En primer lugar y antes de introducirnos en este proceloso asunto, es conveniente situar al lector en el contexto. Por eso, lo primordial, es definir el concepto de leyenda negra. ¿Qué es? ¿En qué consiste?
“La leyenda negra es una elaborada
operación para lograr distorsionar la imagen de España, con el objetivo de
perjudicar sus intereses, al tiempo que aquellos que ponen en marcha la
maquinaria, obtienen beneficios de ello.”
Quien así se expresa es Alfonso
Guerra en su prólogo a la obra de Marcelo Gullo, “Madre Patria”.
El descubrimiento de América
supuso no sólo un hecho histórico en sí mismo, sino una profunda transformación
de la sociedad, de la ciencia y de la economía a nivel global. El poderío
político y económico que llegó a alcanzar aquella España, levantó demasiadas
suspicacias, demasiados recelos, bastantes preocupaciones y por encima de todo
ello, envidias. Las de aquellos países como Inglaterra, Países Bajos o
Portugal, cuyos intereses económicos y políticos no coincidían con los de
España.
En efecto. Tras la caída de
Constantinopla en 1453, el comercio de especias, de sedas y demás productos de
consumo en occidente, estaba en manos de la otra mitad del planeta, es decir,
el mundo musulmán, con algunas concesiones tanto de Inglaterra como de Países
Bajos, en Asia. Ello encarecía enormemente el precio de dichos artículos, por
cuanto los comerciantes se veían obligados a abonar unos “aranceles” en
ocasiones desorbitados a lo largo de su extenso camino. Eso sin contar los peligros
asociados a asaltos, piratas, crímenes y demás que sufrían las caravanas y que
obligaba a los navíos a llevar su propia guardia de seguridad. Se hacía por
tanto necesario encontrar una vía alternativa para llegar a esos lugares y
conseguir las especias tan deseadas en el viejo continente, por servir no
solamente de aderezos, sino de conservantes a los alimentos. En aquellos
tiempos en los que no había métodos de conservación de los alimentos más allá
de la salazón o el escabeche, las especias jugaban un papel fundamental en la
ingesta de alimentos poco apetecibles a los paladares. Ese fue, en realidad, el
objetivo de aquel proyecto. La gente no se embarca – valga la expresión – en un
cascarón a jugarse la vida por una simple aventura sin tener un objetivo claro.
Después, a partir del
Descubrimiento y ante la amenaza que suponía para los intereses de los enemigos
de aquella España recién inaugurada como país tan recientemente, se vieron
impelidos a luchar en el mar para intentar retener sus mercados. Y cuando esa
lucha contras los barcos de la armada españoles vieron que no la podían ganar
por las armas, idearon una estrategia basada en la tergiversación, la falsedad,
las medias verdades, la exageración o la mentira directamente, con el objetivo
de dañar la imagen de nuestro país. Simplemente, se robó la verdadera historia
y se sustituyó por un fraude.
Hay que decir, que los efectos de
esa nefasta y maléfica estrategia, persisten incluso hoy en día, cuando miles
de indocumentados, es decir, individuos que no conocen la verdadera historia,
se han dejado subordinar ideológica y culturalmente, por una historia falsa.
Así se explica el afán de algunos en evitar la celebración del 12 de octubre
como Día de la Hispanidad, o los actos vandálicos e irracionales contras
estatuas y monumentos que ensalzan lo que a todas luces ha sido una de las
mayores hazañas de la Humanidad.
La gran batalla por el relato
histórico de lo que en verdad ocurrió en Hispanoamérica, la han perdido tanto
España como los americanos, a manos de las potencias que lucharon – y aún lo
hacen - contra unos y otros.
Una vez adulterada la historia el
proceso fue lento pero inexorable. Había que ir introduciendo las falsedades en
los libros de texto, en las universidades, en la sociedad, de tal forma que
aquel que no asumía los principios de esa leyenda negra, era automáticamente
tildado de políticamente incorrecto. Y así, día tras día, y año tras año, la
mentira fue extendiéndose más y más, hasta alcanzar más de una generación o
dos, o tres. Así se inocula el odio.
“La leyenda negra
antiespañola fue una operación de propaganda montada y alimentada a lo largo
del tiempo por el protestantismo – sobre todo en sus ramas anglicana y
calvinista – contra el Imperio español y la religión católica para afirmar su
propio nacionalismo, satanizándolos hasta extremos pavorosos y privándolos
incluso de humanidad. Hay de ello ejemplos abundantes y de toda índole:
tratados teológicos, libros de historia, novelas, documentales y películas de
ficción, cómics, chascarrillos y hasta chistes de sobremesa”. (Vargas Llosa).
