jueves, abril 18, 2013

Los tecnofashion victims

Hoy he tenido que ir a uno de esos sitios a los cuales, si no tienes un GPS, te pasas el resto de tu vida dando vueltas y no lo encuentras. Y mientras buscaba y buscaba, y me encontraba con calles tan estrechas que apenas me cabía la cabeza, como el niño del chiste, y me topaba con calles cortadas por obras y otras en las que, simplemente, había un vehículo parado entorpeciendo el tráfico, me ha dado por pensar en cómo resolvíamos esos problemas hace unos pocos años, sin el aparatito de marras. 

Porque hoy, todo el mundo tiene un navegador, incluso incorporado de serie en algunos coches, pero hace 10 años, por no ir más lejos, era un puro snobismo, casi. Y lo cierto es que son un gran invento. No sólo te llevan al sitio al que de otra forma no llegarías nunca, es que además, cuando te hacen trampas y te cortan calles o carreteras, él no se desorienta. Es como una mujer: de ideas fijas y persistente. Será por eso que tengo la voz de una en el navegador, porque me hace ilusión darle órdenes y llevarle la contraria y no tener consecuencias que luego lamento.

Lo más adelantado que había en su día, era una aplicación que te proporcionaba el mapa de donde querías ir. Algo así a lo que hoy en día te hace Google Maps, sólo que en aquellos años, no era tan sofisticado; era una aplicación que iba por ciudades y además, tenías que comprar. Pero claro, la solución era imprimir los planos en papel y llevarlo en el coche y echarles un vistazo de vez en cuando, para intentar averiguar dónde narices estabas y cómo habías llegado hasta allí, si habías seguido al pie de la letra las indicaciones de los papeles.

Me pasó lo mismo cuando todos los coches empezaron a incorporar de serie el aire acondicionado o climatizador. Yo me preguntaba cómo era posible que fuéramos 4 personas, el gato, la tortilla de patatas, los filetes empanados y los baúles, todos juntos en un Seat 600 desde Madrid hasta la costa norte de Lugo, subiendo todos los puertos del mundo, empezando por el de Los Leones y terminando por el de Piedrafita do Febreiro, sin más aire acondicionado que el que entraba por las ventanillas del 600. Atravesar las estepas castellanas en verano, constituía toda una aventura en esas condiciones y no lo que hacen hoy los de "al filo de lo imposible" o "el último superviviente". Que entonces, las carreteras, estaban llenas de trampas y de baches en las que cabía el coche entero y llegando a Galicia, en cualquier curva te encontrabas con una yunta de bueyes y una montaña de hierba de 3 metros encima del carro, con el labriego conduciendo, a su ritmo parsimonioso, el conjunto tan bucólico y pastoril 

Total, si salíamos a eso de las 4 de la madrugada de Madrid, podíamos estar en Foz en unas 10 o 12 horitas, eso sí, si no se había roto nada del coche, que a veces ocurría. Que si un manguito, que si un calentón, que si una arandela, que si la correa del ventilador...Menos mal que entonces, aunque no había seguro de coche que te cubriera esos percances, estaban los camioneros, que eran los más solidarios y además, tenían una caja de herramientas enorme que te podía valer para reparar la avería. Y en el peor de los casos, sacaban una cuerda o una cadena y te remolcaban hasta el pueblo más cercano.

Hoy en día, alguno conozco que si no tiene el iPhone16, con doble turbo intercooler y con capacidad de hacer huevos fritos con chorizo mientras le mandas un email a la Estación Europea en el Espacio, no es feliz. 

Y sin embargo, gran parte de nuestra vida  la hemos vivido sin tantos artilugios. Sin móvil, sin iPad, sin PC, sin tablet, sin smartphone, sin Whatsap, sin Facebook, sin aire acondicionado en el coche y sin GPS.  

Ahora parece que si no tenemos todas esas cosas y además el último modelo, no somos nadie. Es como cuando los coches empezaron a incorporar la radio casette! Que para evitar que los chorizos te la mangasen, todas eran extraíbles y todos llevábamos los mamotretos aquellos a todas partes y si no lo hacías, se sospechaba que no tenías aparato de radio-casette en el coche y eras un mierda. 

Hoy, con tanto móvil, con tanto GPS, y con los coches, que ya no hay quien les meta mano como no seas ingeniero y tengas un ordenador que se pueda enchufar al vehículo y hacerle las verificaciones oportunas, los viajes ya no son lo que eran. 

Se nos ha olvidado cómo éramos hace no tanto tiempo. O tal vez, sí. Tal vez fue hace mucho tiempo.  
                                                                                                       
                                                                                                       
                                                                                                

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