martes, diciembre 11, 2018

Mis recuerdos de Sigüenza.


Enrique y Rafa, con sus respectivas mujeres, decidieron ir a visitar Sigüenza y su Parador. Al llegar, se encontraron con que en los salones de dicho Parador, se estaba celebrando  una convención  de la Congregación para la Custodia  de la Santa Fe, nombre con el que se conoce desde hace tiempo a la tradicional Santa Inquisición. Bien, la verdad es que los comensales que poblaban las mesas de alrededor en el comedor,  eran cuando menos  originales.  El hecho,  suscitó  una muy interesante conversación, a media voz por supuesto, con la intención de ilustrar mejor en los datos históricos  a Tracy,  que aunque  había oído hablar  de ella, obviamente,  sólo tenía referencias muy vagas.

Acababan  de pedir los postres, cuando justo al lado de su mesa, en el pasillo, se saludaron dos personas que aparentemente se conocían. Se mantuvieron así, de pie y charlando unos breves instantes y de pronto, uno de ellos cayó fulminado al suelo, en lo que  parecía  ser una pérdida  de conocimiento o lipotimia  o algo parecido.  La disposición de las personas era tal, que la cara del que había desfallecido, estaba justo a los pies de la mesa que compartían Enrique y sus amigos y por tanto pudieron comprobar el grado extremo de palidez de su rostro. Inmediatamente, se congregaron a su alrededor un número enorme de sacerdotes, cuando uno de ellos gritaba “¡un médico, un médico!”,  mientras  otro, procedía  a darle sus últimos sacramentos,  en inglés, lo que confería a la escena un dramatismo mayor.
-      Pero vosotros creéis que está muerto? - preguntaba ingenuamente Tracy con una cara entre aterrorizada y con asco.
-      Sí, desde luego - respondió convencido Rafa.
-      Y ahora  qué  vamos  a hacer? Nos tomamos  los postres  o nos vamos? - preguntaba Tracy, con sus esquemas británicos completamente descolocados.
-      Yo, desde luego, me lo pienso tomar aquí. Total, no es ningún familiar mío - decía Rafa.
-     Además, - apuntaba Enrique- , como es de la Inquisición, seguro que ya está en El Cielo.

Mientras   se   desarrollaba   esta   escena   Berlanguiana,    un   camarero   con   su correspondiente bandeja, se hacía paso entre la multitud de testigos que rodeaban al que estaba en el suelo y ni corto ni perezoso, pasaba por encima “del cadáver”, para seguir cumpliendo con su obligación, lo que terminó por descolocar definitivamente los estrictos esquemas mentales de Tracy.
Finalmente,  después  de terminar  con los postres y pagar la cuenta, los cuatro se levantaron y se fueron a la puerta de salida del comedor, eso sí, con sumo cuidado de no pasar por encima del “muerto”, no fuera que ello les provocara  una especie de maldición. Al llegar a la puerta, también allí se habían arremolinado un montón de curiosos que  deseaban conocer  cuál era el motivo  de que tanta  gente  estuviera alrededor de una persona tirada en el suelo, y porqué ese señor tan mayor estaba tirado en el suelo. De pronto y para asombro de todos, el señor que estaba en el suelo, se levantó, muy pálido eso sí, y comenzó a excusarse con todos los presentes y a dar las gracias a todos los que le habían atendido.

-      Es un milagro! - exclamó en voz baja un imbécil que estaba junto a la puerta del comedor.
-      No, señor, - respondió un camarero, que también asistía como espectador a la función-. Es que Sigüenza está a una altura considerable y estos señores, que ya son muy mayores, vienen aquí, comen y beben en exceso y luego pasa lo que pasa. Esto no se crea que es la primera  vez que lo veo. Aquí pasa a menudo.

Y así, dieron por terminada su ilustrativa visita a Sigüenza.

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