Tal vez la primera de las
falacias trate de dibujar un mundo idílico en el que las tribus convivían entre
sí, en paz y armonía, unas con otras, cuando fueron sacudidos por un vendaval
llegado desde el otro lado del océano y compuesto por salvajes españoles, que
se dedicaron al pillaje, a la violación de las mujeres y al robo de todo
aquello que se les antojaba. Nada más alejado de la verdad.
Los Aztecas, por ejemplo, era una
tribu muy numerosa y guerrera. Una de sus costumbres más arraigadas consistía
en guerrear permanentemente contra las tribus vecinas. Una vez vencían, a las
mujeres las trataban como esclavas, las violaban cuando les apetecía y después,
solían venderlas a otros mercaderes de esclavos. La suerte de los hombres y de
los niños no era mejor. A los vencidos les solían subir a lo alto de esas
pirámides que ahora están infestadas de turistas con sus cámaras fotográficas,
los abrían en canal, les sacaban el corazón aún palpitante – sin anestesia,
claro – y arrojaban los restos a los pies de la pirámide donde una multitud
enfervorizada y hambrienta devoraba los restos. Hay que decir que su parte
preferida del menú era el muslo, pero no el de pollo ni siquiera el de los
hombres: era el muslo de los niños a los que solían ingerir vivos con el mismo
deleite que nosotros comemos cordero lechal o cochinillo. Eso eran los aztecas:
un pueblo antropófago, salvaje y deshumanizado.
Cuando Hernán Cortés llegó allí
con 300 soldados y vio aquello, se quedó horrorizado y obtuvo rápidamente el
apoyo de todas las tribus que servían de menú a los aztecas, para entablar una
guerra que, afortunadamente pare ellos, terminaron por ganar.
Cuando los Incas derrotaban a un
pueblo que no había querido someterse voluntariamente, cometían todo tipo de
abusos: muchos de los guerreros vencidos eran masacrados y sus casas pasto de
las llamas. Las mujeres no corrían mejor suerte, ya que eran sistemáticamente
violadas y las más jóvenes las llevaban a Cuzco para formar parte de la
servidumbre de la nobleza inca.
Otra de las mentiras que han
pasado a la historia es aquella en la que se afirma que fue Francisco Pizarro
el que ordenó la muerte del inca Atahualpa. La realidad es que fue el propio
hermano de Atahualpa. Francisco Pizarro tenía 200 soldados. El ejército inca
unos 200.000. A nadie se le escapa que por muy loco y aventurero que fuera
Pizarro pudiera vencer a un ejército como el del inca. Como sucedió en Méjico
con los aztecas, fueron las otras tribus, enemigas del imperio inca, las que
lucharon por su libertad. Es decir, en ambos casos se trataba de una gigantesca
masa de indios, conducidos por una minoría de soldados españoles.
La lucha en Méjico y Perú, fue
entre indios, principalmente.
La (falsa) idea que ha prevalecido
ha sido la de que España masacró a unos pueblos indígenas que vivían en el
Paraíso. Pues bien, en 1703, el Gobierno de Massachussets, que al parecer les
preocupaba tanto la salud de los lugareños, pagaba a razón de unas 12 libras
esterlinas cada una de las cabelleras de los indios, sin importar lo más mínimo
si esa cabellera perteneció a un hombre, una mujer o un niño. Ello promovió una
cacería de indios que se realizaba a caballo y con jaurías de perros.
Este tipo de comportamiento fue
siempre ajeno a los españoles que, de haberse producido, el clero, por un lado,
- siempre acompañando a los soldados y atento a la moralidad de su
comportamiento – lo habría denunciado, al tiempo que las leyes promulgadas por
los reyes de España protegiendo la vida y las propiedades de los indios,
habrían conllevado unas severísimas penas.
Fue el general Philip Henry
Sheridan, el que pronunció la célebre frase: “El mejor indio es el indio
muerto”.
“Cuando los ingleses, ahora
estadounidenses, comenzaron la conquista de América del
norte la población nativa norteamericana se estimaba en torno a los 12
millones de personas. En 1900, Estados Unidos cerró sus
fronteras como consecuencia de las guerras indias, ahora solo quedaban entre
300.000 y 250.000 indios norteamericanos. Las balas y las enfermedades fueron
exterminando a los indios norteamericanos a lo largo de siglo y medio”.
