En estos tiempos de crisis, de despidos y de ERE's - ya sean falsos o de verdad- proliferan por algunas redes sociales, sesudos debates y reflexiones acerca del comportamiento de las empresas y de sus dirigentes, para con sus empleados, diferenciando, en ocasiones, a aquellos que se consideran empresarios de los que simplemente deberían considerarse negociantes, mercenarios o traficantes.
Hay quien se plantea si es ético que mientras tus trabajadores tengan un salario de miseria, tú, el propietario, vaya por ahí pecando de ostentoso con un Jaguar, Mercedes o BMW. Los hay que se preguntan si es cierto el supuesto argumento, según el cual, el problema de que haya un 8% de ofertas que no se cubren, se debe a la falta de formación de los candidatos.
Todos estos y muchos más, no son más que unos pocos ejemplos, cuya única intención es la de desviar la atención del verdadero problema que tenemos en España y que no es otro que la mentalidad de quienes contratan. Mientras en España, el concepto salarial, sea percibido más como un gasto que como una inversión, el resto viene rodado. De ahí que el mayor enemigo de cualquier empresa sea la estabilidad de sus propios trabajadores, ya que cuanto más tiempo permanezcan en ella, más alta será la indemnización por despido. Pero oiga, ¿en qué quedamos? ¿hemos venido a setas o a Rolex? ¿Hablamos de contratar o incluso antes de contratar ya pensamos en cuánto nos va a costar despedir? ¿Por qué tiene que ser el gobierno, el que promueva beneficios fiscales para la contratación supuestamente estable? ¿Es que si no es así, a las empresas no les interesa? Pues no, está claro que no.
A las empresas, no les interesa la contratación estable - léase contrato indefinido- y por eso en cuanto pueden, se desprenden de todos aquellos a los que considera caducos, viejos y amortizados, despidiéndoles por una puerta, mientras por la otra dan entrada a otros más jóvenes - yo lo he visto en varias empresas en las que he trabajado- con menos beneficios sociales, con menos expectativas, con menos exigencias y sin tener ni puta idea del negocio, algo que se han llevado consigo los que han salido. A eso se le llama la política Cainita, la de volver a empezar cada cierto tiempo, ya que la empresa va perdiendo el conocimiento, la experiencia y los clientes que tanto esfuerzo, tiempo y dinero costó fidelizar. Y así, no hay país del mundo que pueda soportar que los jóvenes no encuentren un trabajo medianamente decente hasta los 30 y cuando cumples los 45-50, te mandan a casa. No hay economía que lo soporte. Ni empresa.
Las diferencias con respecto a las empresas de otros países, empiezan por la definición de la oferta del puesto de trabajo. No hay más que comparar los anuncios de Infojobs, por ejemplo, y los de cualquier portal de empleo de Canadá, Reino Unido o EEUU, por poner sólo algunos ejemplos. La diferencia es como de la noche al día. Mientras aquí, la descripción de la oferta ocupa como mucho unas pocas líneas, escuetas, imprecisas, vagas y a veces, hasta con faltas de ortografía y contradictorias en sus propios términos, cuando lees cualquiera de los países que antes he mencionado, te quedas asombrado.
Te explican con todo lujo de detalle qué empresa es, a qué se dedica, desde cuándo, quiénes son sus clientes y su filosofía de empresa. Luego te detallan, de manera exhaustiva, todas las funciones específicas del puesto en cuestión, así como todos los requisitos deseados y los imprescindibles. Si tienes o no que viajar, los beneficios sociales, el salario. Y un dato importantísimo: en ningún anuncio se menciona jamás la edad !!!. En fin, un par de folios si lo imprimieras. Y por supuesto, la manera de contactar con una persona con nombres y apellidos, teléfonos y dirección email.
Aquí, en este bendito país, desde hace ya mucho tiempo, cualquier entrevista de trabajo, se hace por teléfono. Contactan contigo y después de una breve presentación y de justificar por qué te llaman y cómo tienen tu teléfono, la primera pregunta es: ¿Estás trabajando?. Pero qué pasa, ¿que si estoy trabajando no se me va a dar la posibilidad de querer mejorar o de decir que no? ¿Es que está subvencionado contratar a un parado? Y la siguiente es: ¿cuánto ganas?. Y a tí qué te importa, monina. ¿No debería ser la empresa que ofrece un puesto, la que dijera el salario? ¿De qué estamos hablando, de una lotería, una subasta? ¿Se trata de a ver si se acierta con la cifra?.
Todos los proyectos son de larga duración, con lo que llega un momento en que el mero concepto, debe ponerse en entredicho, toda vez que es muy probable que no dures ni 6 meses. Y eso sin haber matado a nadie. Luego, viene el tema de la categoría, que para las empresas, no deja de ser un factor de negociación con el único objetivo de que tú seas el más pierda. Me explico. A tí te contratan con categoría C y te pagan por ello, pero te subcontratan a otra empresa y se les cobra por una categoría B, superior, mientras que esta última te coloca en el cliente final por una categoría A, y cobra por ello. Resumiendo: tú eres un pringao, que curras como tal, ganas lo que gana un pringao, mientras tu jefe, el mercenario, viaja en un Jaguar. Y encima, te das con un canto en los dientes. Luego, cuando el proyecto se termina, te dan las gracias, la patada y el finiquito.
Se despide a los trabajadores con experiencia, los que han levantado las empresas, porque "son caros" - son un gasto, no una inversión-. Se contrata gente inexperta y se les convence de que están "implicados". Se ha perdido el conocimiento, el contacto con los clientes de siempre que no se sienten atendidos como antes. Y mientras tanto, "vamos tirando".
Así es como funciona España. A eso se dedican los psicólogos de los departamentos de Reclusos Humanos, cuyo índice de volatilidad en esos puestos en las empresas, es mayor que el de los pasteles a la puerta de un colegio.
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