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jueves, mayo 25, 2023

Marruecos, nuestro íntimo enemigo

Desde antes de que Marruecos fuera Marruecos, ya eran una molestia y un incordio. Desde los tiempos de Muhammad Ibn 'Abd el-Karim El-Jattab, más conocido como Abdelkrim, el que fuera líder de los rifeños y que encabezó una lucha independentista contra Francia y España a inicios del pasado siglo xx. Una guerra que España pagó cara y en donde forjó su merecida fama como militar un tal Francisco Franco. Desde entonces, Marruecos ha sido y es un dolor de muelas.

El gran problema de Marruecos es que es un país africano al que le gustaría disfrutar de las ventajas de estar en Europa, lo cual, es absolutamente kafkiano. La situación geográfica puede ser cercana, pero la cultural e ideológica está a años luz. Mientras Europa es un espacio de libertad y democracia basado en los principios cristianos, Marruecos es un país anclado en un concepto musulmán, feudal, regido por una monarquía absolutista, disoluta, corrupta y traicionera. Intentar mezclar Europa con Marruecos es como intentar unir el agua y el aceite.

El país africano busca su expansión económica al otro lado del Mediterráneo, ya que sus vecinos más próximos no disfrutan ni de la estabilidad política, ni económica, ni social, que permita establecer relaciones constantes en el tiempo. Sólo Europa puede ofrecer un mercado continuo, estable, fiable. Y eso, ya es un problema en sí mismo. Mohamed VI pretende que el mundo gire alrededor de su ombligo y que el resto del planeta se adapte a sus caprichitos, tal y como está acostumbrado que suceda en su feudo con sus súbditos, que no ciudadanos.

Así las cosas, la estrategia del monarca – que es quien manda, ordena, organiza y planifica – consiste en obligar a Europa a transigir con sus demandas. Y como frontera exterior de la UE, España sufre en primera persona los embates de este reyezuelo, - que pasa más tiempo en París que en Rabat – acogiendo a cientos de miles de marroquíes en territorio europeo. Cientos de miles Caballos de Troya, todos ellos jóvenes, fuertes, musulmanes y obedientes sólo a su amo, su majestad.

Según datos del INE, el año 2022, en toda España residían más de 883.000 marroquíes. De ellos, más de 235.000 residían SOLAMENTE en Cataluña.

La verdad es que eso de conseguir invadir un país enemigo y meter a un millón de los tuyos a base de pateras, hay que reconocerlo, tiene su mérito. Y encima, se lo estamos financiando nosotros a través de las ayudas que recibe, tanto de España como de la UE, para, supuestamente, evitar que sus fronteras sean tan permeables y luchar contra el tráfico de personas. ¿De verdad alguien se cree que miles y miles de personas pueden atravesar las fronteras de Marruecos hasta llegar a las playas de lanzamiento de pateras contra España, y todo ello sin que Marruecos tenga la más mínima idea y no pueda resolverlo?

En esta guerra permanente la estrategia a largo plazo de zapa y mina, se basa en la lucha demográfica como herramienta fundamental. Siempre se ha hecho así y no ha cambiado mucho a lo largo de la historia. Cuando una minoría quiere obligar a la mayoría a obedecer sus requerimientos, sólo hay dos opciones: o una limpieza étnica (País Vasco, Yugoslavia, Turquía, Camboya…) o procrear tantos ciudadanos como sea posible. De esta forma, siempre llegará un día en el que se adquiera el derecho de exigir una representación política en las instituciones del país invadido, en este caso España, aunque sea traicionando a la propia esencia de la democracia y se tengan que comprar votos para conseguir una representación política en determinados feudos, aunque esos votos sean más falsos que un euro de madera.

Y para ir probando la capacidad de la fuerza de la que se dispone, se podrían organizar todo tipo de manifestaciones, algaradas, disturbios, o incluso atentados (¿11-M?), ya sean en nombre de Alá, de la libertad – esa misma que no se disfrutan en su país - o de lo que sea. Para eso sirven los saltos organizados y bendecidos por las autoridades marroquíes a la valla de Melilla, con la pasividad de los guardias, o la invasión de nuestras fronteras a través del mar, aunque sea a nado. Sólo así se pueden encajar las piezas sueltas del rompecabezas de los atentados del 11-M, la invasión de nuestras fronteras de 8.000 marroquíes que fueron trasladados desde el interior del país hasta la frontera en autobuses del gobierno, y en estos días, la compra de votos por correo, que al parecer lleva años en funcionamiento en Melilla. Y la pregunta es: ¿cuánto tiempo van a tardar en hacer lo mismo en Cataluña y en toda España? Al fin y al cabo, ¿no es exactamente, así como funciona la “democracia” en Marruecos?

Y qué decir de Pegasus y el espionaje a los móviles de Sánchez, de la ministra de Defensa y vaya usted a saber cuántos más. Un tema sobre el que se ha lanzado una manta negra para taparlo todo lo posible, como las maletas de Delcy, o cualquier otro asunto del que este gobierno “decretista” haya decidido ocultar a los españoles.

El enésimo ejemplo de esta “colaboración fraternal” entre España y Marruecos, al más puro estilo Caín – Abel, es lo de los votos en Melilla. Tal vez en más sitios; en todos aquellos donde la presencia de musulmanes marroquíes aconseje luchar por lo que ellos consideren sus derechos.

Tenemos una bomba de relojería debajo del asiento y no sabemos cuándo va a explotar. Esa era la definición de Alfred Hitchcock de lo que era el suspense: el espectador sabía de la existencia de la bomba pero el sujeto que estaba sentado sobre ella, no tenía ni idea.