“California, formando parte
del virreinato de Nueva España, perteneció a la monarquía hispánica hasta
1821, para pasar a ser parte de Méjico, luego de la república
de Tejas para, finalmente, en 1845, integrarse en los Estados
Unidos. Con la llegada de los norteamericanos la población india pasó de
150.000 a solo 15.000 en cincuenta años. ([1])
***
Otra de las más comúnmente
aceptadas acusaciones por la mayoría, es que España trató aquellas tierras como
un simple botín. La verdad es que España nunca consideró a las Indias ni un
botín ni una colonia. Aquella España de los Reyes Católicos, Carlos V o Felipe
II, fue un imperio y no un imperialismo.
¿Cuál es la diferencia entre una
acción imperial y una imperialista?
En el primer caso, después de
efectuada la conquista el territorio y el pueblo conquistados no van a ser
considerados como botín. Sin embargo, en el segundo caso, una vez hecha la
conquista, siempre serán considerados un botín.
La acción imperial produce
mestizaje de sangre y de cultura. La acción imperialista, segregación y/o
exterminio.
Ahora compárese lo que hizo
España en América y cómo se han comportado los ingleses en la India o EE.UU.
En el Nuevo Mundo floreció una
industria textil y España sembró América de iglesias, hospitales, escuelas y
universidades en las que estudiaron tanto criollos como mestizos o indios. En
una de ellas recibió una excelente educación Tupac Amaru. España envió a
América a sus mejores profesores, que enseñaron – en pleno auge del absolutismo
monárquico – la doctrina revolucionaria y anti absolutista que dice que el
depositario real del poder, que siempre emana de Dios, era el pueblo y no el
rey, y que el primero tenía derecho a la revolución, incluso al tiranicidio, si
el segundo no ejercía el gobierno del reino en beneficio del pueblo.
Debido a la distancia entre los
continentes, a los riesgos del viaje, a la duración del mismo y a otros
factores, América tuvo que hacerse autosuficiente en cuanto a sus necesidades.
Para ello, crecieron por doquier todo tipo de industrias para satisfacer a ese
inmenso territorio.
“El movimiento fabril en
México y Perú eran notables. 150 obrajes en el Perú, que a 20 telares cada uno
daban un total de 3.000 telares. Y Cochabamba, según Haenke, consumía de 30.000
a 40.000 arrobas de algodón”.
El mestizaje, una política de
estado.
Entre los españoles que llegaron
a las Indias no existía la idea dominante de que pertenecían a una raza
superior, toda vez que ellos mismos pertenecían a un pueblo mestizo – (Celtas,
Tartessos, Fenicios, Cartagineses, Griegos, Íberos, Romanos, Visigodos, Judíos,
Musulmanes) -, frecuentemente considerado en Europa más semita que europeo.
Pero no sólo se trataba de un
sentimiento del pueblo. Los Reyes Católicos emitieron una Cédula Real el 19 de
octubre de 1514 en la que se dice:
“Es nuestra voluntad que
los indios e indias tengan, como deben, entera libertad para casarse con quien
quisieren, así con los indios, como con los naturales de nuestro reynos, o
españoles, nacidos en las Indias, y que en esto no se les ponga impedimento. Y
mandamos que ninguna orden nuestra que se hubiere dado o por Nos fuera dada,
pueda impedir, ni impida, el matrimonio entre los indios en indias con
españoles, o españolas y que todos tengan entera libertad de casarse con quien
quisieren y nuestras Audiencias procuren que así se guarde y cumpla”.
Esto era lo que en 1514 ordenaron
los Reyes Católicos.
En EE. UU, no fue hasta 1967
cuando se permitió en ciertos estados el matrimonio entre negros y blancos.
De esa idiosincrasia surgieron
infinidad de matrimonios entre los españoles y las mujeres indias, algunas de
ellas princesas, que tuvieron una fecunda descendencia.
Por el contrario, Gran Bretaña
consideró oportuno enviar a Australia a los reos y las prostitutas.
La educación.
Las dos primeras escuelas de
México fueron creadas por los franciscanos, una en Tezcoco, en 1523 y otra en
México en 1525.
Se fundaron escuelas a las que
asistían mil niños indios donde se les enseñaba náhuatl, castellano y latín –
el idioma entonces del saber – además de pintura, escultura, bordado, música,
carpintería, herrería y talabartería.
En Gran Bretaña el ingreso a la
universidad estuvo vedado a los católicos hasta 1829. Del mismo modo en
Irlanda, dominada por Inglaterra hasta 1873, el cuerpo docente, los miembros de
las corporaciones y asociaciones universitarias, así como los becarios, debían
ser protestantes.
