A veces, es necesario separarse un poco del árbol, para poder ver el bosque. De igual modo, en ocasiones, se hace necesario salir fuera de España, para vernos a nosotros mismos desde otra perspectiva y si ello no es posible, puede servir mirarse en otros como ejemplo.
En estos días, anda todo el personal revuelto, ansioso, enfurecido, escandalizado -que de todo hay- por las supuestas comisiones ilegales, sobresueldos y demás, que el recluso más famoso de estos momentos en España, lanza un día sí y otro también, contra todo lo que se mueva dentro del PP, pero en especial contra Rajoy y Cospedal. Rubalcaba y los suyos, haciendo su papel. El resto de las minorías de la oposición, echando leña al fuego. Todo según las reglas parlamentarias. Y todos con muy mala memoria. Nada nuevo.
Pero la pregunta es: en estos momentos tan especialmente sensibles, ¿nos interesa a los españoles que desde fuera se nos perciba como una tribu de caníbales, prestos a devorarse los unos a los otros? ¿Es la mejor imagen, la de un país que lucha con esfuerzo por salir de una crisis gigantesca, con 5 millones de parados, que en vez de prestar atención a la salida de la crisis, estemos intentando derribar al gobierno que salió por mayoría absoluta de las urnas? ¿Parece lógico aceptar que todo esto se deba a las acusaciones vertidas por un recluso que está en la cárcel por un montón de delitos, entre ellos, mentir a todos?.
Pues todo parece lógico si partimos de la base de que todo, sucede en un país como España. Probablemente el único país del mundo en el que, después de sufrir unos atentados como los del 11-M, la gente se manifestó en contra del gobierno, en vez de unirse todos, como lo hicieron los americanos, dejando a un lado sus enormes diferencias políticas, o como hicieron los ingleses.
Seguimos siendo un país de ácratas, de comandos unipersonales, de individualistas, de leña al mono que es de goma. Eso hace que sea muy difícil que nos conquiste el mejor ejército del mundo de la época (el francés de Napoleón), pero al mismo tiempo, nos hace prácticamente ingobernables.
Somos nuestros peores enemigos.
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