Domingo es un nombre ficticio, porque es un héroe. Héroe anónimo, pero héroe, al fin y al cabo. A pesar de producirse la enorme contradicción de que ha salido en los medios escritos de medio mundo.
Domingo es un hombre que ronda los 60 años.
Delgado hasta el extremo de pensar que sufre algún tipo de enfermedad, pero que
después de charlar con él, caes en la cuenta que puede que se deba a la
conjunción de una complexión delgada y una pasión por el ejercicio.
De su boca salen las palabras a borbotones,
enlazando un tema con el siguiente y obligándote a prestar mucha atención
porque como parpadees, te lo pierdes. Con su característico acento que no ha
perdido a pesar de llevar toda la vida viviendo fuera de su tierra, te van
desgranando - casi apabullando - con todos los recuerdos que se le vienen a la
mente.
Así, en los apenas 20 minutos que compartes
con él, descubres que la enorme cicatriz que le cubre gran parte del lado
derecho de la cabeza, - donde apenas le crece pelo - se debe a un atentado de
ETA, del que pudo salir vivo y con más suerte que muchos de sus compañeros. Y
te cuenta que con 18 años y en la época de plomo de la banda terrorista, se
alistó voluntario para ir a luchar al País Vasco, sin que sus padres lo
supieran. Y entonces su gesto se tuerce y su voz se torna en un tono triste.
Rememora aquellos años, sus amigos asesinados, en la calle, sus compañeros de
armas, y lo que sucedía dentro de los cuarteles con los detenidos. Estaba
horrorizado sólo de recordarlo.
Sin ninguna razón aparente que lo justifique, de pronto salta y con la misma ametralladora de palabras que brotan de su boca, te cuenta que dio la vuelta al mundo en bicicleta. Que lo hizo por razones humanitarias y que allí por donde pasó, fue creando organizaciones benéficas, de ayuda a los niños, a las personas pobres, a los más necesitados.
Te cuenta,
orgulloso, cómo en cierta ocasión evitó que a una joven le fueran a amputar una
pierna por una herida que tenía. Y como demostración de que todo lo que dice es
cierto, abre la maleta - no sin antes tener que hacer un esfuerzo por recordar
cuál es el código de 4 cifras para hacerlo - y entre la ropa interior y debajo
de la escritura de su casa - que se ha traído consigo porque no se fía mucho de
dejarla allí - te enseña multitud de recortes de periódicos, principalmente de
Latinoamérica, en los que se habla de su hazaña, con fotos, en las que a duras
penas, consigues identificarle, debido al enorme cambio físico experimentado.
Y así, asaeteado por su impresionante
verborrea y asombrado de que personas así existan y den su vida por otros, te
va contando, como la cosa más natural del mundo, que en su deambular por el
globo terráqueo, le han atracado un sinfín de veces, que le han dado palizas
que le dejaron medio muerto, que le han amenazado con cuchillos, navajas,
machetes y pistolas. Que ha estado a punto de morir en muchas ocasiones. Que le
han robado y le han dejado sin nada en mitad de un país extranjero. Que le
robaron su bicicleta, mientras daba la vuelta al mundo y que tuvo que solicitar
otra a su proveedor oficial. Y que, desde hace unos años, comparte su vida con
una chica mucho más joven que él. Una chica nacida en Guinea y modelo de
profesión, con la que espera un niño.
Y tú sabes que, si te quedas charlando con
él, podrías estar días y días escuchando y tomando notas para escribir varios
libros. Pero eres consciente de que son las cuatro de la tarde, que tienes que
llegar a casa y que tienes que comer.
Y en el viaje de regreso a tu casa, te das cuenta de que a tu alrededor y sin que te lo esperes, hay personas que son capaces de arriesgar su propia vida para mejorar o salvar la de otros.
Domingo ha recorrido el mundo entero haciendo el bien a todo el que pudo. Nadie lo sabe, nadie le conoce y él, se limita a confesarte, cuando te estás despidiendo: “Me gustaría volver a encontrarme con todas esas personas. Me gustaría ver a la chica a la que le salvé la pierna. Me gustaría saber qué ha sido de ellos, cómo les va ahora.” Y lo dice emocionado, entusiasmado de haber podido ayudar a alguien.
Su respeto por los
seres vivos llega al extremo de que tanto él como su pareja, son veganos. Ni comen
ni utilizan nada que tenga que ver con animales. Otra de las razones por las
que su aspecto físico, parece la de un enfermo.
Por todo ello, cuando regreso a casa, intento
asimilar el tsunami de información que he recibido y me asombra haber podido
encontrar a un ser humano como Domingo. Militar retirado, creador de
innumerables ONG’s a favor de los más necesitados, por todo el mundo. Antiguo
componente de un grupo musical. Superviviente de un atentado terrorista.
Como dijo el poeta: en el mejor sentido de la palabra, un hombre bueno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario