sábado, septiembre 16, 2023

Nasío pa barrer (capítulo 10)

Mi carrera militar en el glorioso ejército del aire era fulgurante y en un continuo ascenso. Pasé de friegaplatos fracasado en la cocina, a camarero de oficiales o barman de piscina, para terminar de basurero. Las profesiones que más tarde serían las más demandadas.

El año de mi incorporación a la mili (1976) fue un año pródigo en noticias importantes, aunque directamente a mí, un maldito recluta con destino de basurero, no me afectaron. O eso pensé en aquel momento.

  •    El 15 de abril  se inicia el XXX Congreso de la UGT, el primero celebrado tras la Guerra Civil.
  •    El 9 de mayo  en Navarra son asesinados dos militantes carlistas (Sucesos de Montejurra).
  •   El 9 de junio  se aprueba la ley que autoriza la existencia de partidos políticos.
  •    El 1 de julio  dimite Carlos Arias Navarro, último presidente del Gobierno nombrado por el dictador Francisco Franco.
  •    El 3 de julio  ―tras el final de la Dictadura de Franco―, Adolfo Suárez es nombrado presidente del gobierno.
  •    E18 de julio , los GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre), reivindican la colocación de 28 artefactos explosivos.
  •    El 30 de julio  el rey Juan Carlos I decreta una amnistía política que afecta a 500 personas encarceladas por su ideología.
  •    El 10 de septiembre  el Gobierno aprueba el proyecto de ley de reforma política que abrirá el camino hacia la democracia.
  •    El 18 de noviembre  tras el final de la dictadura franquista, las Cortes aprueban la Ley para la Reforma Política, que abrirá el camino a la democracia.
  •     El 15 de diciembre  ―tras la dictadura de Francisco Franco― se lleva a cabo un referéndum sobre la reforma política que dará paso a un nuevo modelo político. Comienza la democracia.

Todos esos acontecimientos, por supuesto que me afectaron con efecto posterior, pero a mí lo único que me importaba era salir cada día de la base y continuar con lo que consideraba era mi vida normal: pasar los fines de semana en mi casa, celebrar mi cumpleaños, disfrutar de la Navidad y no hacer guardias como los de la PA, en fin, recuperar mi vida, la que era mía y no quería compartir con los de uniforme. Seguía prevaleciendo la idea de “esto tiene una fecha de caducidad” y llegará. No me planteaba la utilidad de encharcar los jardines a base de agua con el consiguiente mosqueo del sargento. Ni tampoco me planteaba la utilidad, en general, del servicio militar. Simplemente esperaba que llegara la hora de la despedida. Pero mientras tanto, sucedían cosas.

El protocolo exigía que antes de abandonar la base vestidos con el uniforme de paseo, debíamos formar en el patio del edificio de reclutas. El pase per nocta, lo llevábamos encima, era nuestro DNI militar, pero, aun así, nos hacían formar, imagino que para contar cuántos había por la mañana y cuántos había en ese momento. El caso es que un día, estando en formación, pasó por encima nuestro un avión y alguno, instintivamente, movió la cabeza. Y ahí empezó un pequeño show.

El suboficial al mando ordenó:

    _  El que se ha movido, que dé un paso al frente.

    O bien el sujeto al que hacía referencia no era consciente de que era a él a quien iba dirigida esa frase, o bien, era directamente imbécil. Sea como fuere, nadie se movió. Y el suboficial insistió.

     _  Si nadie da un paso al frente, no se va nadie.

La situación estaba enquistada y el suboficial realizó otra maniobra. Se introdujo entre las filas de la formación, se colocó justo a mi lado, me tocó el hombro y dijo:

    _  Desde aquí hasta el fondo, que se queden. Los demás pueden irse.

Como siempre, la suerte estaba en mi contra.

El suboficial se dirigió una vez más al grupo y siempre lo hizo en un tono conciliador, nada amenazante.

    _Vamos a ver. No voy a castigar al culpable. Sólo quiero que salga el responsable.

Allí no salía nadie. Y el suboficial, repitió su oferta.

Entonces, yo me adelanté y di un paso al frente:

    _  He sido yo, mi cabo primero.

    _  No. Tú nos has sido.

    _  Entonces, ¿me puedo ir?

El cabo primero al principio se sorprendió de la jugada, pero tuvo que admitir que si sabía que yo no había sido no había razón para obligarme a estar allí.

    _  Puedes irte.

    _  Gracias, mi cabo primero.

 

Mi objetivo era que la mili interfiriera lo mínimo en mi vida normal. No me quedaba más remedio que ir por las mañanas hasta las 14.00, pero al menos tenía las tardes libres y las aprovechaba. Así, por ejemplo, iba a hacer mis pinitos como programador COBOL al Centro Electrónico para el Tratamiento de la Información, del Ayuntamiento de Madrid (CETI) que entonces (no sé ahora) estaba en Conde Duque, no lejos de casa. Allí con un ordenador IBM antediluviano y bajo la supervisión de los que allí trabajaban, comencé a intentar programar algo en COBOL. El responsable de IBM tenía el nombre más raro que he oído en mi vida: Baudilio. Era un hombre afable, tranquilo y comprensivo. Allí fue el primer sitio en el que utilicé las famosas tarjetas perforadas.

Del programa, mejor no hablar. Era manifiestamente mejorable y aunque otros mucho más expertos que yo, profesionales que trabajaban allí, me daban sus sabios consejos, no les llegaba a entender. Estábamos en mundos distantes.

Yo estaba centrado en las próximas Navidades y no quería que me las estropeasen con alguna guardia como imaginaria ([1]). Además, ese año, tanto el 24 como el 31 de diciembre caían en viernes. Tuve suerte y no tuve guardia, pero el 31 de diciembre, tuve que ir a currar, claro.

Como cada día desde hacía meses, el despertador sonó a las seis de la mañana. Con el fin de ahorrar el máximo de tiempo en mi aseo, decidí que era mejor ducharme justo antes de acostarme por la noche. Eso, unido al hecho de que también decidí dejarme barba para no invertir tiempo en afeitarme, significó un considerable ahorro de tiempo. Tiempo que podría dedicar a vestirme con calma y desayunar, aunque esto último no me llevaba mucho tiempo porque a esas horas, no me entraba nada.

Después, el consabido trayecto en metro y autostop hasta la base. Pero ese día, el 31 de diciembre, la familia estaba en el chalet de Valdemorillo. Así es que me vinieron a buscar a la entrada de la base y desde allí fuimos hasta el chalet.

Por la noche, aguanté estoicamente hasta las uvas. Normalmente, debido a mis horarios, llevaba vida monacal y solía acostarme no más allá de las diez de la noche. Así es que fue tomarme las uvas, brindar por el nuevo año y despedirme de todos hasta el día siguiente. Llevaba de zascandil 18 horas.

El año siguiente, 1977, era el año de mi despedida de la mili. En verano estaría “lili”, o sea, licenciado. Se acercaba el final.

 



[1] Una imaginaria es un servicio de guardia de orden, desempeñado por un militar con la función de sustituir durante la noche al militar que realiza la también guardia de orden de cuartelero.1

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