En 1830, Francia conquistó
Argelia donde permaneció hasta 1962. La universidad de Argel se fundó en 1909.
Portugal comenzó la conquista de
Mozambique en 1505. Fundó la Universidad de Lourenço Marques en 1968.
Los ingleses fundaron la
Universidad de Harvard en 1636 – 85 años después de que los españoles fundaran
la de San Marcos -; la de Yale en 1701; la de Princeton en 1746; la de
Pensilvania en 1749; la de Columbia en 1754.
No parece, por tanto, que esta
febril actividad fundacional de escuelas y universidades, se corresponda con la
idea de someter a un continente, mantenerlo analfabeto y usarlo como mula de carga.
Hospitales gratuitos para
todas las razas.
Ahora que está de moda la sanidad
en España y se alzan voces exigiendo más médicos, más inversión y que todo sea
gratuito, en la España de 1541 ya se avanzó algo en este sentido en aquellas
tierras lejanas.
Leyes de Indias. Libro I. Título
IV:
“Que se funden hospitales
en todos los pueblos de Españoles e Indios. Encargamos y mandamos a nuestros
virreyes, audiencias y gobernadores, que con especial cuidado provean que en
todos los pueblos de españoles e indios de provincias y jurisdicciones se
funden hospitales donde sean curados los pobres enfermos y se ejercite la
caridad cristiana”.
A finales del siglo XVI la
medicina española – heredera de las tradiciones árabe y judía – estaba a la
cabeza en Europa. Por poner un ejemplo, el primer hospital psiquiátrico del
mundo se fundó en Valencia en 1409.
Un hospital para leprosos (1524)
fundado a instancias de Hernán Cortés.
En 1553 nace el primer hospital
dedicado exclusivamente a los indígenas, con capacidad hasta 400 pacientes,
pudiendo aumentarla en casos de pandemia. Con el tiempo y ampliaciones, llegó a
tener capacidad para 600 camas.
Para explicar cómo fue posible
que la leyenda negra terminara imponiéndose a la verdad, hay que recurrir a
numerosos eventos históricos, guerras, insidias políticas y demás iniquidades,
que han sido sembradas a lo largo de estos 500 años, y que llegan a nuestros
días.
Sin duda alguna, la publicación
del Padre Fray Bartolomé de las Casas, ha sido siempre una fuente de inspiración
para todos aquellos que ansiaban señalar con el dedo al Imperio Español. Su
popularidad, el eco de sus denuncias sobre supuestos abusos, nunca se sometió a
un juicio objetivo o imparcial.
Sin embargo, la mayoría de los
relatos incluidos en su libro-denuncia se basan en testimonios de terceras
personas, en rumores, exageraciones o simples inventos novelescos que al páter
le pareció conveniente incluir en su “novela”. Así, por ejemplo, llegó a
escribir que los soldados españoles con sus armas, y sus lanzas, pudieron
someter al ejército de Moctezuma debido a que un soldado español podía matar a
10.000 indios a la hora, lo que arroja, mediante un simple cálculo matemático,
una media de tres indios cada segundo. En ese espacio de tiempo no hay lugar
para meter, sacar y volver a meter la lanza.
Los libros, por supuesto, siempre
– a lo largo de la historia - han servido como altavoz y propaganda, en favor o
detrimento de cualquier idea, principio o concepto. Por ejemplo, poco se conoce
acerca de la curiosa relación entre la CIA norteamericana y la publicación del
libro de Boris Pasternak, “Doctor Zhivago”.
La obra se publicó en 1957 y el
autor obtuvo el Premio Nobel al año siguiente. Pasternak falleció en 1960. El
libro no fue publicado en la URSS hasta 1988, pero en Occidente se vio en esa
obra la posibilidad de abrir un frente nuevo en la lucha contra el comunismo a
nivel global. No hay que olvidar que, por esas fechas, el 4 de noviembre de
1956, los tanques soviéticos habían invadido a su fiel aliado Hungría y se
habían instalado en Budapest, para aplastar a la Resistencia magiar.
En esa guerra fría que surgió
tras la S.G.M., tan poderosas eran las armas y los misiles, como los libros. La
CIA vio en ello una enorme oportunidad para intentar socavar la imagen – ya
algo dañada – del comunismo y apostó por apoyar la publicación de la obra,
incluyendo la persecución de la que era objeto el autor por parte de la URSS,
lo que, sin duda, añadió dramatismo y sumó adeptos a la causa. Y después,
cuando el libro fue un éxito y el autor obtuvo el Nobel, la CIA también se
involucró en hacer la película (1965) que todos conocemos. Una película cuyos
costes de producción ascendieron a la nada desdeñable cifra de 111 millones de
dólares de la época. En la actualidad, supondrían más de 1.000 millones $.
