domingo, abril 28, 2013

De emigrantes y de nuevos paletos

Con esto de la crisis, medio país se ha echado las manos a la cabeza por aquello de tener que emigrar, como si el hecho de buscar un trabajo fuera de España y encontrarlo, fuera algo denigrante y oprobioso. Y yo, la verdad, es que no termino de entenderlo.

Es cierto que antaño, cuando los que salían de España eran nuestros padres y nuestros abuelos, lo hacían en unas condiciones que, en la mayoría de los casos, eran deplorables. Con una mano delante y otra detrás, aquellos valientes (cuántos valientes generan las dificultades extremas) salieron con sus maletas y con la idea grabada a fuego en su alma, de regresar a España después de ahorrar algo de dinero. Pero también es cierto, que aunque las condiciones fueran las mismas, los exiliados políticos siempre han disfrutado de una mejor aceptación social debido a su obligada emigración, como si los otros, los que lo hacían "sólo" por dinero, merecieran una menor consideración por ello. A los otros, a los exiliados políticos, se les admiraba por hacer lo mismo que los meros trabajadores o emprendedores, mientras a éstos se les miraba por encima del hombro o con pena, cuando en el fondo, no importaban los motivos o las causas, sólo las circunstancias.

Siempre ha habido españoles que por unas u otras razones, se han ido de España. O por razones políticas, o porque no había trabajo o investigadores que no encontraban suficiente presupuesto para sus trabajos. Pero a esos, no se les considera emigrantes, del mismo modo que no se considera emigrante a un Ingeniero alemán o sueco. Sin embargo, sí consideramos emigrante a un ecuatoriano o un rumano.

Los que salieron en las décadas de los 50 y 60 camino de Alemania, sí, pero también de Suramérica, lo hicieron en unas condiciones que en nada se parecen a las que tenemos hoy en día. La mayoría, por no decir casi ninguno, tenía estudios y muchos, sabían leer y escribir y poco más. De idiomas, para qué contar y los viajes, eran tan inasequibles, que volver, sólo lo podías hacer una vez. 

Luego, la vida, las circunstancias, forzaron a algunos a quedarse en sus países de origen. La mujer, autóctona, los hijos que vinieron después, todo se conjuró en su contra para que, aquel principio motivador que les dio vida durante sus períodos de soledad en un país extraño, como era el de regresar a España, a su pueblo, desapareciera de sus pensamientos como una idea obsoleta y que ya no tenía demasiado sentido. Había perdido la fuerza.

Hoy en día, los jóvenes y no tan jóvenes que se han visto obligados a salir de España, lo hacen con un título universitario bajo el brazo; algunos con un máster e incluso con un nivel de idiomas que al menos, les da para partir desde ahí y mejorarlo con el uso y el tiempo. 

Los viajes, normalmente en avión, algo impensable en los 50 o 60, están tirados de precio la mayoría. Hablar por teléfono y pagar fortunas por ello o escribir cartas para echar en el buzón, está ya caduco. Hoy todos tienen Whatsapp, Skype, PC, iPhone y todas las armas tecnológicas que te permiten hacer una foto en Amsterdam o Budapest y enviarla inmediatamente a Tomelloso o Móstoles, para que la reciba tu madre en su teléfono. Al final, lo más complicado de esto, es enseñar a tu madre a usar el aparato.

Así es que, obviando las diferencias socio económicas que nos separa de aquella etapa de la vida española, no entiendo por qué algunos consideran que emigrar hoy en día es algo que deba considerarse como casi insultante, sobre todo, porque existe una enorme contradicción en ciertos conceptos.

Por ejemplo, que un estudiante español se vaya a Yakarta, que está en el culo del mundo, a estudiar con una beca Erasmus un par de años, es motivo de orgullo y satisfacción para él y para toda la familia. Se percibe como un chollo y se dice que ha tenido mucha suerte y que le va a reportar grandes beneficios para el futuro. Y sin embargo, ese mismo individuo cuando termina su carrera y tiene que salir de España y marcharse a Yakarta a currar, resulta que es una vergüenza por parte del Gobierno, un fracaso de la sociedad, un palo para la familia y un motivo de depresión para el niño. Pues que me lo expliquen.

Vivimos en un mundo global y eso, aparte de que hay muchos que lo repiten, me inclino a pensar que la mayoría no sabe en qué consiste. No es solamente que una crisis en Oklahoma, te puede afectar a ti que vives en Cádiz, es que se trata de que el mercado laboral, hoy es el Mundo. Seguir pensando que vas a hacer tu carrera en la Complutense y luego vas a terminar trabajando cerquita de casa y a ser posible, de 8 a 15, hoy en día es de paletos, de gente que no se ha enterado de qué va esto. 

Los idiomas, es un arma fundamental para el trabajo, exactamente igual que el buen manejo de las herramientas informáticas, internet y las nuevas tecnologías, al menos, desde un punto de vista de usuario. Las carreras y los títulos, están bien, pero es imposible percibir los idiomas y la movilidad geográfica como algo ajeno a nuestra vida. La vida, el mundo laboral, ha cambiado, ya no es aquel que conocimos cuando empezamos a trabajar hace 30 años y mucho menos el que había en tiempos de nuestros padres y abuelos. Es otro mundo.  

Antes, con una carrera eras el rey del mambo, hoy es posible que estés en la cola del paro. Además del título, si tienes un máster, tienes más opciones; si tienes idiomas y con buen nivel, mejor y si tu actitud en las entrevistas, demuestra que eres una persona  con iniciativa, de carácter emprendedor y flexible, tienes el mundo para ti. 

Así es que menos llantos y quebrantos por el hecho de que el niño o la niña, - que sí, que ya sabemos que es muy listo/a y que ha estudiado mucho y que hay que ver lo que vale- tenga que marcharse de España para currar. Que no les va a venir mal el espabilarse, salir fuera y conocer mundo; y ya verás cómo aprende alemán cuando conozca a una alemana que esté buena y que no hable español.       

Tengo amigos que llevan toda la vida trabajando en el extranjero, sin que al menos yo, tenga muy claro qué significa para ellos el extranjero, porque uno es de origen italiano, ha vivido en Argentina, estudiado en Inglaterra, trabajado en España, casado con un irlandesa y ahora anda entre Inglaterra, París, Milán y Ucrania. Y la otra, también es de origen italiano, ha vivido en Argentina, en España y ahora está en Polonia. ¿Y se supone que deben sentirse deprimidos y angustiados por tener esa carrera internacional?

Eso es de paletos, de tener una visión muy corta.
                                                                                                                                                   
                                                                                              

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