nuestras responsabilidades laborales hicieron que tuviéramos que trabajar muy estrechamente durante mucho tiempo y eso hizo que, con el tiempo, traspasáramos la línea del mero compañerismo para convertirnos en amigos. Algún tiempo después, cuando ya hacía años que yo había abandonado la empresa, incluso fuimos vecinos porque tanto  Katja y Daniel como yo, vivíamos en San Lorenzo de El Escorial. De aquella etapa de mi vida recuerdo con especial nostalgia y cariño, unas Navidades en las que cenamos juntos en su casa. 

De la personalidad y carácter de los Luns, aparte del ya mencionado Joseph, también hay que hablar del propio padre de Katja, Fritz, que en la Segunda Guerra Mundial, se jugó el pescuezo ayudando a judíos a escapar de los nazis. De ahí escribí una historia, “La Figurita” que está disponible en Amazon.

Y ahora voy a contar una anécdota que parece sacada de una novela.

Hará cosa de unos siete años, mi mujer, me comenta que ha recibido un email de un señor que vive en la República de Eslovaquia y que quería alquilar un apartamento que tenemos durante un par de meses. Ya de entrada, recibir un email desde “el otro lado del telón de acero”, resulta llamativo. Le pregunté por el nombre del individuo y me dijo que se apellidaba Luns. Y yo pensé “qué casualidad. Debe ser un apellido más común de lo que yo pensaba.”

El señor, le pidió a mi mujer todo tipo de documentación imaginable, para evitar que le dieran gato por liebre y una vez que se le hizo llegar todo lo que solicitó, alquiló el apartamento y ni corto ni perezoso, decidieron él y su esposa, venir a Benalmádena desde Cachtice, Eslovaquia, en coche. Solamente, tres mil kilómetros.

Quedamos para recibirles en una gasolinera cerca de la urbanización. Era domingo, por la noche, de un mes de enero, así es que estaba todo cerrado. Les acompañamos al apartamento, les mostramos la plaza de garaje y después de informarles que debido a lo tarde que era, no había nada disponible para cenar, regresamos a nuestra casa, que está a cinco minutos en coche. Nada más entrar por la puerta, nos llaman por teléfono y nos dicen que saltan los plomos continuamente y que tienen problemas con la luz. Así es que regresamos. Comprobamos lo que estaban haciendo mal, se lo explicamos y nos invitaron a tomar una copa de vino. Y nos sentamos a charlar. Y después de la primera copa, vino la segunda y seguimos charlando. El caso es que de ahí nos invitaron a cenar una noche en el apartamento y nosotros aceptamos encantados porque eran (y son) encantadores.

Nos prepararon una cena típica de Eslovaquia y lo pasamos genial con ellos. En un momento de la cena, yo, que seguía dándole vueltas a lo del apellido de él, no pude resistir la tentación de preguntarle directamente:

     -     Oye, Ted, ¿tu apellido es muy común en Holanda?
     -     No.
    -    Es que verás. Yo tengo una íntima amiga que se llama Katja Luns. ¿No la conocerás por casualidad, verdad?

La cara de asombro que puso Anna, su mujer, era para haberla grabado en una foto.

     -     Katja es mi prima - respondió Ted tan asombrado como todos.
     -     Espera - le dije yo, mientras cogía el móvil y llamaba a Katja.

Después de saludarnos le dije a Katja:

    -     Espera. Te paso con alguien que te quiere saludar - y le pasé el teléfono a Ted.

Ted le habló a Katja en holandés y yo escuché a Katja, asombrada, alucinada, respondiendo en perfecto español: ¿Pero tú quién eres?

Desde entonces, todos los años, Anna y Ted, vienen a pasar los meses de invierno a Benalmádena, salvo algún año que han fallado. Y mantenemos y cuidamos la amistad y por eso, hace unos meses, nos acogieron en su preciosa casa y pudimos conocer lo mejor de Eslovaquia, sirviéndonos de cicerones.

Siempre se ha dicho que a los amigos de verdad se les ve en los momentos difíciles y yo he tenido la suerte de que tanto Katja/Daniel como Anna/Ted, nos han demostrado su cariño y su generosidad, con creces, en momentos muy complicados. Es por eso, por lo que mi cariño y admiración hacia ellos, me parecen poca cosa; que a pesar de que les dé el doble, siempre estaré en deuda. Por eso, este pequeño homenaje a todos ellos: que el mundo sepa que hay personas realmente grandes, magníficas y que yo tengo la suerte de tenerlos como amigos.

Y lo mejor de todo: tengo más.

Memorias de un espía nazi

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