Ahora que se ha puesto de moda el escabroso asunto entre Hermoso y Rubiales, y las relaciones sentimentales en el lugar de trabajo, me ha venido a la memoria los muchos casos de romances, amoríos, flirteos, rollos, aventuras, devaneos y líos de todo tipo, de los que he sido testigo en mi dilatada vida profesional.
Si hay algo que tengo claro es
que es precisamente en el trabajo donde surgen las mayores y mejores
oportunidades para tales relaciones, como así lo atestigua una reciente
encuesta ([1]), según la cual el
89% de los encuestados manifestó haberse sentido atraído por un/a compañero/a,
de los que el 58%, salió con él o ella.
Llegados a este punto y para
satisfacer la curiosidad morbosa de quien lo está leyendo, en mi caso, JAMÁS DE
LOS JAMASES, he tenido ninguna relación íntima con ninguna compañera. Y hasta
ahí puedo leer.
Sin embargo, como decía antes, sí
que he conocido muchos casos. Uno de ellos, tal vez el que más de cerca me tocó
vivir fue auténticamente kafkiano.
El cretino de jefe que tenía por
entonces, un individuo al que sus “súbditos” le apodamos el “autista”, me acusó
directamente de pretender ligar a diestro y siniestro, lo cual era totalmente
falso. Pero lo más hiriente, es que él mismo, “el autista”, rompió su
matrimonio porque se había liado con una compañera de trabajo. Tal vez el hecho
de que uno fuera de un pueblo de León y la otra de uno de Asturias, tuviera
algo que ver. Pero cuando me enteré de la jugada me encendió aún más su absurda
e injusta acusación contra mí.
Otro caso que también me tocó muy
de cerca fue el de Carolina y Juan Antonio. Ella, una chica pija cuyos padres
vivían en La Castellana, de Madrid, mientras él vivía “en el Bronx”, según sus
propias palabras. Lo curioso de este caso es que Carolina, había tenido un
asunto íntimo con el director general de la multinacional. Debido a su exitosa
gestión, fue promovido y abandonó España y el hueco dejado por el director
general, no tardó mucho en ser ocupado por el vecino del Bronx.
Pero quiso el destino que la
compañía se plantease el regreso del exitoso director a España para reflotar el
mercado. En cuanto se conoció el rumor, los nuevos amantes temieron seriamente,
primero por sus trabajos y después por sus vidas. Por fortuna para ellos, el
que fuera director general y antiguo amante de Carolina, no llegó a poner un
pie en España. De hecho, ni siquiera pudo poner el pie en su avión privado
porque fue detenido y acusado de tráfico de drogas y encarcelado.
Otro caso de esos que uno no
puede olvidar es el de Calixto y su mujer Melibea. Ambos ya trabajaban juntos
en la misma empresa, algo que la multinacional no aprobaba en absoluto. Siempre
presionaba a uno de los dos – generalmente a la mujer – para que abandonara la
compañía por propia decisión, pero, a decir verdad, tampoco era un caso
aislado.
El asunto fue que el tal Calixto
se encaprichó, por decirlo suavemente, de una compañera de trabajo más joven y
soltera. Más joven que él y más joven que la mujer. Y el caso es que al final
terminaron por consumar la infidelidad.
En un momento dado, la amante,
realizó un sospechoso viaje a Londres que sirvió para alimentar los rumores. No
mucho más tarde, la puntería del semental de Calixto volvió a dar en la diana y
acabaron por bautizar a la criatura.
Como es normal, Calixto se separó
de Melibea y continuó su nueva vida con la madre de su hijo. Aunque, esta nueva
vida no duró demasiado y cuando se terminó el amor, la novedad y el delirio
sexual, la abandonó y regresó con Melibea.
Podría continuar poniendo
ejemplos, pero creo que, para muestra, con un botón basta.
En mi caso personal, uno de los
aspectos que siempre me han preocupado de este tipo de situaciones es el de la
discreción. Según la encuesta antes mencionada, el 75% intentó mantener en
secreto su idilio, al tiempo que el 82% de los otros compañeros dicen haberlo
descubierto. Es decir, esto, antes o después, se termina sabiendo y cuando hay
un tema de esta índole en el trabajo los comentarios y la situación en sí, se
escapa por completo a tu control.
Por otra parte, este tipo de
relaciones acarrea dificultades y complejidades añadidas que entorpecen el
normal desarrollo de la empresa. Los ascensos, promociones, nombramientos, etc.
se verán de manera diferente si se sabe la relación existente y, sobre todo, si
uno de ellos tiene una categoría importante en la empresa. No es lo mismo que
ambos amantes sean de la categoría de “colichichis” o que uno de ellos – o ambos
– sean personas de relevancia.
Y me he centrado exclusivamente
en el aspecto de que ambos sujetos participen libremente en el desarrollo de
esa relación, a pesar de que también he tenido conocimiento de alguna situación
de acoso. Por ejemplo, el caso de Faustino es digno de mencionarse.
Estaba yo en Lisboa por motivos
de trabajo, y a la hora de la comida nos juntamos un grupo multinacional. En un
momento dado, una chica, argentina por más señas, que se sentaba justo a mi
lado, comenzó a relatar cómo había sido víctima de acoso por parte de un
individuo, casado, y que llegó a sabotear su coche para aparecer como Superman
para ayudarla.
Al final no le quedó más solución
a esta chica que denunciar la situación en la empresa. El resultado fue que
Faustino fue expulsado de la compañía.
Lo mejor vino después cuando le
pedí el nombre del sujeto por mera curiosidad. El tipejo había sido mi jefe y
efectivamente, ya entonces dio muestras inequívocas de ser un perfecto
gilipollas.
En resumen, al margen de lo que
ha pasado entre Hermoso y Rubiales, si ha sido consentido o no, o sólo a
medias, o lo que sea, el caso es que este tipo de comportamientos deben ser
mantenidos en un escrupuloso ambiente de discreción. Uno no puede dar rienda
suelta a sus más bajos – literalmente – instintos en público y menos aún, con
un subalterno.
Y si quieres mantener una relación secreta, no lo hagas con nadie de la oficina.
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