Esta historia, poco o nada
conocida por el gran público, sirve de ejemplo de cómo el uso de elementos
variopintos puede armonizarse para obtener un objetivo común. En este caso, se
trataba de la lucha contra el comunismo. En el caso del Imperio Español, se
trataba de deshonrar la imagen tanto del país como del propio descubrimiento en
sí, y al igual que en el caso de Zhivago hubo intereses políticos que
promovieron las acciones del Servicio de Inteligencia de EE. UU, así sucedió
con España y la Leyenda Negra. Y del mismo modo que la novela de Boris
Pasternak se utilizó para destruir la imagen del comunismo, lo propio se hizo
con la novela de Fray Bartolomé de las Casas para hundir el imperio español.
Pero no fueron los británicos los
únicos que alimentaron ese oprobio. Como ya he mencionado al inicio, a la
acusación se fueron añadiendo con el paso del tiempo, holandeses, franceses,
norteamericanos e incluso soviéticos.
Por no extenderme más en esta
exposición añadiré el ejemplo del acorazado USS Maine. En la mañana
del 15 de febrero de 1898, dicho acorazado había acudido al puerto de La Habana
supuestamente para defender los intereses de los ciudadanos norteamericanos
frente a las revueltas que se estaban produciendo de los locales contra los
españoles ([2]). Inesperadamente,
el buque sufrió una tremenda explosión que provocó la pérdida de tres cuartas
partes de la tripulación. En un principio las causas de la explosión no estaban
demasiado claras. Algunas voces hablaban de sabotaje de los españoles, otras de
negligencia por parte de la tripulación. Y algún otro apunta a que el navío,
como tal, nació obsoleto, debido al tiempo de construcción y las funciones para
las que fue concebido. Sea como fuere, “la opinión pública estadounidense,
avivada por las proclamas incendiarias de la prensa amarillista estadounidense
realizadas por William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer, culpó
a España. La frase «¡Recordad el Maine, al infierno con España!» («Remember the
Maine, to Hell with Spain!») se convirtió en un grito para quienes clamaban por
la guerra, que se materializó en la Guerra hispano-estadounidense ese
mismo año. Aunque el hundimiento del Maine no fue la causa directa de
la confrontación, sirvió como catalizador, acelerando el desarrollo de los
acontecimientos.”
Algo parecido usó Hitler para
invadir Polonia, acusando a los polacos de atacar posiciones alemanas junto a
la frontera.
Es decir, cualquier mentira es
válida si cumple con los objetivos marcados. Y así, la Leyenda Negra, cumplió
satisfactoriamente los intereses de los enemigos de España y de toda
Hispanoamérica. Ni Cuba, ni Puerto Rico, ni Filipinas, ni el resto de países,
han disfrutado de una mejor situación que cuando estaban bajo el mando de la
Corona española y amparados por sus leyes.
Tergiversar o falsear la historia
es el paso previo para cualquier acción reivindicativa. Por ejemplo, los
independentistas catalanes fechan el inicio de su “desgracia” en 1714, cuando
el Rey Borbón ganó la guerra de Sucesión en España. Ellos – los
independentistas – presentan esa batalla como si se hubiera producido entre un
movimiento nacional catalanista y el resto de España, cuando en realidad, eso
es una pura entelequia. En 1714 no había el más nimio sentimiento catalanista
ni en un estado embrionario. Y la lucha, en realidad, se estableció por la
sucesión al trono de España entre los franceses (Borbones) y los Austrias. Así
es que no había muchos “españoles” ni “catalanes” por allí. Y ganaron,
obviamente, los franceses.
Sin duda alguna, en
Hispanoamérica hubo abusos, excesos, injusticias, atropellos o ilegalidades,
pero en todo caso, no muchos más que los que se producían en territorio
peninsular, ya fuera Madrid, Toledo o Córdoba.
La Leyenda Negra no debió
existir, pero, en cualquier caso, tampoco debe ser sustituida por la leyenda
rosa.
Esta colaboración sólo servir
como defensa de la más asombrosa gesta que la humanidad haya conocido, junto
con la de colocar a un hombre en la Luna.
© Carlos Usín
Fuente: Marcelo Gullo Omodeo - “Madre Patria”.
[2] Aquí hay mucha tela que cortar. No todos eran cubanos,
no todos estaban del lado de Cuba, etc.
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